Los últimos ochenta años de Inglaterra engastados en otra joya de Jonathan Coe
La decimocuarta novela del extraordinario escritor británico Jonathan Coe apareció en 2022 y fue traducida a mi idioma de manera notable por Javier Lacruz dos años después: se titula Bournville y es nuevamente otra maravilla literaria incomparable. Una de esas obras que me han conmocionado hasta las lágrimas de absoluta felicidad una vez que acaban de reposar su magnificencia ante mis sentidos. Ante todos mis sentidos.
Este recorrido brillante (de los personajes literarios creados por Coe para Bournville) por la historia reciente de Inglaterra (del Reino Unido, también, por tanto) comienza cuando la Gran Pandemia se acercaba sin que la creyésemos, en los primeros meses de 2020 (“había un ambiente de tensión, como si la gente fuera cayendo poco a poco en la cuenta de que algún acontecimiento imprevisto e inminente estaba a punto de desbaratar su vida cotidiana de una manera que aún no comprendían y para la que no estaban preparados”), para retroceder hasta lo que los británicos llaman el Día de la Victoria en Europa, el 8 de mayo de 1945, que puso fin a la guerra contra Hitler dentro de la Segunda Guerra Mundial (cuando aquellos “niños que gritaban y cantaban serían los que cargarían años siguientes sobre sus hombros, reconstruyendo el país tras seis años demoledores, dejando en paz la memoria de la guerra”, cuando “todo el mundo parecía nervioso, medio emocionado y medio agotado, como dividido entre la alegría de que la guerra se hubiera acabado por fin y la libertad de admitir finalmente el calvario que había sido y de hundirse en una profunda depresión a modo de respuesta”); y de ahí ir avanzando por la coronación de la reina Isabel II el 2 de junio de 1953; la final del Mundial de fútbol que ganó Inglaterra, el 30 de julio de 1966 (aquella época en que pareciera “como si las canciones vinieran de otro mundo, un mundo de melodía y color, libertad e ingravidez, ambigüedad y transgresión”); la investidura de Carlos como príncipe de Gales, el 1 de julio de 1969; la boda de Carlos y lady Diana Spencer, el 29 de julio de 1981 (“ya no estamos en los setenta, tenemos una primera ministro nueva, ¿o no te habías dado cuenta?; y ella no cree en todas esas chifladuras de los hippies, a partir de ahora, nosotros contra ellos es como va a ser la cosa: un juego de todo o nada, pon algo en una balanza, ¿y qué pasa? que un lado baja y el otro sube, es el orden natural de las cosas; y si el mundo se va a dividir entre ganadores y perdedores, sé de qué lado quiero estar; todos tenemos que elegir, a ti tampoco te vendría mal... y pronto, no vaya a ser que te quedes atrás”); el funeral de Diana, princesa de Gales, el 6 de septiembre de 1997; el 75 aniversario del Día de la Victoria en Europa, el 8 de mayo de 2020
“No puedes huir del presente”.
Cuando
un escritor portentoso como es Coe […] nos traslada a lo largo de los días
consigue elevarnos sobre el tiempo para permitirnos comportarnos como
auténticos humanos subidos a la espalda de un gigante (abismados ante cada
“momento eterno en suspenso” que les regala a nuestros sentidos):
“Pasado,
presente y futuro: eso era lo que percibía en el estruendo de las voces
infantiles que venían del patio en el recreo del mediodía. Como el murmullo de
un río, como un golpe de marea, un contrapunto lejano al frufrú de su escoba en
el umbral, una voz incorpórea susurrándole al oído una y otra vez como un
mantra: Todo cambia, pero todo sigue igual.
[…]
Pasado,
presente y futuro: eso es lo que se percibe en el sonido de las voces
infantiles. Un susurro en el aire que te dice: «Todo cambia, y todo sigue
igual». Y aún puedo oír esas voces, junto con las olas del mar mientras
rompían suavemente en la arena, y los chillidos de las gaviotas que
revoloteaban por encima de mí. Me puedo imaginar a mí mismo tal como era esa
mañana, con una camiseta a rayas y unos pantalones cortos azul marino, parado
en el mar con el agua casi hasta las rodillas, pensando... Dios sabe qué. No
pensando en nada particular, me atrevería a decir”.
Y
la música: esta vez, destacadamente, los cincuenta minutos del Cuarteto para
el fin de los tiempos compuesto (para clarinete, violín, chelo y piano) en
1940 por el francés Olivier Messiaen cuando se hallaba preso de los
alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y el Hymnus Paradisi,
compuesto (para soprano, tenor, coro y orquesta) entre 1936 y 1938, basándose
en una obra suya Réquiem, de hacía algunos años, por el británico Herbert
Howells a raíz de la muerte de su hijo Michael (“tal vez la música más
triste jamás escrita”), estrenado en 1950 y de 45 minutos de duración.
Coe
acaba su excelso libro con una nota de la que destaco lo siguiente:
“Aunque
Bournville es una novela, y una obra de ficción, el personaje de Mary
Lamb está fundamentalmente basado en mi difunta madre, Janet Coe. Sin embargo,
cualquier conexión con mi propia historia familiar se acaba ahí. […] Y aun cuando
he situado la historia en lugares de las Midlands que me son familiares por mi
infancia, las cosas que les suceden son totalmente inventadas. […] En cuanto al
‘Boris’ de pelo alborotado que aparece por primera vez en la parte de Bruselas,
aunque puede, evidentemente, resultarles familiar a algunos lectores, sigue
costando determinar con absoluta certeza si es un personaje de ficción o no.”
En esa nota, el novelista inglés nos avisa de que, aunque Bournville puede leerse por sí sola, en realidad forma parte de algunos libros suyos “vagamente conectados entre sí que llevo escribiendo ya varios años bajo el título de ‘Inquietud’. Los otros son: Expo 58, La lluvia antes de caer y El señor Wilder y yo. […] Espero escribir un libro más de esta serie en algún momento”.
[…]
Todo
cambia.
Pero
todo sigue igual.
Las
novelas de Jonathan Coe inundan de vida las ciudades de nuestro corazón.
[…]
Este texto pertenece a mi artículo ‘Bournville es la cuarta novela de la serie ‘Inquietud’ del grandioso Jonathan Coe’, publicado el 23 de diciembre de 2024 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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