Carry that weight

Subido sobre aquella tapia, encaramado a aquella otra verja. Mi barrio, Suances, hace mucho tiempo en mi vida. Ayer mismo si escribo. El Cid y el Sheriff King, el Corsario de Hierro, Sandokan y Don Quijote. No hablo solo, estoy escondiéndome con mi amigo Migo y estoy tratando de entrar a un colegio de pueblo para jugar con mis primos. No a la vez, sí aquí. El escondite y el fútbol. Madrid, Cantabria. Años 70. Los únicos años 70 de los que puedo hablar o escribir. España. Los tiempos finales del caudillo por Dios y por la Virgen.

En la valla, de cemento, me entretengo, y charlo con Migo. La verja la salto con cuanta rapidez y habilidad soy capaz, pocas, pero suficientes. La verja es verde, seguía siendo verde este verano. La valla no existe, ayer, hoy, mañana, se puede ir de un lado a otro de los lugares que ya no están en sitio alguno, que son otros ámbitos.

Suances se parece más bien poco al Suances de mi infancia: lo suficiente. Mi barrio se mantiene bastante semejante al de aquellos tiempos, en su consistencia arquitectónica, en su paisaje urbano de pueblo grande, de ciudad pequeña. Pero Los Beatles siguen aquí, como si no necesitara recordarlos.

Los Beatles cantando en español, ya separados los unos de los otros, cada uno por su lado, en mi imaginación adolescente:

 

          Bájate de esa altura,

          no le tengas miedo al viento,

          volarás sobre la ría,

          como un Peter Pan de barrio.

          El Rey Sol y el final,

          cruza con nosotros esta calle,

          no volveremos más,

          sólo tú sabrás dar con nosotros.

          Arrastra todo este peso.

          Arrastra todo este peso

          mientras ella sale por esa ventana.

          Tus amigos, Los Beatles.