Ian McEwan y su nueva obra maestra: Lecciones


Lecciones
es la decimosexta novela de uno de los mejores escritores británicos, Ian McEwan. Publicada en 2022, yo la he leído en la espléndida traducción a mi idioma, un año posterior, llevada a cabo por Eduardo Iriarte.

Lecciones (Lessons en su edición original) es una obra maestra. Sigo.

 

          Todo, en especial la vida, se desmorona”.

 

Ese es el trasfondo inmisericorde y al mismo tiempo tan humano de este libro único. Ya sabes, la maldita entropía que acaba por dispersarnos a todos y cada uno de nosotros. Pero también el contento que proporciona estar “perdido en el presente”, absuelto de “toda introspección” y prefacio.

[…]

Al protagonista, Ronald Baines (que aprende pronto que “nada es nunca como uno lo imaginaba”), cuando arranca la narración, estamos en 1986, “todo le parecía impuesto al azar, como si desde un lugar olvidado le hubieran descolgado a estas circunstancias, a una vida abandonada por otro, como si nada hubiera sido escogido por él mismo”.

“Amor, memoria, daño”, leo esa expresión en Lecciones en un momento dado y es como si se desentrañara de pronto cuanto está ante mis ojos, todo ese ir y venir que son las vicisitudes de un humano iluminadas por la experiencia literaria de un creador sublime, el autor de joyas como Cheseal Beach, Expiación o Sábado.

[…]

Como le pasa a media humanidad, como les viene ocurriendo a tantísimos seres humanos, el protagonista de Lecciones “seguía sin saber lo que quería”, siendo imprecisas sus necesidades: ¿“un ansia que incluía lo erótico pero iba más allá”?, ¿una costumbre interrumpida de querer?, “seguramente amor”. Porque ocurre tan a menudo que no sabemos si lo que sentimos es amor que nuestras actitudes encaminadas hacia la satisfacción suprema son a menudo equívocas, torpes, desnortadas. Inútiles. Y las novelas de McEwan, como las de los grandes escritores, están habitadas por seres humanos. Seres humanos tan ficticios como tú y como yo, tan reales como tú y como yo.

 

          Estaba en su derecho de no querer nada”.

 

Miriam Cornell, la profesora de piano de Roland, es uno de los grandes personajes de la literatura reciente, una extraordinaria creación de un autor memorable, ella afirma que “el amor es pura cuestión de azar y buena suerte”. Se lo dice a Roland, el cual, muchos años más tarde, “casi se acordaba de lo que era amarla”. Es la relación entre ambos un poderoso trabazón narrativo que le da a la novela una consistencia superlativa, duradera, capaz de sustentar la necesidad de sus más de 550 páginas.

 

          “El rasgo más sencillo de la muerte, siempre inesperado: la ausencia”.

 

Las lecciones a las que hace referencia el título son no solamente aquellas de piano que recibiera Roland de la profesora Cornell, tampoco únicamente las que supusieron su tiempo vital con ella, son más bien las que se encierran en esta frase pensada por el protagonista:

 

          “¡Haz una elección, actúa! Esa es la lección”.

 

Elección. Lección. Elegir, lecciones. ¿Pero cómo saber elegir? Eso, eso es la vida, eso es esta novela, eso es la literatura cuando la literatura se centra en su razón de ser, las vicisitudes de los humanos, todos aquellos cambios y todas sus fotografías débilmente memorizadas, todos sus besos y todas sus pérdidas, todas sus lecciones aprendidas. Y todas sus lecciones olvidadas. También las nunca recibidas.

 

“Qué fácil era dejarse llevar por una vida que no se había elegido, en una ausencia de reacciones a acontecimientos. Nunca había tomado una decisión importante. Salvo dejar los estudios”.

 

Leemos cómo los años se posan sobre las muertes antiguas, así lo escribe McEwan, volvemos a saber que “prácticamente todo lo que te ocurre en la vida lo olvidas”, vivimos con los personajes de Lecciones, especialmente con Roland Baines, cómo el pasado se va “llenando de lagunas y el presente, el tacto y el aroma, los sonidos de este momento no tardarían en extinguirse”. Cómo se es más (equivocadamente) feliz cuando se ansían las cosas (que cuando se obtienen).

[…]

Pero es especialmente deslumbrante, literariamente útil (en el sentido de aprendizaje de un oficio, mejor dicho, de dos, el de escritor y el de crítico literario). Me refiero al momento en el que Alissa, una escritora de fama y reconocimiento mundial, un personaje también esencial en la novela, remeda a su creador (a McEwan) diciendo de uno de sus libros: “es una novela, no unas memorias”. Explica Alissa que en su trabajo de escritora…

 

“Tomo prestado. Invento. Saqueo mi propia vida. Cojo de todas partes, lo cambio, lo adapto a lo que necesito. […] Todo lo que me pasó y todo lo que no. Todo lo que sé, todo aquel a quien conocí: todo lo mío revuelto con cualquier cosa que me invento”.

 

Sabemos por McEwan que en Lecciones hay mucho de su propia biografía… pero no deja de ser una novela. Sus memorias, que confío ya esté escribiendo, serán otra cosa. También una pieza literaria de primer nivel, seguro, pero en ellas es de esperar que no haya invenciones, menos aún invectivas, ningún saqueo, nada de adaptaciones premeditadas y utilitarias…

Los buenos escritores, los personajes que lo son gracias a ellos, hablo ahora del creador de Amsterdam o La ley del menor, hablo ahora de Lecciones, donde he tenido constancia explícita de esto, dan vida a las experiencias, suyas o de otros, el resto de la gente solamente consigue enumerarlas.

Este libro deslumbrante es también, además, y de una manera muy importante y significativa, una reflexión lúcida sobre el futuro de los seres humanos, sobre lo que podemos esperar respecto del porvenir: tal como lo ve Roland Baines, lo que es muy probable es que el hecho de que lleguemos “intactos al último día del siglo XXI sea un triunfo”. Al fin y al cabo…

 

Las cosas nunca irán tan bien como esperábamos ni tan mal como temíamos”.

 

Este texto pertenece a mi artículo ‘Las lecciones magistrales de Ian McEwan’, publicado el 5 de octubre de 2023 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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