El cuarto libro de relatos del fabuloso escritor estadounidense Richard Ford está compuesto por cuatro cuentos largos (novelas cortas dirán otros) que aparecieron en 2014 con el título conjunto de Let me be Frank with you y fue espléndidamente traducido a mi idioma un año después por Benito Gómez Ibáñez con el título de Francamente, Frank.
Era el cuarto volumen protagonizado por Frank Bascombe, digamos que el personaje estrella de Ford, que ya había aparecido en tres novelas (y aún volverá a estar en el centro de una cuarta diez años más tarde).
El primer
relato lleva por título ‘Aquí
estoy yo’. Como en el resto de
novelas cortas/cuentos que componen el volumen, acaba de tener lugar cerca de
donde vive Bascombe “la zarabanda de un huracán”, un huracán destructor.
“Por el lado de Central Avenue que da a la playa, en dirección a mi
antigua oficina y hasta donde me alcanza la vista, la vida urbana ha sufrido
una zurra bestial: techumbres arrancadas, muros abiertos que revelan salones
perfectamente amueblados, fotografías sobre mesillas de noche, armarios
atestados de ropa, cocinas y erguidos frigoríficos blancos a la vista de todo
el mundo. Otras casas simplemente han desaparecido por completo”.
Nuestro
protagonista, envejecido, con sesenta y ocho años a sus espaldas (“en este
tardío momento de mi vida”), jubilado (“desde que dejé de vender casas, al cabo
de unas décadas”), se va haciendo cargo de esa nueva estación vital. (Y esa es
la gran protagonista del libro, la
vejez, la vejez de Frank
Bascombe, un mundo en el cual las conversaciones entre personas mayores de edad
no intercambian nunca “nada de crucial importancia”.)
“Cuando uno se hace viejo, como yo, se encuentra inmerso en las
acumulaciones de la vida. Que, en realidad, salvo en el aspecto médico, no se
materializan”.
Nos dice el propio Bascombe que está
contento aquí, en Haddam, “con sesenta y ocho años, disfrutando del Siguiente
Nivel de la vida, el último, previsiblemente: integrante de esa parte de la
población que ya ha limpiado su escritorio, libre para hacer el bien en estado
puro en el mundo, si así lo decidiera”.
Las invectivas ingeniosas de Frank
(“la humanidad es una especie rara”) pueblan y colonizan maravillosamente
cuanto leemos:
“El lenguaje imita
el desorden público, dijo el poeta. ¿Y qué parece la vida de nuestro
tiempo, sino un desorden?
El desorden de nuestro tiempo.
“La religión no es
más que una excusa para mutilarse e incinerarse los unos a los otros: de otro
modo, la gente se moriría de aburrimiento”.
La religión.
Y el humor desbordante de
Bascombe/Ford, capaz de soltarnos cosas como que él (Frank) ya no se
mira en el espejo porque hacer eso (dejar de hacerlo, más bien) “es más barato
que la cirugía”.
‘Todo podría ser peor’ es el
título del segundo cuentorelatonovelabreve.
“El hecho de que
las cosas tengan un final es a menudo lo más interesante que tienen, en la
medida en que en su mayor parte las cosas no parecen acabar, ni mucho menos,
con la suficiente rapidez”.
Más reflexiones de ese personaje
richardfordiano:
“La gente negra
soporta una pesada carga tratando de comportarse normalmente. No es de extrañar
que nos odien. Yo también nos odiaría”.
En este segundo cuento, como en el
resto de la obra, sabemos que la esposa de Frank, Sally, está “en South
Mantoloking, asistiendo a desconsoladas víctimas del huracán, ocupación a la
que llevaba dedicándose varias semanas”.
Frank continúa participando en el
programa especial de ayuda a los soldados que vuelven a casa de Irak y
Afganistán, no solamente yendo a recibirlos, sino incluso escribiendo en la
revista We Salute You, que les reparten gratuitamente en los
aeropuertos. Soldados que vienen de esos países, “o de cualquier otro sitio en
donde nuestro país libre sus guerras secretas y cometa injusticias globales en
nombre de la libertad”. Ese es Frank Bascombe (que lee para los ciegos en
la radio una vez a la semana), un tipo consciente de que “las palabras pueden
ser los emisarios más inadecuados de nuestros pensamientos”.
Los emisarios más inadecuados de
nuestros pensamientos: la leche.
En Francamente, Frank, aparece
una vez más la memoria del hijo muerto (en 1979) de nuestro protagonista: Ralph.
También sus otros dos hijos (vivos), habituales de los libros de Ford dedicados
a uno de los personajes más significativos de la literatura mundial de las
últimas décadas.
Bascombe conversa con personajes de
una pieza (como él) y esas charlas tienen un valor literario
inconmensurable. Cuando habla con la profesora Pines, ella le dice que la
Historia es “la preparación para los malos tiempos”. Y él piensa
inmediatamente, mientras nos cuenta esa conversación, que “la Historia no es
más que la Guerra y paz de los demás”. También que “los que ignoran la
historia no están más condenados a repetirla que los enterados, pero es más
probable que se sientan más a gusto sobre muchas cosas”.
Frank, que intenta no esperar
demasiado del futuro, aunque “a veces se cuela alguna esperanza cuando
estoy distraído”. Como por ejemplo morirse antes que su mujer…
“O
algo sobre mis hijos. Resulta bastante vago”.
El tercero de los relatos del libro es ‘La nueva normalidad’, donde nos cuenta la visita que hace cuatro días antes de Navidad a su primera mujer, Ann Dykstra (la madre de Ralph), a la residencia donde vive pues necesita cuidados especiales debido a un reciente Parkinson.
“Las
relaciones nunca acaban, como dijo el poeta”.
Aparecen asimismo en el relato,
también los conocemos por obras anteriores, los otros dos hijos del matrimonio,
ya mencionados más arriba, Clarissa, veterinaria, y Paul, “un
tipo especial y fuera de lo común en sus mejores momentos, que ahora dirige
encantado un centro de jardinería”. Asimismo, otro de los personajes del libro
es la esposa de Frank, Sally, que en estos relatos “presta valientes
servicios como consejera de aflicción asistiendo a víctimas del huracán que lo
han perdido todo”.
“Lamentablemente,
sólo conocemos bien aquello que ya hemos hecho”.
El propio protagonista de estos
libros se define a sí mismo así aquí:
“Soy una
persona que no miente (o rara vez), que no presupone nada del pasado,
que siempre emprende el camino más fácil y optimista (cuando lo hay),
que no prevé el futuro, que estiliza sus palabras (sin adornos),
y en todos los casos se comporta como es debido”.
Para Frank Bascombe la vida es
“torrente y aturdimiento, seguida del final”.
‘Muertes de otros’ es el
cuarto relato. Seguramente tenga razón Frank cuando opina que “no hay una
forma adecuada de planificar la vida ni tampoco de vivirla: sólo un montón
de formas inadecuadas”. Él, que considera “la vida en términos de fracasos
superados, que dejan el horizonte gratamente, aunque por poco tiempo,
despejado de obstáculos”.
“La muerte
convierte en sueño todo lo de la vida”. Y “la vida es cuestión de ir
restando”.
Restando con Richard Ford. Restando con Frank Bascombe.


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