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Rafael Canogar y el ser de pintor

Nacido en Toledo en 1935, Rafael García Cano Gómez no es desde hace tiempo Rafael García Cano Gómez, es Rafael Canogar, hasta el punto de que su hijo Daniel, también creador artístico, no solamente se hace llamar Daniel Canogar, es que se llama Daniel Canogar.

Rafael Canogar pinta y esculpe desde 1949 y como su mayor reconocimiento fue premiado, en 2003, con la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes.


En abril de 2025 tuve la oportunidad de disfrutar una antología de su obra en el madrileño CentroCentro, esa fabulosa sala de exposiciones (área cultural, por mejor decir) albergada en el edificio singular donde se aloja el mismísimo Ayuntamiento de la capital de España (llamado ahora Palacio de Cibeles, aunque originariamente, desde su erección en las primeras décadas del siglo XX, fue el Palacio de Telecomunicaciones, según proyecto de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi). Una antología denominada Rafael Canogar. [I]Realidades [Obras 1949-2004], cuyo comisario, Alfonso de la Torre, presentó como “una renovada propuesta expositiva en torno a la dilatada y fructífera trayectoria” del artista que hace que quedemos “colmados por la presencia de tal verdadero nuevo reino iconográfico que desvela la fortuna de quien ha llegado a poseer la dicha del verdadero conocimiento”.

Si se lee sobre Canogar se lee que se habla de delicadeza expresiva, de elegancia en la acción. También de espacios de investigación pictórica a través de lo textural. En el folleto de la exposición se trata su trayectoria como un recorrido creativo que desemboca en “un portentoso ser de pintor”.

Ser de pintor. Para que luego digan que esto es fácil.

 

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