¿De
qué cielo nos llega la destreza y la solvencia emocional de lo que llamamos sin
dudar música? Tropiezo una y otra vez con la evidencia del sol, pero no le
encuentro jamás sentido a su silencio, a ese debatirse suyo entre la luz y las
sombras siendo como dice ser el centro de todo: ¿no lo seremos nosotros, los
humanos acostumbrados a cantar incluso en la oscuridad de la noche todo ese
sonido que nos distingue de los demás seres vivos?
[...]
No se puede vivir sin música (sin
amor) [la poesía tiene tantos cancerberos que no importa, es un sueño imposible
en el que se duermen las palabras, pero…]. En la música vibra el sonido de cada
verso como si no pudiera sobrevivirse a su rítmico estallido. En la música
navegas de la mano del amor, del amor doloroso, del amor vértigo, del amor
apacible y de pradera, del amor agua y fuego. En la música eres mecido por un
vendaval de seda y sueñas con la tierra desde la luna en la que bebes todo el
estrépito bajo tus pies. En la música eres más tú mismo que cuando crees ser
humano, sólo el amor vence a la música sólo el amor a la música derrota a la
música. Déjate lamer por el sonido que flota en las canciones, desciende a
su gloria y brilla como el nácar de los pianos, sé un bloque de hielo
derritiéndose, sé un animal de la cabeza a los pies, un animal ensangrentado a
punto de nacer una y otra vez.
[...]
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