El señor Wilder y yo: el señor Jonathan Coe y yo
La decimotercera novela del escritor británico Jonathan Coe es una obra maestra. El señor Wilder y yo fue publicada originariamente en 2020 y traducida de una forma espléndida dos años más tarde por Javier Lacruz a mi lengua.
Calista Frangopoulou,
compositora de música para películas, es la narradora y ¿protagonista? de la
novela. Ella dice de sí misma: “todas las cosas y todas las personas me
recuerdan alguna película”.
Y, en la página 16… ¡Boom! Aparece Dios: aparece el gran Billy Wilder (él es el señor Wilder, y yo es Calista). Y, poco después, llega también su socio y co escritor de sus últimas trece películas: I.A.L. Diamond.
“Me gustó cómo la contó el señor Diamond, cómo le
brillaron los ojos cuando llegó al final del chiste, cómo para él, aunque fuera
solo un momento, contar aquella gracia aportaba un instante de extraña alegría
y claridad al mundo. Y me di cuenta de que, para un hombre como él, un hombre
esencialmente melancólico, un hombre para el que este mundo cruel solo podía
ser una fuente de amargura y desilusión, el sentido del humor no era solo algo
bonito sino algo necesario, que contar un buen chiste podía aportar un momento,
fugaz pero maravilloso, en el que la vida tenía un extraño sentido y ya no
parecía azarosa ni caótica ni inescrutable. Me alegró pensar que en medio de
todos los problemas espinosos del mundo seguía conservando aquella fuente de
consuelo”.
Sí, el también grandioso
I.A.L. Diamond y su más valiosa respuesta: “claro, ¿por qué no?”
La música y la música del
silencio, lo que pasó en Auschwitz y los ojos de quien todo aquello que tenía
que ofrecer ya nadie lo quiere de verdad.
Esta joya literaria de Coe
incluye un guion de cine, uno auténtico: uno de Wilder, uno de Coe, un guion
absoluto que, ojalá, alguien ruede alguna vez.
El cine, la música, la
literatura: la perfección.
Puede que esta novela sea,
como dice Calista, un poco como es la película Fedora, la penúltima de
Billy Wilder: una obra de arte que tiene muchas cosas importantes que decir
sobre la edad, la belleza, sobre cómo idolatramos la juventud y la fama.
Quizás (“¿cómo lo haría Lubitsch?”) con elegancia, astucia, insinuación, todo
embadurnado de un ligero cinismo.
Jonathan Coe reconoce que
nadie le ha influido tanto en su vida como el cineasta de origen centroeuropeo.
De tal manera que si lo que ha querido con su reciente novela es rendirle un
homenaje literario, se lo ha dado con creces: le ha rendido un tributo
maravilloso. En ese homenaje hay más arte festivo, ocurrente, que melancolía,
más amor por el futuro que deseo de remedar el pasado. Es una majestuosa
ofrenda reverencial elaborada con las más sutiles y hermosas herramientas que
la literatura puede prestar a esos genios que, como el escritor inglés, son
capaces de detener el tiempo sobre las páginas de un libro.
Las sabias palabras de Billy
Wilder le dicen a la protagonista de la novela:
“Cuando te haces viejo, las esperanzas disminuyen y
los arrepentimientos aumentan. El reto es aún afrontarlo. Impedir que los
arrepentimientos pesen más”.
Y estas otras:
“La vida es horrible. Eso lo sabemos todos. No te hace
falta ir al cine para darte cuenta de que es horrible. Vas porque durante un
par de horas le darán a tu vida un poco de chispa, ya sea por humor o las
risas, o aunque solo sea…, no sé, por unos trajes bonitos o unos actores guapos
o algo; una chispa que no tenía antes. Un poco de alegría, supongo”.
Disfrutar cuando se disfruta.
La urgencia por crear y
ofrecerle algo al mundo: gracias Billy, gracias Jonathan, por ofrecerle al
mundo, a mí al menos, a quienes amo, algo. Algo tan bello.
Aunque, señor Coe: no le
perdono que me haya hecho llorar de emoción bondadosa al acabar de leer su
novela, una vez más magnífica. […]
Codita. Esto es
una bola extra. Las trece películas que hicieron juntos I.A.L. y Billy
fueron estas joyas magníficas (prácticamente todas lo son, con alguna
excepcioncilla): Ariane (1957), Con faldas y a lo loco
(1959), El apartamento (1960), Uno, dos, tres...
(1961), Irma la dulce (1963), Bésame, tonto (1964),
En bandeja de plata (1966), La vida privada de Sherlock Holmes
(1970), Avanti! (1972), Primera plana (1974), Fedora
(1978, cuyo rodaje es el hilo conductor de la novela de Coe) y Aquí, un
amigo (1981). Como para no deberles a ambos prácticamente LA VIDA.
Este texto pertenece a mi artículo ‘El señor Wilder y yo: el señor Jonathan Coe y yo’, publicado el 23 de febrero de 2022 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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