Las de la última fila: Sánchez Arévalo y el arte


Para la excelente web cinematográfica FilmAffinity, la prodigiosa serie española Las de la última fila sólo alcanzaría el puesto 18 en su ranking de ‘Series de televisión de lo que llevamos del 2022’ y el 83 en el de ‘Mejores series de ficción de los últimos 5 años’. Para mi gusto, a mi juicio, merecería estar en ambos casos coronando esas clasificaciones. Sus excelentes seis capítulos de una duración cada uno de poco más de 45 minutos (para un total de unas cinco horas de cine magnífico) son una nueva manifestación de la inmensa categoría de cineasta formidable que tiene Daniel Sánchez Arévalo, creador de la serie (la primera suya, tras sus cinco conmovedores y divertidísimos largometrajes anteriores), además de director único de la misma y autor de su perfecto guion inolvidable.


La factura de Las de la última fila es impecable, algo a lo que no le es ajeno, más bien al contrario, la dirección de fotografía llevada a cabo por Juana Jiménez, la dirección artística de Curru Garabal o el sonido directo, responsabilidad de Jaime Barros, y el diseño de sonido, obra de Miriam Lisón y Gabriel Gutiérrez.

Pero, como siempre, todo esto quedaría en nada (amparado, eso sí, por la dirección de Sánchez Arévalo, que es cabalmente una joya auténtica que permite y promueve todo el esplendor de lo que quiero explicar a continuación) si no fuera por la impresionante obra maestra que es la interpretación coral de las cinco protagonistas de la serie: Itsaso Arana, Mónica Miranda, Maria Rodríguez Soto, Mariona Terés y Godeliv Van den Brandt, espectacularmente acompañadas por el resto del reparto, encabezado por los espléndidos Carmen Machi y Javier Rey.


Las de la última fila
(“un alimento para el alma que disfrutarás, sufrirás y no querrás que acabe”, a decir del crítico cinematográfico Berto Molina en El Confidencial) nos habla del esplendor de la auténtica amistad y del poder llameante del amor, de la fortaleza y la debilidad de los seres humanos ante el dolor y el cariño. Y lo hace como mejor sabe hacerlo siempre el cineasta superlativo que es Daniel Sánchez Arévalo, fiel a sí mismo y a su capacidad monumental para hacer que el espectador de sus obras recorra el portentoso tobogán que es la vida, con sus risas y sus lágrimas, con sus sonrisas y sus perplejidades. Si esto es un ser humano… Él, este artista cinematográfico inconmensurable, lo sabe. Lo sabe ver, lo sabe contar. Lo sabe filmar. Seres humanos, en este caso especialmente mujeres unidas desde la niñez y aquí enfrentadas a sus encrucijadas particulares y comunes.

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Este texto pertenece a mi artículo ‘Daniel Sánchez Arévalo y las primeras de la fila’, publicado el 1 de octubre de 2022 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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