Pastoral americana es uno de los grandes trofeos de la literatura

“La tragedia del hombre que no está hecho para la tragedia…, ésa es la tragedia de cada hombre”.
La tragedia del Sueco, el protagonista de Pastoral americana, es la tragedia que convierte a esta excepcional novela de Philip Roth en un monumento a la LITERATURA.
Pastoral americana es un magnífico libro sobre el pasado estadounidense que caminó sonriente hasta los avatares de realidad en estado puro de la guerra de Vietnam, una obra donde aprendemos algo que el narrador de la misma deja manifiestamente claro cuando nos dice que “la gente cree que la historia es algo que sucede a la larga, pero la verdad es que se trata de algo muy repentino”. El magnífico escritor que es Roth, quien lo es porque es un exuberante y detallista observador de la realidad en la que vive su vida, abunda en esas reflexiones sobre el pasado, sobre la historia, sobre lo que estudiamos los historiadores, cuando le hace escribir al narrador que narra su portentosa novela:

“Eso que llaman el pasado quienes se sientan a rememorarlo no es un fragmento de un fragmento del pasado. Es el pasado sin detonar… la verdad es que de estos viajes hacia atrás no se vuelve con nada, absolutamente nada. Es nostalgia, es una memez”.

En esta novela, que es tenida por una de sus más grandes novelas, ¡que ya es¡, el gran escritor estadounidense, uno de los más notables, enfrenta la bonhomía del self-made-men que es pura fuerza de la naturaleza contenida por el excesivo pero de la pura bondad con “sádicos revoltosos” repletos de un “talento inagotable para la oposición”, y lo hace en medio de un torrente de secuencias y escenas y realidades norteamericanas de los años cruciales del siglo XX plenas de ese tipo de conocimiento que los seres humanos obtenemos del más asombroso arte, en este caso, del arte de la literatura, ennoblecido por páginas memorables como las que conforman Pastoral americana.

De la categoría indudable de la literatura de Roth vertida en esta obra maestra da buena cuenta lo que puedes leer a continuación:

“Tomó una silla, se sentó entre su mujer y su madre y, mientras Dawn hablaba, le tomó la mano. Existen cien maneras distintas de sostener la mano de otra persona entre las tuyas, las maneras en que uno sostiene la mano de un niño, las maneras en que sostiene la de un amigo, las maneras en que sostiene las manos de un padre anciano, de los que se marchan, de los moribundos y los muertos. Sostenía la mano de Dawn como un hombre que sostiene la mano de la mujer a la que adora, transmitiendo toda su emoción al acto de asirla, como si la presión en la palma efectuara una transferencia de las almas, como si el entrelazado de los dedos simbolizara todas las posibilidades de la intimidad. Sostenía la mano de Dawn como si no tuviera ninguna información sobre el estado de su vida.”


En un hilo de Facebook, promovido en el perfil de mi amigo y extraordinario lector Salva Lorenzo, escribí muy recientemente, a raíz de que a su vez él escribiera “Es urgente que alguien escribe ya el Libro del sosiego, pero que no sea de autoayuda, por favor”, esto:

Todos los libros son de autoayuda, a juzgar por tanto letraherido fetichista que los venera como si les fuera la vida en ello. Ahí lo dejo. Y eso que acabo de leer Pastoral americana.


Y escribí aquello incluso después de leer la joya lingüística que es Pastoral americana.

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