El laberinto mar español escrito por Noemí Sabugal
La escritora española Noemí Sabugal es además periodista y se nota en sus ensayos, por lo menos en el que acabo de leer, publicado en 2024 y titulado Laberinto mar: un viaje por la vida y la historia de nuestras costas, el cuarto suyo. Sabugal (que sabe eso de que los libros nacen “de cosas que no se pudieron decir y todavía escuecen dentro de uno”) es autora también de novelas y relatos.
Una de las citas que sirven de pórtico a Laberinto mar son unos versos de Aurora Luque incluidos en su poemario de 2021 Un número finito de veranos titulado ‘Nomenclatura náutica’:
“A
otras cosas quizá las atrapa el lenguaje
y caben, cómodas y
ajustadas, en sus nombres.
El mar no es una
de ellas”.
A Sabugal no le arredran esas
palabras y se dispone a emplear ese lenguaje que tan bien moldea y expande para
hablarnos del mar, del mar y España, desde el que es su propio enlace con el
mar, en Gijón. Porque las páginas de Laberinto mar lo que hacen, lo
explica enseguida su autora, es proponer un viaje por los mares de España: “un
viaje con los ojos llenos de azul y los oídos escarchados de salitre para
escuchar las historias de sus habitantes”. Un viaje literario, añado yo,
alimentado por la intensidad informativa de un ensayo como fuente esencial de
conocimiento. Un viaje magnífico. Lo que este libro contiene es “una navegación
movida por los vientos y por la curiosidad” que no es una mera “sucesión de
puertos en los que atracar en un orden”. Sabugal sabe que “meter en un libro el
mar, los mares, es un empeño de locos —de loca—“, algo así como “una tarea
destinada de antemano a fracasar” que ella afronta “con la inconsciencia de
aquel niño que quería verter, con una concha, toda el agua del océano en un agujero
en la arena”. Como aquel sabio santificado. Y es que a la autora de Una
chica sin suerte esa infinitud del mar la llama “con la atracción que sólo
tienen las cosas que nunca comprendemos del todo”.
Al final del libro, tanto ella como
yo, comprendemos mejor eso que oculta el mar. Especialmente el mar que baña las
costas de nuestro país. Por cierto, ¿sabías que más de un ochenta por ciento de
las mercancías del comercio mundial se transporta por mar? Noemí y yo sí,
gracias ella al escribir este libro y yo al leerlo.
En Laberinto mar navegamos
galernas, acompañamos a las mariscadoras, o a las sobadoras de anchoa (como lo
fue mi madre), sabemos de mareas (esas palpitaciones “que suben y bajan dos
veces al días: dos pleamares, sístole, y dos bajamares, diástole”, cuando el
agua se retira “hacia el lento corazón del mar”) y desalinizadoras, de
naufragios y hundimientos, de migrantes que arriesgan sus vidas para llegar a
nuestras costas (“la pobreza es una agencia de viajes muy persuasiva”, en 2023
murieron o desaparecieron casi mil quinientas personas en el mar cuando
trataban de llegar a España en cayucos o pateras), sobre lo que fue la caza de
ballenas y lo que fueron aquellos viajes de descubrimiento de antaño, conocemos
lo lentamente que crece el coral rojo (más lentamente “que la comprensión del
amor e igualmente esforzado”), nos vamos a la playa (también) y volvemos a escuchar
aquel portento que es la canción Mediterráneo de Joan
Manuel Serrat sin olvidarnos de la (mala) salud de los
océanos, el cambio climático y el litroal amenazado y protegido; se nos habla
de libros (que “preservan las huellas de la vida, de las vidas, que pueden ser
seguidas en los tiempos por venir”), como el graciosísimo Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer de David Foster Wallace, Fariña de
Nacho Carretero, los maravillosos cómics Ardalén de Miguelanxo Prado
y El tesoro del Cisne Negro
de Paco Roca y Guillermo Corral, el cuento ‘El míster
& Iron Maiden’ (incluido en ¿Qué me quieres, amor?) de Manuel Rivas,
la brillante novela Gran Sol de Ignacio Aldecoa, La mar es mala mujer
de Raúl Guerra Garrido, El astillero de Juan Carlos Onetti, la hermosa
novela Fin de temporada de
Ignacio Martínez de Pisón, Los poemas del Mar Menor de
Carmen Conde, el poema ‘Con las fuerzas primeras’ de Gabriel Celaya (“el mar,
el mar que muere / y nace siempre nuevo a cada instante”), el ensayo Viajeros
científicos de Juan Pimentel, Campos de Níjar de Juan Goytisolo…
[…]
Un libro inmenso, como el Océano. Un libro que sirve para concienciarnos de que hemos de dejar de vivir de espaldas al mar y cesar en su maltrato. Un libro tan bien escrito que no me resisto a despedirlo con este ejemplo de Gran Literatura. La de Noemí Sabugal:
“Toda la luz del
Mediterráneo está en el hombro izquierdo del niño desnudo que sale del agua con
un caballo blanco y que pintó Sorolla aquí mismo, en la playa valenciana del
Cabanyal, en un verano de comienzos del siglo veinte. Frente a mí, esa misma
luz cubre el mar de una costra fulgurante, rasgada sin dolor por los cuerpos de
los bañistas”.
Este texto pertenece a mi artículo ‘Noemí Sabugal escribe sobre el mar (que es un laberinto)’, publicado el 30 de noviembre de 2024 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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