Mi primer cubalibre; por Guillermo Jiménez
Coincido con Dimitri Verhulst , escritor alcohólico y cocainómano —quien, mientras bebe todo lo que entalla, teme seguir los pasos de su padre, borracho terminal fallecido joven—, cuando en su libro Nuestro corresponsal en el vacío cuenta que leer literatura de borrachos le da sed . A mí ya no, pero cuando leí de joven las novelas y cuentos de Charles Bukowski, en fin, pues eso, que me pasaba lo mismo: la Movida emeritense de la calle John Lennon , el Maykel´s, el Menfas, el Picú, el Borsalino, el Ropero, el Juan, el Pablo, el Miguel, la Muralla, la Risa del Cartero, el Mirador, el Travel... ya tú sabes, me daba sed. Pero yo he venido aquí a hablar de la primera vez que me bebí un cubata, un Larios con cola concretamente . Estudiaba octavo de EGB, fuimos a casa de DL, que nos daba Gimnasia (antes no se decía Educación Física o Ciencias del Deporte), Matemáticas y Ciencias Naturales y era el entrenador del equipo de fútbol del colegio. Por las tardes me libraba de ir a clases po