El presentismo
Los historiadores hemos de
enfrentarnos al sucedáneo de Historia que ha surgido para contrarrestar al
falseamiento del pasado que llevan a cabo los poderosos. A la justificación de
la realidad (en lugar de la explicación), le ha venido a intentar sustituir el
trauma y su presentismo permanente. Vivimos en el mundo de las batallas por
la memoria.
¿Y
qué es el presentismo, te
preguntarás, lector? Muy sencillo, es la legitimación del presente a través del
acercamiento intencional del pasado, algo que funciona por el llamado principio de contemporaneidad, aquel que
evita quedarse estáticamente en el pasado.
La Historia magistra vitae entendía la historia desde el punto de vista del
pasado, pero el presentismo implica que el punto de vista es explícitamente el
del presente. El presentismo sería la consecuencia del colapso del futuro.
Un pensador francés del siglo XVIII, el ilustrado Voltaire, sería ya un
buen ejemplo de presentista enjuiciador.
Voltaire es, nos lo recuerda el historiador español ya fallecido Juan José
Carreras, un paradigma de “una Historia razonada” que acaba por ser “una
Historia sólo racionalista” cuyas desmitificaciones fueron anacrónicas pues se
dedicó a enjuiciar el pasado “con los estrechos criterios del presente”.
Para el filósofo de la Historia holandés Chris Lorenz,
desde 1980, el presentismo “implica la presencia de un pasado traumático,
claustrofóbico y acechante”.
Este texto es una adaptación de algunos pasajes de mi libro La
Historia: el relato del pasado (Sílex ediciones, 2019)
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