Esta es la última entrega de mis canciones favoritas. Las que se incluyen aquí, atención, son tan buenas como las que han ido apareciendo en las seis entregas anteriores. Mira, mira... / Escucha, escucha... (Seguro que hay más.)
White winter hymnal, de Fleet Foxes.
Sing, sing, sing (with a
swing), de The Benny Goodman Orchestra.
Wonderous stories,
de Yes.
Cuando quise que me gustaran Yes me
compré la cinta de Going for the one pero sus maravillosas historias acabaron
quedándose en algún lugar del futuro, arrinconadas en una realidad batida por
el incontestable espíritu de Los Clash: quienes estrangulaban el presente con
la música de jóvenes alterados saltaron desde mis paredes esmaltadas de
porvenir hasta la abrumada maleza sobre las ruinas de los días sin el ruido de
la furia.
Turn! Turn! Turn! (to everything there is a season), de The Byrds.
Aburrido de esperar,
de Marc Parrot.
Wish you where here,
de Pink Floyd.
Algunas veces,
de Amaro Ferreiro.
Rumble in Brighton,
de Stray Cats.
Dices tú de rocanrol, qué invento, ¿que
no?
Los jóvenes lo crearon y ahora es un
asunto adulto de ancianos a veces, de ancianos, sí, nos remontamos a las
cavernas, a los tiempos de las pieles y las piedras y los palos y los pelos
largos, muy largos: ya entonces se soñaba en rocanrol, no en blanco y negro como
los perros, no, se soñaba en rocanrol, ese sueño que regresó hace décadas para
siempre, para ser la melodía del futuro, la música de los locos, los compases
necesarios del presente, la retahíla del pasado, ay rocanrol, nunca morirás, por
lo menos mientras haya agallas, no hasta que los sapiens degeneren del todo.
Hasta el infinito…
Just when i thought, de
Jacob Banks.
Intervention,
de Arcade Fire.
“El rey ha recuperado el
trono.
Se sembró una semilla
inútil.
Cuando dicen que cortarán
el teléfono.
Entonces diles que no
estás en casa.
No hay lugar donde
esconderse
Encontrarás que hay un
soldado de su lado
Aún eres un soldado en tu
mente
Pero no hay nada en juego
Dices que es dinero lo
que necesitamos
Como si fuéramos las
únicas bocas que alimentar
Sé que no importa lo que
digas
Hay algunas deudas que
nunca pagamos
Trabajando para la
iglesia mientras tu familia muere
Tomas lo que te dan
Y lo guardas dentro
Cada chispa de amistad y
amor morirá sin un hogar
Escucha al soldado gemir,
lo solucionaremos solos
Puedo saborear el miedo
Levántame y sácame de
aquí
No quiero pelear, no
quiero morir
Solo quiero oírte llorar
¿Quién va a tirar la
primera piedra?
Oh, ¿quién va a volver a
colocar el hueso?
Caminando con la mano en
un cabestrillo
Quiero escuchar al
soldado cantar.
Trabajando para la
iglesia mientras mi familia muere
Tu hermanita va a perder
la cabeza
Cada chispa de amistad y
amor morirá sin un hogar
Escucha al soldado gemir,
lo solucionaremos solos
Puedo saborear tu miedo.
Te levantará y te sacará
de aquí.
Si el disparo en el hueso
nunca sana,
no puedo obligarlo a
ceder.
No puedes encontrarme
ahora
Pero recuperarán su
dinero de alguna manera
Y cuando finalmente
desaparezcas
Solo diremos que nunca
estuviste aquí
He estado trabajando para
la iglesia mientras tu vida se desmorona.
Están cantando aleluya
cuando derrotan tu corazón.
Cada chispa de amistad y
amor morirá sin un hogar.
Escucha al soldado gemir,
lo conseguiremos solos.
Escucha al soldado gemir,
lo conseguiremos. En solitario”.
Compositores: Jeremy Gara
/ Regine Chassagne / Richard R Parry / Tim Kingsbury / William Butler / Win
Butler
Los restos del naufragio,
de Bunbury.
Mar el poder del mar,
de Delafé y las Flores Azules.
Lo que quieras oír,
de Pistones.
She’s a sensation, de Ramones.
Here’s to you, de Ennio Morricone y Joan Báez.
The model,
de Karftwerk.
La pócima del amor,
de Los Mestizos.
Need
a little love, de The Fratellis.
Father and son, de Cat Stevens.
Rehab,
de Amy Winehouse.
Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat.
Cantáis esas canciones como si fueran
vuestras, las ponéis esa sintonía emocionante así a lo bestia, como si no nos
debierais nada a los demás, como si no fueseis humanidad.
Tocáis esas baterías con tanta saña, esas
guitarras de fuego y cielo, gritáis esas melodías incandescentes a lo grande, con
los latidos de vuestros pianos de agua, como si la emoción os saliera del alma,
como si no nos estremecierais rotundamente, y lo hacéis todo pensando en
nosotros, en un auditorio universal de estrellas solemnes, de estrellas
enardecidas y festivas.
Lo hacéis ensimismados en nuestros
recovecos. Adolescentes en un mundo vibrante y al acecho, jóvenes sin edad ni
vísperas: gracias por darnos los sonidos de la respiración, gracias por
provocarnos la danza y la santidad.
Porque sin la música no hay nada, sólo el silencio de las guerras.
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