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Gracias a la vida; por Rafael Narbona


Piedad, mi mujer, ha pasado por un cáncer y yo estoy superando una ateromatosis de las arterias coronarias gracias a varios stents. La enfermedad nos ha revelado nuestra fragilidad, pero no estamos dispuestos a vivir con miedo. La totalidad de lo vivido arroja un balance positivo, pese a que hemos atravesado páramos con nombres terribles, como Depresión, Ansiedad, Suicidio y Pérdida. Nada de eso nos impide celebrar la vida y manifestar que creemos en Dios y en el ser humano. No creemos que un cosmos donde han surgido las nociones de bien, verdad y belleza sea fruto del azar. La humanidad ha hecho cosas horribles, pero los gestos de generosidad superan a los de crueldad. Hoy en día mueren inocentes en Gaza, Ucrania, Rusia, Sudán y otros lugares menos conocidos, pero hay muchas conciencias que se solidarizan con las víctimas y hacen lo posible por aliviar ese sufrimiento injusto.

Piedad y yo hemos pasado momentos de dolor, incertidumbre y desesperanza, pero también hemos compartido cuarenta años de amor y felicidad. Nuestras vidas están justificadas por el cariño, la ternura y el compromiso. Cualquier vida con amor es una vida fructífera, una vida digna de ser vivida. "Ama y haz lo que quieras", dijo san Agustín. Nosotros incluimos en el amor a nuestros perros y gatos, que no son mascotas, sino compañeros de vida, una parte esencial de la familia. Si nos guiáramos por el imperativo de amar sin medida, el mundo sería un lugar mucho más amable. Cuanta razón tenía Violeta Parra: "Gracias a la Vida que me ha dado tanto".

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