Mis cuentos (musicales)
Carry that weight y otros cincuenta cuentos (musicales) es mi primer libro de narrativa breve. En el siguiente texto aparecen los títulos de esos relatos. Y todos los artistas musicales que se escuchan en él.
Suena la música en
cada uno de los cuentos: se celebra una boda en Lubbock, canta Buddy Holly; las preguntas en la noche
de Gene Vincent llegarán en Madrid hasta Burning y Tequila porque ha dicho
que sí Elvis Presley.
Di que fue un sueño,
Judy Garland (Neil Young espera): teamarémientrasviva, en aquella
eternidad de los Rolling Stones acabando su concierto en el Calderón.
Los Beatles dibujan
en el cielo carry that weight y yo tengo que
escribir un cuento sobre eso aunque Neil Diamond, los Kinks y los Doors silben
bajo el mar aquello de ‘el alma, tenerla o no tenerla’.
A mí lo que me gusta es
el flamenco… y otra cosa no me va. No me va. No me va.
Cuca aguarda en su novela mientras
sigue gritando Josesúbete y un gorrión baila una canción de
Joan Manuel Serrat (1-2-1 de Pan Am) y algunas de Juan Bau, Los
Puntos, Camilo Sesto y Nino Bravo: me rilo.
Raphael talla su personaje en madera de árbol.
Ahora canto yo, en un autobús camino
de Lloret de Mar, canto Déjame vivir con alegría junto a Vainica
Doble (para que todos los caminos lleven a ningún sitio).
Cars and girls,
Bruce Springsteen, el año del gato, Peter Frampton y Al Stewart: recuerdos
con Yes, Mamá, Jethro Tull y The Clash, tan poco The Clash y tan triple a precio de doble.
Sí, sí, ya, ya, sí, no,
no, ya, sííí, sí: van a salir al escenario Asfalto, ya no Michael
Jackson, pero sí Los Smiths en Camoens y Madness en el Botánico.
A los hijos del rocanrol, bienvenidos: el que grita ahora (por lo bajini) es mi padre. Se lo dice a Miguel Ríos, a Pink Floyd, a Bob Dylan (Londres tendrá que esperar) y un poquito a Mike Oldfield.
Con los ojos cerrados,
bailamos a Santana, a Chicago… No fue un sueño, Blondie, fue másqueunsentimiento
(lo saben las guitarras de Boston y el alcohol de Dr. Feelgood). Pero tú, Judy,
no lo digas. No.
Un dios necesario era
Jimi Hendrix, que no quiso llegar a hacerle gemir a su guitarra aquel Bestebpó
de Grease en marzo de 1979 (cuando escuchábamos en clase a Supertramp,
a escondidas… Cada tarde).
Se enamoró de un fan Rubi
(sin Los Casinos), ajena a aquellas escenas de rocanrol con Ramoncín y
David Bowie (Marte es mucho Marte).
Cerca de mí,
aquella canción del año 88 brilló durante una décima de segundo sin que Nacha
Pop pulsara secretos de Los Secretos en el corazón de John Fogerty
(dentro y fuera de la Creedence Clearwater Revival a la vez).
‘Desde el Olimpo dicen que
tienes… sed de champán’ canta Radio Futura: a la hora en que Andrew Bird,
Domingo y Los Cítricos, Beach House y los Bee Gees funden en nuestras
voluntades alguien a quien amar.
Para impresionarte se sostienen 091 en nuestras vidas, echando de menos a Kiko Veneno, en la lejana sensación de permanecer en los ojos de Peter Gabriel.
Antonio Carmona ve a
Ángel Nieto y no se muere. Y la culpa de todo la tiene
Philip K. Dick, aunque The Specials le susurren a Luis Prado que el fin del mundo es ya, digan Gabinete
Caligari lo que digan del chachachá.
Al fin y al cabo, Gonzalo Queipo
de Llano nunca escuchó a Mecano.
Arcade Fire no sabía que te
buscaba en la verdadera realidad de Tricky. Ni Wilco que bailar
un vals no es bailar.
Aquel libro de 2022 en el que salían Matt
Maltese, Calexico y Dolly Parton.
Ahora empieza la novela de
King Crimson…
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