Borg-McEnroe es una película (sueca) deportiva sobre lo que la voluntad
puede hacer con un ser humano. Ice
Borg frente al genio que, tildado de rebelde, no dejaba de ser un tocapelotas
indomable. El afán que reprime los desafueros frente a los desafueros que
reprimen el afán. Lo que fue uno de los
partidos de tenis más importantes del siglo XX visto desde la óptica épica
del cine de héroes con el suave barnizado de un cinema qualité que se queda a medio camino entre el arte eterno y
el pop.
Dirigida en 2017 por el sueco Janus Metz Pedersen, escrita por su compatriota Ronnie Sandahl, buena parte del interés
de este film de poco más de cien minutos radica en las interpretaciones que de Bjorn Borg y John McEnroe hacen,
respectivamente, los actores Sverrir
Gudnason y Shia LaBeouf, extraordinariamente bien caracterizado el primero.
Si te gusta el tenis,
te la recomiendo, si no, dudo que puedas ver con la emoción necesaria esta
peculiar película sobre la agonía del dragón que los tenistas de élite soportan
a lo largo de sus carreras. Incluso si te gusta el tenis también lo dudo. A Borg-McEnroe le faltó un passing shot de esos demoledores, estuvo
a punto de que yo volviera a escucharle al comentarista deportivo español de
hace unas décadas Juan José Castillo aquello
de “entró, entró”.
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