Gaizka Fernández Soldevilla y Santiago de Pablo: los comienzos de ETA
De 2024 es el libro Las raíces de un cáncer: historia y memoria de la primera ETA (1959-1973), escrito por los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Santiago de Pablo, un eslabón más en la inagotable carrera de la Historia por esclarecer la terrible experiencia que supuso la actividad terrorista vasca.
“Este libro se acerca a la historia
de los primeros años de ETA, los menos conocidos, desde su nacimiento en 1959
hasta el asesinato en Madrid del presidente del Gobierno franquista, el
almirante Luis Carrero Blanco, en 1973, casi al final de la dictadura. En él se
recopilan una serie de artículos escritos en los últimos años por cada uno de
los dos autores en revistas académicas o en publicaciones de difícil acceso, que
de este modo se ponen a disposición de un público más amplio. Además, hemos
revisado a fondo los textos, actualizando y ampliando no solo la bibliografía y
las fuentes sino también, cuando ha sido preciso, los contenidos y el enfoque”.
Al leer el volumen agradecemos que por fin se aclare la fecha de la fundación de ETA, asunto este al que se dedica el exhaustivo capítulo primero y sus 25 páginas. ETA nacería del deseo de un joven nacionalismo vasco por desmarcarse tanto de la inanidad del Partido Nacionalista Vasco (PNV) frente a la dictadura de Franco como de los propios intentos del PNV por fagocitarlo. Esta es la que los autores llaman “la mayor ruptura de la historia del nacionalismo vasco”.
“Conocer con total certeza el día
exacto en que se fundó ETA es, a día de hoy, imposible, debido a que se trataba
de una organización clandestina, a la escasez de documentación y a la
volatilidad de los recuerdos. Con el paso del tiempo, sin embargo, la
investigación histórica debe basarse en las fuentes disponibles, analizando su
fiabilidad y contrastando unas con otras, tal y como hemos hecho a lo largo de
este capítulo”.
La organización terrorista vasca se fundó en julio de 1959, antes del día
17: merece mucho la pena tener presente la cronología de los inicios de ETA con
que se cierra ese capítulo inaugural y que ocupa tres páginas.
A las primeras acciones de ETA, que comenzó su actividad violenta en
octubre de 1959, aunque no cometió su primer crimen hasta el año 68, se dedica
el segundo capítulo de un libro ahondador en la interesantísima labor
historiográfica que ya halagué más arriba.
ETA y su entorno, sus herederos y cómplices, consideraron, consideran
todavía, que “ganando la batalla de la memoria habremos ganado todas”, como
afirmara José Mari Esparza Zabalegi, director de la editorial Txalaparta,
vocera historiográfica del terrorismo nacionalista vasco. Por eso, libros como éste,
insisto, son tan necesarios ahora que se habla tanto de ganar la batalla del
relato, sobre todo por parte de quienes desprecian absolutamente el trabajo
de los historiadores. Porque, como afirman Fernández Soldevilla y De Pablo, “el
relato del propagandista no es el mismo que el del historiador”.
“El conflicto es la forma con
la que la izquierda abertzale denomina a su narrativa histórica: una
contienda étnica en la que los invasores españoles y los invadidos vascos
llevarían enzarzados desde hace centurias, o incluso milenios. Con el fin de
que puedan encajar en tal tesis, el revisionismo abertzale ha elaborado
diferentes episodios históricos que son presentados como eslabones de una misma
cadena o, por decirlo de otro modo, partes de un gran ciclo épico cuyo mínimo
común denominador es la agresión foránea desde los aquitanos que habrían
intentado parar el avance de las legiones de Julio César en el siglo primero
antes de Cristo hasta el terrorismo de ETA, pasando por las guerras carlistas
del siglo XIX y la civil del XX”.
A debelar los ejemplos paradigmáticos de la alteración e
instrumentalización de la historia con fines políticos que lleva a cabo dicha
izquierda abertzale se dedica el volumen del que vengo hablando.
En los años en que ETA comenzaba su andadura, últimos de la década de 1950
y los de la década siguiente, la oposición al franquismo que había surgido en
el interior de España, con su propia estrategia y con menos lastres heredados
del pasado, tomaba el relevo al antifranquismo exiliado: sindicatos
clandestinos, movimientos sociales, nuevos partidos políticos….
“Es cierto que las protestas, las
huelgas o las manifestaciones tampoco derribaron al régimen, pero lo fueron
debilitando y a la postre contribuyeron a poner las bases sobre las que en 1977
se restauraría la democracia parlamentaria. Por supuesto, hubo excepciones,
como ETA”.
ETA, que al igual que otras organizaciones escogería el terrorismo como
estrategia para conseguir sus objetivos.
“Es innegable que tal decisión se
tomó bajo la influencia de unas circunstancias concretas, pero hay que
descartar el determinismo histórico, la mera contextualización o las teorías
monocausales: los líderes del grupo optaron por este tipo de violencia libre y
conscientemente, tras desechar otras alternativas. Lo cierto es que existieron
otras vías, como demuestra la trayectoria política pacífica del grueso del
nacionalismo vasco, así como la de la absoluta mayoría de las fuerzas de la
oposición antifranquista”.
El terrorismo de ETA y de los otros grupos que, en mucha menor medida,
también lo ejercieron, no fue la norma. Fue una excepción.
[…]
Otros asuntos tratados en Las raíces de un cáncer son el asesinato
de Carrero Blanco o el “estudio de la situación de los sitios concretos donde
tuvieron lugar las muertes provocadas por el terrorismo vasco”, que cierra el
libro.
“La marcación de los lugares del
crimen de la violencia política vasca es inseparable del combate memorial que
aún sigue existiendo tras el final de ETA: mientras algunos partidos quieren
preservar su recuerdo, los que en el pasado han estado vinculados al terrorismo
no están interesados en la memoria de las víctimas de ETA, o al menos pretenden
que su eliminación se enmarque en un conflicto de igual a igual entre el Estado
español y ETA. Ello explica que, mientras el paraje donde cayeron algunas
víctimas se ha marcado y convertido en un lieu de mémoire, otros
permanezcan vacíos cayendo por completo en el olvido. La diferencia entre los
lugares donde murieron Pardines y Xavi (guardia civil y miembro de ETA,
respectivamente) el mismo día en un lejano junio de 1968, separados el uno del
otro por 12 km, es muy significativa: mientras el de Pardines está vacío, el de
Echebarrieta se ha convertido en un espacio de glorificación del héroe
caído”.
Y ahí es donde los historiadores parece que comenzamos a perder la dichosa batalla
por el relato ante los propagandistas ideologizados, pese a libros como el
de Fernández Soldevilla y De Pablo.
Este texto pertenece a mi artículo Las raíces de un cáncer llamado ETA (en un libro de Fernández Soldevilla y Santiago de Pablo)’, publicado el 26 de marzo de 2024 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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