George Harrison forever and ever (en un libro de Conchi Moya)


De 2021 es el excelente libro de
Conchi Moya titulado La luz interior de George Harrison, que está magníficamente decorado por la ilustración que Álvaro Ortega hizo para su cubierta. Perteneciente a la cada vez más prestigiosa serie dedicada a la música por la ya de por sí prestigiosa editorial Sílex (lo digo a sabiendas, mas no por ser yo autor de la casa y amigo personal de su director, Ramiro Domínguez, sino por la certeza que me da leérselo a tantos lectores y especialistas), esta singular y emocionante biografía del artista británico, de aquel luminoso Beatle, es una maravillosa muestra de lo que se puede hacer con el buen gusto literario, con el buen gusto musical y con la destreza para explicarnos qué supuso el “apasionante paso por la vida” de quien es sin duda una de las más señeras figuras de la historia del pop.

 

“George no concebía acercarse a aquello que le interesaba como si fuera una afición o un mero pasatiempo. Extremadamente concienzudo, no sabía hacer las cosas a medias. Así, se empleó con decisión cuando era solo un niño en el aprendizaje de la guitarra y más tarde del sitar y se dedicó con pasión a las carreras de Fórmula 1, producción de discos y películas, la meditación, la religión y la jardinería. […]

El motor para aquella inagotable curiosidad era la diversión. Cuando George se embarcaba en algunas de sus múltiples aventuras, uno de sus propósitos era pasar el mejor rato posible. Si se convertía en una obligación o le ocasionaba molestias, se desprendía de ello en cuanto podía. […]

Es curioso como el Beatle espiritual fue también el que podía tener los pies más en la tierra. […]

El azaroso paso de George Harrison por este mundo fue demasiado breve, murió con tan solo 58 años. Piscis, dual, esquivo, maravilloso, un imán para gente interesante, talentosa y divertida, en palabras de su esposa Olivia Trinidad Arias. Esta es su apasionante vida”.

Estas palabras que acabas de leer pertenecen al prólogo que Moya escribe para su libro sobre el músico inglés (un libro que se abre con esta cita de la propia autora: “el paraíso está en alguna canción de George Harrison”) y nos dan una idea muy precisa del relevante biografiado.

George dijo sentirse en los Beatles como un mero observador, y de él dijeron que fue “el Beatle silenciado”. Llegamos a 1970: “la separación era inevitable porque los Beatles ya no querían ser los Beatles”. Aquel año “supuso el fin de una historia excesiva y brillante”. Conchi Moya considera que “a los Beatles se les pidió demasiado y no fueron capaces de cumplirlo: al fin y al cabo, tan sólo eran humanos”. Harrison llegó a firmar que el mayor salto en su carrera fue entrar en los Beatles, también que su mejor oportunidad posterior fue salir de los Beatles. Lo que resulta innegable es que George “había encontrado su propia identidad como músico y como compositor” cuando los Beatles llegaban a su final. Tardó en reconciliarse con su pasado, y “mientras tanto emprendió un apasionante viaje vital en el que la música ni siquiera ocupó el papel más destacado”. La autora mantiene a lo largo del libro que “es necesario reivindicar su trabajo en solitario, no tan reconocido como en verdad merece, ya que la contribución de George Harrison a la música es enorme como miembro de la banda más grande de la historia, pero su aporte como solista es igualmente muy importante”.

Los primeros años tras la ruptura de los Beatles fueron los más brillantes de su carrera de solitario: el éxito de My sweet Lord y de su primer álbum (All things must pass, “un disco hijo de su tiempo, de cuando los músicos sentían que podían ayudar a cambiar el mundo”), el mundialmente popularísimo concierto para Bangladesh plagado de músicos reconocidísimos y algunos de sus singles inmediatamente posteriores “lo convirtieron en una superestrella, esta vez como solista”. Sin el apesadumbrante marchamo de los Beatles.

 

“A partir de entonces, su carrera fue irregular, sujeta a las exigencias de una industria que despreciaba y que enfriaba su entusiasmo, dirigido en numerosas ocasiones hacia sus otros intereses: la jardinería, la velocidad, la espiritualidad o el cine. Siempre contradictorio, navegó entre el deseo de colaborar con otros músicos y la obstinada y enérgica visión individual de su carrera, forjada en sus solitarios días de Beatle incomprendido. Su vida, marcada por una desarmarte sinceridad, un potente anhelo espiritual y un desbordante sentido del humor, fue la que dirigió su carrera, y no al contrario”.



La luz interior de George Harrison es un libro que resuelve muy bien su mayor preocupación, el que a mi modo de ver es su propósito principal: mostrarnos “la compleja contradicción en la que vivió George, la paradoja de compaginar ser un millonario músico de rock con sus inquietudes espirituales”.

 

“Durante su larga carrera en solitario de tres décadas, George fue logrando mostrarse espiritual y filosófico sin dejar de ser natural y divertido”.

 

[…]

 

La autora nos lleva a lo largo de La luz interior junto con los amigos George, las casas de George, el humor de George, los discos de George, la familia de George, las guitarras de George… En un viaje no exento de emoción y cariño, mucho cariño.

En el comunicado de su viuda Olivia Arias tras su fallecimiento, recogía unas palabras de George: “todo puede esperar, salvo la búsqueda de Dios”. George Harrison, que precisamente dijo en una ocasión que “cuando amas a una mujer lo que ves es a Dios en ella”. El día en el que el Beatle ingresó (póstumamente, en 2004) en el Rock and Roll Hall of Fame, ella, totalmente emocionada, citó unas palabras del sabio indio Rabindranath Tagore que parecían escritas para referirse al autor de Here comes the Sun: “bienaventurado aquel cuya fama no eclipsa su verdad”.

 

El polifacético humorista, cineasta y músico británico Eric Idle fue uno de los amigos más reconocidos de George Harrison. He decidido acabar mi texto sobre el libro de Moya con estas palabras suyas de 2002, el año siguiente del fallecimiento de aquél, recogidas, cómo no, en La luz interior:

 

Era una de esas extrañas personas que creen que la vida es más importante que el mundo del espectáculo. Lo que hizo especial a George fue lo que hizo con su vida después de que lograra todo. Se dio cuenta de que este negocio de la fama era, y usaré el término técnico filosófico aquí, una mierda total. Y se volvió para encontrar belleza, verdad y significado en la vida y, lo más extraordinario, lo encontró”.


Este texto pertenece a mi artículo ‘La luz interior de Conchi Moya: ¡viva George Harrison!’, publicado el 5 de mayo de 2022 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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