Soy el mayor de todos, le saco dos meses a Míchel y medio año a Butragueño. El benjamín es Rafita. Rafael Martín Vázquez.
De Rafa se ha dicho siempre que era el mejor de nosotros, el
más técnico, el que mejor dominio del balón y visión de la jugada poseía.
Nunca tuve claro que todo eso fuese cierto.
Es verdad que Martín Vázquez jugaba de maravilla, era un
auténtico jugador de clase, la tocaba como la seda. Pero aseverar que era mejor
que Manolo Sanchís, Míchel o Emilio
quizás sea mucho aventurar.
Lo cierto es que toda la trayectoria profesional en el Madrid
la hicimos juntos en el Bernabéu: Rafa y los demás sobre el césped y yo a 20
metros de ellos, sobre el cemento.
Y cada uno a lo suyo, cumpliendo su labor a rajatabla.
Ellos dedicándose a jugar de escándalo, a trenzar jugadas
maravillosas y a meter unos golazos de impresión y yo a aplaudirles y a no
parar de animarles y alentarles.
Ellos corrían y movían el balón y yo saltaba y agitaba la
bufanda.
El guion era sencillo y cada cual fuimos unos cracks en sus respectivos puestos.
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El autor con Martín Vázquez. |
Por supuesto yo también me jubilé con ellos, eso es algo que
lo tenía claro y lo llevaba anunciando desde algún año antes. Y con mucha más
razón aún al nacer Raquel, mi segunda hija, en mayo del 96, y tener claro que la
tarde de los domingos ya dejaban de estar planificadas para ir al fútbol.
Así que, la misma tarde que Michel besó el Bernabéu en el
partido de su adiós, fue también mi último día en la grada como socio del Real Madrid, después de 18
años (desde mayo del 78), donde disfrutamos como enanos en gloriosas tardes de
liga y noches memorables europeas de remontadas inolvidables.
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