Ir al contenido principal

Las obras maestras en Insurrección (segunda entrega)


Y, ahora, de nuevo, libros. El estadounidense Cormac McCarthy es el autor de la conocida como Trilogía de la frontera, compuesta por las novelas Todos los hermosos caballos, publicada en 1992, En la frontera, dos años posterior, y Ciudades de la llanura, de 1998: una deslumbrante obra de arte todas ellas en su conjunto infinito. Otra novela suya, La carretera, aparecida en 2006, mereció que el escritor y crítico literario José María Guelbenzu escribiera sobre ella algo con lo que estoy absolutamente de acuerdo, que se trataba de “una obra maestra” en la cual lo que “subyace permanentemente” es una pregunta: “¿por qué tratamos de sobrevivir como humanos, no como animales?”

Otro estadounidense, el grandioso Philip Roth, publicó en 1997 su novela Pastoral americana, otro de los grandes trofeos de la literatura. Y, como McCarthy, Roth también repite aquí, pues yo glosé aquí, en Insurrección, asimismo, la excelencia majestuosa de su La conjura contra América, aparecida siete años más tarde.

Cuando lees una obra maestra del arte literario, cuando acabas de leerla, tienes una sensación, yo la tengo, de haber asistido a una maravilla humana portentosa difícil de explicar… Hasta que las palabras vuelven a ti, esas palabras que durante un largo instante de lectura ensimismada, de pura adoración, te habían sido arrebatadas por el genio de un escritor, del escritor de esa obra de arte. Es lo que me ocurrió, no es algo que me pase a menudo, pero tampoco algo extraño, al leer la segunda novela del escritor estadounidense Jeffrey Eugenides, Middlesex, publicada en 2002 (y espléndidamente traducida al español tres años más tarde por Benito Gómez Ibáñez). Pura fascinación.

Uno de los primeros artículos que escribí para Insurrección fue el titulado, precisamente ‘¿Qué es una obra maestra?’, cuyo objeto era reivindicar el libro de relatos Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, publicado en 2004, donde admitía que solemos exagerar cuando llamamos obra maestra a alguna pieza musical, a alguna película o cuando se lo decimos a un libro, sea este un ensayo, un poemario o una novela, para a continuación explicar que esas creaciones solamente son beneficiosas y excelsas, simples brillos cegadores en el silencio de los días... Pero que las hay que contienen todos los secretos que hacen nacer de ese arte la propia vida que no acertamos a entender o a conocer de otras formas. Y, entonces sí, entonces decimos con razón de ella que es UNA OBRA MAESTRA.

El debut cinematográfico en 2006 como director de largometrajes del cineasta español Daniel Sánchez Arévalo fue espectacular. AzulOscuroCasiNegro es cine en estado puro, ese cine de categoría que se muestra ante nuestros ojos como la sencilla elaboración que tienen las obras de arte que deslumbran sin gritarte una y otra vez miracuántagrandeza. Sánchez Arévalo volvió a merecer aquí, en Insurrección, dos veces más (de momento) lo de obra maestra: con la película de 2018 titulada Diecisiete y con la serie de televisión Las últimas de la fila, de 2022.

Marilyn Monroe, Norma Jeane, es Blonde. Todo cuanto late en Blonde late por ella, es ella. Lo es para ella. Blonde, publicada en 1999, es otra de las magistrales novelas de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates.

Otro de los grandes escritores de los tiempos recientes es el británico Ian McEwan. En Insurrección utilizo en dos ocasiones la expresión obra maestra hablando de sus libros: Chesil Beach, de 2007, y Lecciones, de 2022. A McEwan le escribí un poema en una ocasión (también a Blonde y a AzulOscuroCasiNegro), aunque sale en otros dos más. Reproduzco ese poema, de nuevo, aquí, del tirón: leer a McEwan ya es un gran título para un poema: “leer a McEwan”, leer a McEwan es visitar un museo abierto solamente para uno, es descubrir las delgadas líneas de las emociones, diferenciar el color de cada gesto, penetrar en los lugares donde está la vida sin rozar siquiera los instantes de los otros, es saberse uno un vigilante experto, ajeno a las opiniones, poderoso en su sillón de juez sin sentencias, leerle es dominar lo imperfecto, escuchar una música hecha de silencios, atender sin voluntad la disciplina de un oficio, es tener en las manos de uno todo y nada, acercarse a lo que nos hace humanos, ser un alma de carne y hueso.

La película estadounidense Cold Mountain (escrita y dirigida por el cineasta británico Anthony Minghella y soberbiamente interpretado por Jude Law, Nicole KidmanRenée Zellweger, entre otros), estrenada en 2003, es un auténtico clásico de los que beben del cine clásico para hacer sencillamente cine. Yo tardé, eso sí, diecisiete años en verla.


Y ahora un cómic: Ardalén, de Miguelanxo Prado, que ganó el Premio Nacional del Cómic 2013, publicado un año antes, una historia que el propio autor definió como elaborada “en torno a la memoria personal como esencia de nuestra existencia, la memoria como percepción de nuestra propia vida y de nuestra identidad”.

Otro cómic. El título original de la extraordinaria obra que es ¡Puta guerra! era Putain de guerre! y su primera parte apareció cinco años antes que Ardalén, en tres volúmenes dedicados a los años 1914, 1915 y 1916, en tanto que la segunda, asimismo en tres volúmenes, también mensuales, empleados para contarnos los años 1917, 1918 y 1919, apareció en 2009. Es uno de los extraordinarios trabajos del gran Jacques Tardi.

 

[continuará…]

Comentarios

Grandes éxitos de Insurrección

Échame a mí la culpa, (no sólo) de Albert Hammond; LA CANCIÓN DEL MES

Adiós, Savater; por David Pablo Montesinos Martínez

Los cines de mi barrio (que ya no existen)