Veo por fin la película estadounidense A complet unknown y la disfruto más de lo que imaginé. Hay algo indescifrable en ella que no es más que eso que llamamos arte, en este caso cinematográfico, esa mirada a la realidad a la que ponerle palabras es desfigurarla, y aún así escribimos sobre ella. Yo también.
Bueno, más bien otros… Pero yo
también: Bob Dylan es, desde que dejó de ser Robert Zimmerman, un
personaje legendario, uno de los protagonistas del siglo XX y del XXI más
influyentes en el campo de la creatividad artística. Un perfecto desconocido.
A complete unknown,
estrenada en 2024, dura algo más de dos horas (de esas que se hacen cortas,
mérito número uno) y fue dirigida por James Mangold, que escribió junto
a Jay Cocks su guion, adaptando el libro de 2015 escrito por el músico y
periodista Elijah Wald titulado Dylan goes electric! Newport, Seeger,
Dylan, and the night that split the sixties.
Dylan es en el filme un maravilloso Timothée Chalamet (un siempre atormentado Dylan, un siempre atormentado Dylan por la necesidad de expresarse no por sí mismo sino a través de la magia de las canciones que su imaginación, modelada por toda la música que él mismo sabe escuchar y apreciar, la que acabó por construir el siglo XX, un siempre atormentado Dylan que toda la crítica vio en la actuación superlativa de Chalamet), acompañado por Edward Norton (que es Pete Seeger), Elle Fanning (Sylvie Russo, una versión transformadora de la identidad real de la auténtica Suze Rotolo) y Monica Barbaro (espléndida como Joan Báez).
En este maravilloso poema
cinematográfico dedicado a las (primeras) canciones de Dylan juega un papel fundamental
la impresionante fotografía de Phedon Papamichael.
Como escribiera el crítico cinematográfico Oti Rodríguez Marchante en ABC, “desde un punto de vista cinematográfico, acierta en los colores personales y pasionales: lo que no recoge de todo su tiempo, lo recoge de toda su alma”.
Cuando se estrenó en los cines españoles, muchos de mis amigos en Facebook escribieron cosas sobre la película tan bonitas que yo me molesté en ir recogiendo (para traértelas ahora a ti). El historiador Francisco Fuster (que la otorga un 8 sobre 10) vio en “la magistral e hipnótica interpretación de Timothée Chalamet” lo mejor, pero consideraba que “le hubiera venido bien algún giro narrativo, que rompiese con la linealidad y no la hiciese tan previsible”. Por su parte, el escritor Paco Gómez Escribano (“la película me ha emocionado: me parece un peliculón”) cuenta que pasó “varios minutos estremecido por la actuación de Timothée Chalamet y su estudiada aproximación a Dylan, por las canciones” y por esa personalidad del astro estadounidense que nunca “quiso liderar nada”, que únicamente “quería componer y cantar lo que quería, cuando quería, sin etiquetas”. El ilustrador y músico Álvaro Ortega, que comenzaba por advertir de que no es fan de Dylan, pero que sí conoce perfectamente su importancia y sabe que es una figura fundamental en la cultura occidental, aunque conectó poco con él, admite sin tapujos que A complete unknown “es preciosa” y que, en ella, Chalamet “sale airoso representando la característica que más nervioso me pone de Dylan: la pose de poeta maldito intensito con vida interior tremenda que mira por encima de las Rayban al resto de la humanidad”.
El periodista musical Diego A. Manrique nos aclaró que el filme “es cine disfrutable si ignoras los anacronismos, fantasías, metamorfosis y demás imposiciones de la Ley del Biopic. To er mundo é güeno: nadie se inventa su biografía, nadie tiene problemas de dinero, nadie toma drogas, nadie compite con nadie”.
Y otro periodista musical (y gran novelista), Fernando Navarro, deja para mí un apunte fundamental: “quizá lo mejor de A complete unknown es la oda a corazón abierto a la música. De Dylan... y Joan Báez. A la música en directo como aire fabuloso para respirar. Se siente en garitos de Nueva York, en estudios de grabación, en la intimidad del hogar y en escenarios como el Festival de Newport”. Admitiendo sus trampas, Navarro dijo salir del cine “absolutamente emocionado”, pues había contemplado “una película a la altura de la leyenda de Bob Dylan. Chalamet y Edward Norton están soberbios. Voy a verla otra vez”.
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