Demasiado mundo interior: Bajo Ulloa y Baby


Baby
es un “arriesgado cuento macabro, sin una sola línea de diálogo, al que se adora con vítores o se detesta profundamente", escribió Alfonso Rivera para Cineuropa. Yo, tras presenciarlo, tras sufrirlo de alguna manera, no lo adoro, ni con vítores ni con cánticos, tampoco lo detesto profundamente. Casi podría decir de esta película española escrita y dirigida en 2020 por el peculiar cineasta Juanma Bajo Ulloa que no tengo palabras. Pero sí las tengo.

Muy elogiado el largometraje por la crítica, prefiero quedarme con algo más sosegado, como lo que le leo a Alejandro Alegré en El Confidencial, para quien "Bajo Ulloa nos adentra en un macabro espacio de fantasía echando mano de un ingenioso diseño de producción y de un reparto femenino elocuentemente expresivo."


Ciento cuatro minutos de duración suele ser una buena medida para una película, aunque en este caso a mí se me hicieron algo largos, quizás porque lo que veía, lo poco que escuchaba (en el film nadie habla, ya se dijo), me dejaba más frío que boquiabierto, más confundido que ensimismado.

La música de Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte, pero sobre todo la fascinante dirección fotográfica de Josep M. Civit, esas imágenes por sí solas memorables, fueron capaces de que yo persistiera como espectador de esta asombrosa (en el sentido neutro de la palabra) película a la que le faltó para que a mí me gustara que lo que se me contase cobrara en mi espíritu, en mi ánimo, algo de interés comprensivo.

La película, por cierto, está interpretada exclusivamente por mujeres: Rosie Day, Harriet Sansom Harris, Mafalda Carbonell, Natalia Tena, Charo López, Susana Soleto, Natalia Ruiz y Carmen San Esteban.

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