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Bunbury en el cielo de los roqueros


Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy nació en Zaragoza en agosto de 1967, cuando yo tenía ya cuatro años. Se hace llamar Bunbury, aunque también le llaman Enrique Bunbury. Comenzó su andadura musical como componente del grupo Zumo de Vidrio, allá por 1984, pero ese mismo año, cuando el grupo se transformó en Héroes del Silencio, él ya era el cantante y principal miembro de una banda que llegaría a tener un éxito internacional considerable, hasta su disolución (no definitiva, pues en 2007 regresaron brevemente) en el año 1996.

Lo de Bunbury. Nada de que Enrique Ortiz tomara ese sobrenombre de un personaje de La importancia de llamarse Ernesto, aquella obra teatral escrita a finales del siglo XIX por el británico Oscar Wilde. Bunbury es el apellido real de la consultora de comunicación y proyectos sociales Eva Bunbury, hija de John Bunbury (un militar neoyorquino, leo en internet, que vive en Zaragoza desde hace décadas). Eva fue amiga de la infancia de Enrique, desde que coincidieron en el colegio Santa María del Pilar zaragozano, regido por religiosos católicos marianistas. El caso es que, como el futuro líder de Héroes de Silencio, a los catorce años, se parecía a Eva, acabaron llamándole Bunbury. Ella y él eran los Bunbury. Cuando él ya quiso tener un nombre en la escena musical zaragozana le pidió a ella permiso para hacerse llamarse así: Bunbury. El sí lo tuvo. Y Bunbury.

Vayamos a 2009, cuando Bunbury llevaba ya trece años grabando y actuando en solitario, es decir, sin liderar Héroes del Silencio. En Televisión Española había entonces un programa de humor (muy bueno) llamado Muchachada Nui que le dedicó un día una de sus secciones, la llamada ‘Celebrities’, que puedes ver aquí: 

En aquella hilarante entrega de ‘Celebrities’, podíamos escuchar a Joaquín Reyes, que hacía del músico zaragozano decir aquello de que “Bunbury no es mi apellido real. Es una de esas cosas que no son mías y he cogido... pero de ese tema, no empecemos con ese tema”. También que “mucha gente dice que yo plagio. Coger cosas de otra gente y hacerlas pasar por tuyas sin citar las fuentes no es plagio. Plagio es cuando le pillas manía a la gente que no es de tu país”: eso decía el Bunbury de Reyes, que argumentaba que al fin y al cabo él no hacía sino lo mismo que ya habían hecho tipos como Bob Dylan, Johnny Cash, David Bowie o Henry Kissinger.

En El método Bunbury, publicado en 2020, un libro escrito por el periodista y poeta español Fernando del Val, se mostraba que, al menos, hay algo más de quinientas frases (fragmentos, digamos) de canciones del músico zaragozano que reproducen literalmente (y digo bien) frases de distintos escritores, sin jamás hacer referencia al autor primigenio de las mismas, ni en los encartes de los discos ni en declaraciones de ningún tipo. No citar, es lo que haría (hace) habitualmente Bunbury, pese a emplear textos no creados por él. Fragmentos. Hay versos de otros, incluso retazos de obras de teatro, también de novelas. Hasta declaraciones que otros han hecho en entrevistas públicas. En canciones de Héroes y en canciones ya suyas en solitario. Del Val decía al respecto que esa “fórmula, cercana tal vez al arte pop, la intertextualidad y el apropiacionismo, convive con registros de raíz popular como el proverbio, el refrán y la frase hecha”. Se habla en el libro de más de medio millar de versos a lo largo de catorce discos y se menciona entre los plagiados a Gabriel Celaya, Blas de Otero, César Vallejo, Mario Benedetti, Fernando Arrabal, José Gorostiza, Pablo Neruda, Antonio Gamoneda, Pedro Casariego, Nicanor Parra o Felipe Benítez Reyes.

Mala manera esta de ilustrar algo dedicado a uno de tus músicos favoritos de siempre. Es, sí, una feísima forma de empezar un texto elogioso de uno de los grandes artistas españoles de las últimas décadas. Voy a ver si soy capaz de arreglarlo.

Comienzo por decir (ya lo escribí antes) que… Héroes del Silencio siguieron la línea natural de Camilo Sesto, la que llevaba de la música ligera al rocanrol trastornado por el punk. Se ha ido Camilo Sesto, pero nos queda Bunbury. HABLO totalmente en SERIO.

En mi libro La música (pop) y nosotros incluí la lista de los que consideré los mejores discos de la década 2011-2020 (españoles o en español). Ahí estaban estos cuatro de Bunbury: Licenciado Cantinas, de 2011; el directo Gran Rex, del mismo año; Expectativas, de 2017; y Posible, de 2020. Ahora puedo decir que un disco posterior suyo nuevamente magnífico es el de 2025, Cuentas pendientes.

Quiero decir que la mejor manera de comprender si eso de que Bunbury plagia creo que será discerniendo si, al menos, esos plagios merecen la pena. Y la verdad es que el cancionero de Enrique Bunbury es mayúsculo: algún día debería ponerme a seleccionar sus cincuenta mejores canciones. Tendré que hacerlo. Tarde o temprano.

Aquí dejo tres o cuatro… O cinco. Pongamos seis. Siete.

En el segundo elepé de Héroes del Silencio, Senderos de traición, sonaba la incombustible Entre dos tierras, era el año 1990.



La chispa adecuada, aquella maravilla de Héroes del Silencio, estaba en su elepé de 1995 Avalancha¸ el cuarto suyo de estudio.



De mayor podía escucharse en el segundo elepé de Bunbury ya sin Héroes, al que llamó Pequeño y se publicó cuando mi hijo Arturo nació.



Bunbury cantaba en su álbum de 2022, Flamingos.



La canción Los restos del naufragio sigue poniéndome los pelos de punta, brillaba en un disco suyo de aquellos que compré, El viaje a ninguna parte, y apareció en 2004.



Hacía mucho que no la escuchaba, pero, ¿qué me dices de Los habitantes, aquella hipnótica cancionaza que engrandecía (aún más) el extraordinario álbum de 2010 titulado Las consecuencias.



Te puedes a todo acostumbrar, de 2025, estaba incluida en Cuentas pendientes.



 

Más humor, más Joaquín Reyes, esta vez en un clip de esos suyos fardones del dúo cómico Pantomima Full, de 2025, titulado ‘Banda tributo’, en el que la banda tributada es Héroes de Silencio y Reyes hace de frontman de la misma, es decir... de imitador de Bunbury. Uanmortaim.



 

Y si hablamos de versiones, ya sabes, Apuesta por el rock and roll, de Más Birras (compuesta por Gabriel Sopeña y Manuel Aznar), que ya cantaban Héroes del Silencio y grabaron en 1998, o el Frente a frente de Jeanette que Bunbury grabó once años después.



 

A lo que tengo que poner fin es a que no haya visto nunca a Bunbury actuar en vivo. Y no solamente porque el periodista musical español Fernando Neira escribiera hace años que “Enrique Ortiz de Landázuri es uno de esos raros especímenes programados genéticamente para morar sobre las tablas: engatusa a las cámaras, los focos, las retinas y hasta los hados”, que también.

Bunbury desprende “ese carisma clásico (o atemporal) al alcance de los elegidos”. No lo digo yo, que lo dice otro periodista español, Raúl Julián. Bueno, yo lo digo ahora: Enrique desprende ese carisma atemporal al alcance de los elegidos.

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