LOS DEL MONTE… No recuerdo cómo les llamaron la primera vez que yo escuché hablar de ellos. Tampoco cuántos años tenía yo o dónde estaba en aquel momento. Pero tenía que ser en Suances y yo debería ser aún un chaval… Maquis fue una palabra más habitual años después. Guerrilleros vino a disputarle a maquis el liderazgo. El caso es que cuando estudiaba la carrera universitaria de Geografía e Historia en la Universidad Autónoma de Madrid quise escribir mi tesis doctoral sobre los guerrilleros en Cantabria. A punto estuve de entrevistarme con algunos de ellos todavía vivos… Pero nada, sólo leí y leí y leí libros sobre sus andanzas escritos por historiadores y novelas en las que los maquis, los huidos, los del monte, los guerrilleros se me aparecían como lo que fueron y como lo que yo quise que fueran… Y entonces necesité escribir sobre ellos. Sobre Juanín…
Yo ya subrayé esto que sigue en otro sitio antes (en mi primer libro, publicado en 2013 y dedicado al conocimiento del franquismo), pero ahora lo traigo aquí, más o menos igual.
SIGLO XX, ESPAÑA,
años 30, guerra (civil, con mayúsculas: Guerra Civil), Victoria y derrota… No
fue nada romántico el mundo de los que se echaron al monte, de los emboscados,
de los resistentes. Hablemos con las palabras que usamos los historiadores: la
oposición más significativa a la dictadura franquista fue en los años del
primer franquismo la de los maquis, la de los guerrilleros que poblaban de
forma muy diseminada y nuclear una gran parte de la geografía del país. Aquella
guerrilla antifranquista hundía sus raíces en una auténtica y feroz represión
programada.
Hubo varios tipos
de resistentes al poder dictatorial franquista, tipos o características que
responden a la existencia de una especie de estadios evolutivos en la mayoría
de los casos. Y toda esa tipología de la resistencia guerrillera la encarnó,
sucesivamente, el resistente cántabro Juan Fernández Ayala, más conocido como
Juanín, un huido que permaneció en las montañas cántabras y asturianas 14 años,
los transcurridos entre 1943 y su muerte, ocurrida en 1957. Juanín es de alguna
manera el paradigma del resistente antifranquista. Los maquis, emboscados,
guerrilleros o, para los adeptos al régimen de Franco, bandoleros, lo fueron
siempre a partir de una causa u origen común, si exceptuamos a los maquis
venidos de Francia bajo dirección del Partido Comunista de España (PCE) o a
determinados restos del Ejército republicano resueltos a seguir la lucha en
frentes ya conquistados por los rebeldes. Esa causa no es otra que la represión
franquista o el temor cierto a padecerla.
Cuatro eran las
opciones para los derrotados que no acababan en las cárceles o frente a
pelotones de fusilamiento: la más habitual, el silencio y el acomodo en medio
del dolor, opción generalmente calificada como “exilio interior”; pero también
la huida al extranjero, fundamentalmente a Francia, “en muchos casos para
acabar sus días en Mauthausen tras ser detenidos por agentes alemanes o
falangistas que andaban a la caza de republicanos” −en palabras de Rafael
Esteban−; o el escondite, bien a la manera de los muy escasos topos, furtivos
en sus propios domicilios o en las inmediaciones de los mismos, o al estilo de
los huidos al monte.
2013, AÑO DE LA APARICIÓN DE EL FRANQUISMO,
MI PRIMER LIBRO, ya digo, publicado (como todos los míos) en Sílex ediciones:
para entonces yo ya había escrito mi primera novela (o casi la había escrito
del todo), aún inédita, como casi toda mi narrativa (no hago spoilers). Aquella
novela acabó por tener un título: Serás mi tumba. Y ahora vuelvo al
principio: desde que de chaval escuché hablar de los del monte en mi Cantabria
materna quise saber más y más de aquella gente, de El Cariñoso, de Juanín… Serás
mi tumba es la novela que tendría que haber escrito con 25 años, pero que
acabé de escribir cuando más necesitaba tenerla ante mis ojos. Una novela que,
ya digo, sigue ahí, en mi ordenador, alabada por las pocas personas que la han
leído y, según me han dicho casi todas ellas, disfrutado.
SIGUIÓ AHÍ hasta este año 2023 en que podrá
leerla todo el mundo que quiera (comprarla). Por cierto, mi amor
historiográfico por la guerrilla antifranquista llegó hasta el punto de editar
uno de los mejores compendios publicados sobre su historia, escrito por mi
amigo EL HISTORIADOR JOSÉ ANTONIO VIDAL CASTAÑO, fallecido a comienzos del
otoño de 2022. Cuando le pedí que escribiera sobre ese libro a José Antonio, él
mismo me mandó esto:
“La España del
maquis (1936-1965) es un libro sencillo y complejo a la vez, que ha
requerido cerca de dos años de ardua elaboración. […] Dos años de trabajo y
doce de gestación, desde que en 2004 publiqué mi primera aproximación al
universo de los combatientes contra Franco, en La memoria reprimida.
Años en los que rondaba mi cabeza un proyecto concebido desde las más abruptas
lecturas de docenas de libros, folletos, páginas, viñetas… de, en, con, sobre y
tras los maquis inundaba mi horizonte narrativo, y más tras haber tenido
intensas conversaciones con algunos de los últimos resistentes vivos: Reme y Florián,
Esperanza, Adelino, Emencio, Carmen y Leandro, Montorío o Quico… Era necesario
para mí hacer un resumen de aquellas luchas y esperanzas, las de su ambiente y
generación y que además, fuera una historia asequible, como se decía entonces,
“autorizada”, es decir, apta para todos los públicos. […] Escribir este libro
ha requerido romper ese falso nexo entre formalismo e informalismo aparentes
para narrar lo complejo con un lenguaje expresivo y directo; haciendo hincapié
en aspectos que puedan motivar a los lectores no especialistas. La España del
maquis… es, tal vez, la respuesta a esta dicotomía entre lo aburrido y lo
divertido de una clase de historia. Quién sabe… El camino recorrido esta
jalonado de historias particulares, con atención a libros y películas
inspirados en algunas de ellas; desde los orígenes de la resistencia armada
antifranquista en la Guerra Civil española (1936) y hasta los primeros años
sesenta del siglo XX. Por sus páginas desfilan no solo guerrilleros, militares,
políticos y agentes secretos, sino también escritores como Hemingway, Céline,
Max Aub, Muñoz Molina, Almudena Grandes, Julio Llamazares, Semprún o Sender;
periodistas como Félix Azzatti o Manuel Chaves Nogales; gentes del cine, como
Fernán Gómez, Banderas, “Marisol”, Mario Camus, Ángela Molina o Gregory Peck;
cantantes como Joséphine Baker, Celia Gámez, Antonio Machín y Conchita Piquer.
Páginas en las que el trazo grueso se mezcla con el fino para revelarnos
aspectos insólitos de aquella España doliente, que es también la nuestra”.
Serás mi tumba dejará pronto de ser uno de mis más hermosos sueños y
pasará a ser alguna de las cosas más importantes que habré sido capaz de hacer
en mi vida (porque si no da en ser un libro una novela no es nada). Una novela
sobre Juanín que no es una novela sobre Juanín, porque es mi enamorado capricho literario hacia un ser humano encerrado en la más inmensa libertad de la huida. NADIE
SE LLAMA JUANÍN EN LA NOVELA. NADIE.
DE SERÁS MI TUMBA, EL HISTORIADOR
JUSTO SERNA, un referente intelectual de primer orden especialmente necesario
en estos tiempos bobos del que puedo decir (y digo) que tengo por amigo,
escribió que es “el peso de una vida, la memoria de otras generaciones
transmitidas, aquello que se relata y aquello que con precisión documental e
imaginación suficiente se muestra, se enseña”. No hay en ella “moralejas, ni
moralismos que nos alivien. No hay admoniciones ni reconvenciones. No hay detrás
el reproche a una generación que fue perseguida, pero tampoco hay un lamento
por lo que pudo ser y no fue. Hay, por el contrario, un relato sofisticado,
tenso, en el que los lectores habrán de sacar sus propias consecuencias, sin
que la obra tenga pretensiones explícitamente didácticas. No hay didactismo
alguno… Tras su lectura, uno no sale necesariamente mejor, pero sale
interrogándose sobre sí mismo, sobre aquello que otros enfrentaron y libraron y
sobre lo que nosotros, ciudadanos del siglo XXI, hacemos o creemos que hacemos.
No se trata de ser arrogantes con los antepasados, sino de pensarlos en su
contexto sin darles la razón necesariamente”. Como ficción narrativa, que es lo
que es, y no otra cosa, Serás mi tumba, continúa Serna, “suele recrear un
mundo inexistente o parte de un mundo que existió pero ya perdido. El autor
puede adoptar un tono melancólico, nostálgico y analítico”. NO ES UN LIBRO DE
HISTORIA. Repito (Serna lo explica mejor): no es un libro de Historia.
“La novela, toda
novela, trata siempre del pasado remoto o muy cercano. ¿Diríamos que Serás
mi tumba pertenece por fuerza al género histórico? No precisamente. La
exhumación de lo pretérito con el auxilio de la ficción puede ser un examen del
presente o, más concretamente, de las zozobras de la persona que narra ahora.
Estamos habituados a ello. No hay modo de pensar la actualidad sin el recurso
de la ficción. ¿Para qué? ¿Para añadir más enredos? No: para imaginar cómo
anduvieron las cosas”.
En la novela, soy, Justo Serna lo atestigua, “extraordinariamente
riguroso (como historiador de formación que es)” porque sé “que una novela es
una novela es una novela…” Una novela moral, eso sí: “léase esto en el mejor
sentido. Cuando el narrador reconstruye ese pasado en estilo directo o en
estilo libre indirecto se implica, se inmiscuye y nosotros con él”. En ella “hay
tremendismo y ternura”.
Serás mi tumba ha llegado por fin al final del viaje: diez años en
mi ordenador empezaba a ser demasiado tiempo. Gracias a las editoriales que
estuvisteis a punto de publicarla, pero no lo hicisteis. En Sílex estará como
en casa.
ACABO, pero poco a poco: seguí leyendo y leyendo libros sobre aquellos hombres y aquellas mujeres que resistieron a la dictadura del general Franco con armas en sus manos. Algunos de ellos específicamente dedicados a los emboscados en las montañas de Cantabria, Juanín entre ellos, por supuesto. Uno de los más recientes de aquellos libros escritos por historiadores es La memoria de los maquis: miradas sobre la guerrilla antifranquista, de Rachel Linville, publicado en 2014 (todavía no había editado yo a Vidal Castaño), un libro que analizaba cómo se aposentaron (levemente, eso sí) sobre una pequeña parte de la sociedad civil española, especialmente en su memoria, de hecho casi únicamente, las a menudo terribles vicisitudes de aquellos seres humanos situados más cerca de la leyenda que del conocimiento histórico del pasado que los historiadores somos capaces de procurar. Considera Linville, consideraba en 2014, que la guerrilla “se encamina hacia el umbral del olvido”. Todo se encamina hacia el umbral del olvido, mantengo yo. Por eso escribimos los escritores las cosas que escribimos. Sean verdades verdaderas (Historia) o sean mentiras mentideras (las novelas). Primero las escribimos para no olvidarlas nosotros, luego para que los lectores las recuerden o las conozcan… Y, finalmente, las olviden, o no. (Gracias, Juan Marsé por lo de verdaderas y mentideras.). Ni el discurso histórico propio de los historiadores, ni la memoria colectiva propia de los admiradores de la cultura del trauma, acabarán por lograr jamás su objetivo: hacernos mejores, hacernos más sabios. Seguiremos siendo gente que escucha a alguien contar historias junto a una lumbre en el interior de una cueva.
Al releer el libro
de Linville, RECUERDO LAS NOVELAS QUE HE LEÍDO en las que los resistentes
antifranquistas emboscados tenían un singular protagonismo: hay unas doscientas
novelas de esas características, ojo, 200, yo sólo hablaré de cuantas conozco
bien de entre las que verdaderamente colocan la resistencia armada en el centro
medular de su desarrollo narrativo. Esos libros de ficción me influyeron
lentamente antes de escribir la primera frase de Serás mi tumba. Claro
que sí. Tanto como los libros de Historia. (Es un decir). No fue la primera de
ellas, de las novelas, la más antigua de las reconocidas por la mayoría
lectora, Por quién doblan las campanas, del estadounidense Ernest
Hemingway, que yo leí gratamente hacia 2012 pero que fue publicada
originalmente en 1940 (no en España, donde no pudo leerse en español hasta
1972, salvo que se tuviera noticia de la primera versión en mi idioma,
argentina, treinta años anterior). La primera novela de maquis que yo leí fue Luna
de lobos, de Julio Llamazares (hay peli), espléndida: de 1985, yo la leí
más o menos unos tres años después. La única novela que he leído (es un decir)
de las que se escribieron en la España franquista desde la perspectiva de los
vencedores de la Guerra Civil apareció en 1953, se titulaba La sierra en
llamas y fue escrita por Ángel Ruiz Ayúcar (escritor y militar, poco
recordado, o casi nada): no fui capaz de acabarla, tal era su categoría
literaria y moral. Debí intentarlo aproximadamente en 1989. Años antes yo ya
había leído una novela que cuando me acerqué a ella no sabía que trataba el
asunto que iba a interesarme emocionalmente tanto tiempo después, hablo de la
extraordinaria (y breve) Réquiem de un campesino español, publicada también
en 1953, pero fuera de España (con el título de Mosén Millán), y escrita
por el extraordinario escritor que fue Ramón J. Sender. Hacia finales de la
década de 1980 es cuando yo leí la mayoría de la literatura de ficción sobre
luchadores resistentes emboscados de cuantas he leído en la totalidad: la
extraordinaria Los años del wólfram, del gran Raúl Guerra Garrido, aparecida
en 1984, un año antes que un breve libro de relatos escritos por Pilar Cibreiro
bajo el título de El cinturón traído de Cuba; de 2011 es la novela
dedicada a los resistentes de la tierra de mi madre escrita por la poeta (y
novelista) cántabra Gloria Ruiz, quien fue quien estuvo a punto de presentarme
a aquellos ex guerrilleros entonces vivos (cuando, repito, quise escribir mi
tesis doctoral sobre los guerrilleros en la antigua provincia de Santander,
hablo de más o menos 1987, o así), se titula Sin un adiós, la tengo aquí
muy cerca, pero nunca la he leído. No la he leído porque la compré cuando ya
tenía prácticamente escrita Serás mi tumba y en sus primeras páginas
empecé a creer ver unos fantasmas muy extraños relacionados con lo que quienes
escribimos intuimos como miedo a la comparación. Tal vez la lea alguna vez. No
quise verter (inconscientemente, imagino) en el final de mi novela nada de lo
que vislumbré encomiable en la de Gloria Ruiz. [Hay al menos otras dos novelas
de las que merecen la pena con los resistentes de Cantabria como protagonistas,
que yo no he leído: una de mediados de la década de 1950, Testamento en la
montaña, escrita por Manuel Arce, y otra de la segunda mitad de la última
década del siglo pasado, En un viejo país, de Santiago Trancón.]
NO ME RESISTO A CITAR, YA TERMINO, UNA BIBLIOGRAFÍA BÁSICA (HISTORIOGRÁFICA) sobre los huidos y resistentes en la antigua provincia santanderina (hoy comunidad autónoma de Cantabria): Los que se echaron al monte y Los torvos y fieros motivos de El Cariñoso, ambos escritos poco después de morir el dictador Franco por Isidro Cicero Gómez y aparecidos en 1977 y 1978, respectivamente: dos clásicos (leídos por mí en la década de 1980); Juanín, el ultimo emboscado de la posguerra española, de Pedro Álvarez Fernández, publicado en 1988 (que es cuando lo leí, como leí cuantos siguen según iban siendo editados); Juanín y Bedoya, los últimos guerrilleros: la desesperada apuesta por la supervivencia de dos míticos resistentes en la España franquista de posguerra, de Antonio Brevers, editado en 2007; y Del mito a la historia guerrilleros, maquis y huidos en los montes de Cantabria, de Valentín Andrés Gómez, publicada en el año 2008, como La mujer del maquis, obra de Ana Ramírez Cañil.
Serás mi tumba te espera, quiero que sea todo tuya.
UNA NOVELA TITULADA SERÁS MI TUMBA
Inventaste un ser humano real para tu novela, le abrigaste para las
noches frías en su montaña, caminaste a su lado en aquellos días de lluvia, en
las tardes de verano evocadoras y sólidas, le rodeaste de hombres y mujeres de
una pieza, tan ciertos como él y tan ficticios como tú, animales arrinconados
en un pliegue decadente, protagonistas de una guerra eterna y helada.
Conseguiste hacer creer que aquello ocurrió, que todo cuanto respiran
fue aire cántabro: cuánto habías soñado con escribir esta obligación, y cómo
disfrutaste ciñendo a los valles tu alma, haciéndoles cantar y pedalear y amar
y morir.
¡Qué satisfacción produce dar vida a los muertos!
Das gracias a la escritura por hacer de ti un dios, al menos en el
instante en que la escuchas en sus labios.
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