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La colonia del Pico del Pañuelo no está en el Pico del Pañuelo (o sí)


La denominación Pico del Pañuelo es anterior a la construcción de la colonia madrileña, conocida por el mismo nombre, donde me crie, cerca de la que aún vivo y en la que vivieron mis padres durante décadas hasta su muerte.

En el proyecto que el arquitecto de la Oficina Técnica Municipal del Ayuntamiento de Madrid Fernando de Escondrillas llevó a cabo en 1927, la colonia, construida durante los dos años siguientes, no tenía una denominación específica. En sus planos y documentos se hacía referencia a todo ello como Proyecto de Casas Baratas de Alquiler. Es de suponer que pasó a ser conocida como del Pico del Pañuelo por haber sido construida en lo que algunos entendieron que era el sitio así llamado en aquella misma zona. Pero…


 

Vayamos hasta el siglo XIX

Por Real decreto de 19 de julio de 1860 se aprobó el anteproyecto de Ensanche de Madrid, si bien hasta enero de 1898 no se aprobaría el plano definitivo. 


Al Ensanche de Madrid se le llama en ocasiones Plan Castro, pues fue el urbanista Carlos María de Castro su principal promotor. Según consta en una publicación muy detallada del Ayuntamiento de Madrid aparecida en 1917 titulada Ensanche de las poblaciones: disposiciones oficiales de carácter general relativas al ensanche de Madrid desde el Real decreto de 8 de abril de 1857, que ordenó se formulara un proyecto de Ensanche, hasta la últimamente publicada, ampliando la deuda para pago de expropiaciones, a la hora de dejar claros los límites de la llamada zona exterior de la zona de Ensanche, se acaba diciendo: “líneas del ferrocarril del Mediodía y de circunvalación, arroyo de Atocha o de Carcabón, camino de Yeserías (hoy calle de Méndez Álvaro) y vías férreas de circunvalación otra vez y de Ciudad Real hasta el camino del Molino y sitio de la glorieta del Pico del Pañuelo; desde este último punto sigue una línea imaginaria hasta encontrar al río Manzanares, en el sitio llamado «Vado de las Delicias», donde termina el paseo de este mismo nombre; y, a partir de este último, siguiendo rigurosamente la orilla izquierda del río, va a cerrar por completo en el «Vado de Migas Calientes», punto de partida de este límite”. Ese librito incluía todas las modificaciones introducidas en el plano del Ensanche, desde 1903 hasta 1915.

Por cierto, al citado arroyo Carcabón (también Carcavón), soterrado desde hace más de un siglo, hoy colector, también se le denominó de la Fuente Castellana, de la Castellana o del Prado.

En un anuncio en la prensa de finales de aquel siglo XIX se le llama parcela de Pico de Pañuelo al lugar:

 

“Se vende por solares o manzanas todas las tierras a la derecha del paseo de las Delicias, desde la estación a la última glorieta, también a la izquierda; la parcela denominada Quiñones o Pico del Pañuelo, esquina al de Embajadores. Informará su dueño, calle del Almirante, número 12, principal izquierda”.

La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXXVI Número 10080 - 1885 octubre 27

 

Pocos años más tarde, en el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid del 9 de octubre de 1899 se publicaba un real decreto que decía así:

 

“En el expediente y autos de competencia promovida entre el Gobernador de la provincia de Madrid y la Audiencia de esta Corte, de los cuales resulta: Que ante el Juzgado del distrito del Centro se presentó en 7 de Mayo de 1897 una demanda de interdicto de recobrar por D. Luis Canero y Barco, contra la Compañía de los ferrocarriles de Madrid & Cáceres y a Portugal, en virtud de los hechos siguientes: que desde principio del año 1888, D. Luis Canero lleva en arrendamiento y viene cultivando una finca llamada La Garita, destinada á huerta, sita en el término de esta Corte, en el punto conocido con el nombre de Pico del Pañuelo, al final del paseo de las Delicias, con la cabida y linderos que se determinan; que cuatro años antes de la expresada fecha, ó sea al comienzo del año 1884, tomó D. Luis Canero en subarriendo dicha huerta, y para regarla y fertilizarla ha utilizado desde entonces, sin interrupción alguna, parte de las aguas fecales que, de las derivadas exprofeso para el riego de la acequia general del sur de Madrid, ó sea del arroyo llamado comúnmente Carcavón junto a la estación del Mediodía […] Conformándome con lo consultado por el Consejo de Estado en pleno; En nombre de Mi Augusto Hijo el REY D. Alfonso XIII, y como REINA Regente del Reino, Vengo en decidir esta competencia á favor de la autoridad judicial. Dado en San Sebastián á 24 de Agosto de 1899.

MARÍA CRISTINA

Presidente del Consejo de Ministros, Francisco Silvela.

(Gaceta de Madrid, 27 Agosto 99.)”

 

 

Vivero, huerta…

En el Plano de Madrid y pueblos colindantes al empezar el siglo XX, alzado por el cartógrafo Facundo Cañada en 1900, aparece una h (¿huerta?) del Pico del Pañuelo de Gabriel Padrós, delimitada por el paseo del Molino (el vial que entonces era la prolongación del paseo Blanco, luego calle de Embajadores), el paseo de la Chopera (que entonces se prolongaba en lo que ahora es el paseo del Molino) y el paseo de las Delicias (con tres plazas o glorietas en cada vértice, que aunque van sin nombre son las que hoy se llaman plaza de la Beata María Ana de Jesús, de Legazpi y de Italia).


Aquel Gabriel Padrós, de segundo apellido Costa, fue un ingeniero industrial nacido en la tarraconense Reus en 1832 y fallecido en 1904 en Madrid, donde tuvo un negocio dedicado a la fundición de hierro y bronce y a la construcción de maquinaria industrial y material de artillería, así como a las obras públicas, negocio que sus hijos continuarían. La sede de su empresa estaba en el paseo de las Delicias. A finales del siglo XIX, en 1895, fue relativamente célebre por un hecho luctuoso cuando siendo el adjudicatario de la subasta de cartuchos de artillería del Polvorín de Sant Ferran en Palma de Mallorca tuvo lugar el estallido de aquel recinto militar.

Su hijo, José Padrós Imbrol, heredó aquella huerta del Pico del Pañuelo (y los talleres de construcción de máquinas del paseo de las Delicias). Leo en la Gaceta de Madrid (antecedente del BOE) de 18 de diciembre de 1908 lo siguiente:

 

“D. Mariano Lujan y Tejada, Juez de primera instancia de distrito del Hospital de esta Corte. Por el presente hago saber que en este dicho Juzgado y por la Escribanía del que refrenda se tramitan autos ejecutivos que se encuentran en la vía de apremio, á instancia de Don Manuel Montilla y García, contra D. José Padrós é Imbrol, en los cuales, en providencia de 12 de este mes, se ha acordado sacar á la venta en pública subasta por primera vez y término de veinte días, de las participaciones de finca siguientes:

[…] Otra participación de ocho treinta avas partes en una finca rústica ó tierra llamada Vivero de Santa Isabel, conocido con el nombre de Huerta del Pico del Pañuelo, situada en término de esta Corte, entre el paseo que de la Puerta de Atocha baja al puente de Santa Isabel, llamado de las Delicias, el que del Portillo de Embajadores baja á la China y el de la orilla del Canal, llamado de los Yeseros; lindando al norte con el enlace del camino de las Delicias y el que de éste sal llamado del Molino, y Poniente camino de las Delicias, que ocupa una superficie de 38.680 metros cuadrados, y ha sido tasada pericialmente dicha participación en 7.736 pesetas”.


 

Explico de inmediato qué era aquello del Vivero de Santa Isabel que acabamos de ver relacionado con el lugar del Pico del Pañuelo. Me detengo ahora en un libro publicado en 2019 por el Ayuntamiento de Madrid titulado Cultivares, un recorrido de 200 años por los viveros municipales de Madrid, coordinado por Carmen Toribio Marín y Rosa Fernández Fontanet, en cuyo prólogo, la entonces alcaldesa Manuela Carmena firmaba un texto que decía, entre otras cosas que…

 

 

“Los viveros municipales son, además, una muestra clara de ese espíritu pionero, de esa capacidad visionaria que tiene Madrid. El arbolista mayor de Madrid, Antonio Sandalio de Arias, propuso al Ayuntamiento la creación de uno. Fue a principios del siglo XIX y un año después, en 1818, nacía Migas Calientes, el primero de los tres viveros con los que Madrid cuenta actualmente. Nuestra red de viveros dice también mucho de la idea de ciudad que Madrid es, ha sido y quiere ser. El desarrollo de los viveros va ligado a la configuración urbanística de la ciudad, a cómo aspira ser y a cómo quiere que sea la vida de sus habitantes. Y a Madrid siempre le ha gustado el verde”.

 


Voy ahora a explicitar las referencias de ese texto (Cultivares, un recorrido de 200 años por los viveros municipales de Madrid) al vivero que había en el lugar llamado del Pañuelo.

 

“En un documento de 1819, sobre los posibles emplazamientos del vivero de árboles que iba a formar Antonio Sandalio de Arias, éste señala entre otros:

- La Dehesa de la Arganzuela, entrada por el puente de Toledo, entre el río y el Real Canal. Tenía como ventajas contar con guarda, tener impedido el paso para coches y caballerías, y la inmediación del río para el riego.

- La huerta de la Arganzuela, que está junto al paseo de las Delicias y el que se dirige al Portillo de Embajadores, y tiene noria y casa. Posiblemente no se encontraba en la orilla del río, sino cercana a la tierra del Pañuelo, que más adelante analizaremos, aunque no hemos encontrado este topónimo en ningún plano consultado.

 

“La tierra del Pañuelo, que recibía su nombre de su forma triangular, estaba «situada a lo último del paseo de las Delicias» con el paseo de Embajadores, y el paseo de las Yeserías del Canal, como se ve en la Hoja Kilométrica [Fig.16]. Su segundo nombre provenía de su cercanía al puente de Santa Isabel, y no aparece mencionado hasta su transformación en vivero.

 

“La primera noticia documental que tenemos del futuro vivero es de 1836, con la subasta de una tierra llamada del Pañuelo en la Dehesa de la Arganzuela para pasto del ganado de Limpiezas, momento en el que el terreno quedó vinculado al ramo de Limpiezas de Madrid. Se cumplía así la petición de la Comisión de Policía Urbana, que defendía la necesidad «de tener destinado para el ramo de Limpiezas un terreno de una extensión regular para el cultivo de la alfalfa, u otra clase de verde con que poder refrescar el ganado mular, pues el trabajo penoso a que están destinados lo hace preciso y así lo ha indicado muchas veces el catedrático de veterinaria D. Antonio Santos, a cuyo cargo está la curación del ganado de esta dependencia, señalando que varios de los cólicos que padecen las mulas son debidos a los grandes depósitos que se han hallado en el estómago en las autopsias de su cadáver, y obrando como un purgante les hace arrojarlo». El documento aclara que «por esta razón se dio al ramo de Limpiezas la tierra llamada del Pañuelo, donde se cultivó la alfalfa, en la mitad de su cabida y la otra mitad de cebada para la manutención de las yeguas del Coche de Su Excelencia, (…) sin gastos para el Ayuntamiento porque todas las labores, acarreos y demás se hacen con operarios y ganado de limpiezas.

De este terreno, por tanto, se rentabilizaban los pastos, que se vendían bajo la inspección del comisario de Limpiezas. Poco después, en 1849, Pablo González pidió el cargo de hortelano de la tierra llamada del Pañuelo. Ese mismo año la municipalidad, viendo que sus necesidades de plantas no se cubrían con el vivero de Migas Calientes, decidió destinar la tierra del Pañuelo a vivero. No obstante, ambos comisarios, el de Limpiezas y el de Arbolado, debían estudiar antes si el terreno rentaría más como semillero que con la venta de alfalfa y cebada. El de Arbolado defendía la necesidad urgente de aumentar el vivero: la compra de plantas había subido de precio; al destinar el Pañuelo a criadero —11 fanegas— en cuatro años, habría planta suficiente para cubrir las necesidades de Madrid, e incluso vender el excedente; las plantas tendrían más robustez y calidad que las actuales; y, además, no se tendrían gastos extraordinarios para la plantación del vivero porque servirían sus mismos peones y carros, y el riego ya estaba convenientemente establecido

Por su parte, el comisario de Limpiezas respondió que se necesitaba un terreno cercano a Madrid para el cultivo de alfalfa y cebada para el ganado de Limpiezas. Aunque el Pañuelo tenía las condiciones perfectas, además de tener criada la planta que aún podía vivir cinco años más, como el ramo de Arbolados lo había solicitado como vivero, no tendría inconveniente en ceder a esta demanda siempre que se le entregase en el Soto de Migas Calientes 11 fanegas de lo que había estado arrendado para pasto y cuyo contrato concluía en 1849. Aun así, el comisario de Limpiezas proponía que el terreno del soto de Migas se usase mejor como vivero, dada su cercanía al otro —sólo les separaban 18 o 20 fanegas cedidas a Casimiro Monier para Porticci, en pleito con el Ayuntamiento—, con acceso directo al agua, mayor extensión, etc. Pero respondía que acataría la decisión del consistorio, siempre que se le dejase recoger la cebada y, aquel verano, dar la alfalfa al ganado. En agosto, y pese a las opiniones desfavorables de ambos comisarios, se entregó el terreno del Pañuelo al comisario del ramo del Arbolado, y, como hemos visto, se tomó posesión del soto para el ramo de Limpiezas.

[“En 1849, y ante la imposibilidad de ampliar el vivero con Porticci, Lucas de Tornos planteó la creación de un criadero en otro terreno de Madrid, el de Santa Isabel o del Pañuelo, perteneciente al ramo de Limpiezas”.]

Tras ello, en 1849, se fue acondicionando la zona: se reparó la casilla para el guarda de Arbolados en la tierra del Pañuelo, y en 1855, se autorizó la reparación del estanque del vivero de Santa Isabel, en tal mal estado que se salían las aguas por diferentes puntos y no se podía llenar lo necesario para regar el plantío194. Según Lucas de Tornos, el vivero de Santa Isabel, existente ya en 1851, no estaría en uso hasta 1853.

Las Memorias del director de Paseos y Arbolados informan sobre el número y tipo de árboles del nuevo vivero de Santa Isabel en 1851, 1852 y 1855, con 15 cuarteles: olmos, acacias se tres puntas, sóforas, fresnos, moreras, multicaulis, robles, tuyas, y castaños de indias. En total en 1851 había 20.856 árboles y 101 «eras». En 1852, se disponía de 19.412 árboles y 60 «eras de almaciga»; mientras que, en 1855, existían 17.000 «pies de árboles».

En 1860 el vivero de Santa Isabel contaba con trece cuarteles. Se cultivaban básicamente las mismas especies que en su origen, con un total de 12.764 ejemplares, es decir, hubo una disminución progresiva del arbolado en diez años. Llegado 1866, se entregó la posesión del vivero de Santa Isabel a Francisco Gaviria. De hecho, en octubre de 1865, en el Estado General de árboles, arbustos y eras de semillero en paseos, jardines y viveros del Ayuntamiento por Lucas de Tornos, este vivero ya no aparece. Ese mismo informe nos acerca al porqué de su desaparición: ya estaban funcionando los viveros de Migas Calientes, Porticci y San Fernando, además de la estufa de la Pradera de los Guardias. La cesión de 1866 debió de ser en venta, pues El Diario Oficial de Avisos de Madrid de 7 de julio de 1867 nos habla de la venta por un particular en subasta pública de la «hacienda sita dentro del ensanche de esta capital, conocida con el nombre de Vivero de Santa Isabel inmediata al puente del mismo nombre sobre el canal de Manzanares», con 498.975 pies superficiales. Desde ese momento, el vivero de Santa Isabel deja de aparecer en la documentación como tal”.

 

Esa zona que llaman aquí del Pañuelo sí es un auténtico pico del pañuelo, pero no coincide con el área donde está la colonia de ese nombre, sino que es el triángulo formado entre las actuales plazas de la Beata, Legazpi e Italia, con la calle de Embajadores y los paseos de las Delicias y del Molino como límites exteriores laterales. El mismo triángulo que aparecerá nítidamente, como ya vimos, en el mapa de Facundo Cañada de 1900.

Regreso a José Padrós Imbrol. En Los barrios negros. El Ensanche Sur en la formación del moderno Madrid (1860-1931), la tesis doctoral del historiador Fernando Vicente Albarrán hecha pública en 2011 por la Universidad Complutense de Madrid, cuando se habla de los mayores contribuyentes fiscales del Ensanche Sur donde se enclava el hoy distrito de la Arganzuela, se nos dice, siguiendo el padrón de 1905, lo siguiente:

 

“Emilio Minuesa era el mayor contribuyente del Ensanche Sur en 1905, con 3.131 ptas. anuales de contribución. José Padrós era el 3º, con 2.965’76 ptas. anuales, por detrás del ilustre director del ferrocarril M.Z.A., Nathan Süss, y Juan Bou el 5º, con 1.384 ptas. anuales., AVM, Estadística”

 

En dicha tesis se afirma además que José Padrós era, con sus “talleres de construcción de máquinas, en el paseo de las Delicias”, uno de los “fabricantes que comerciaban directamente con las compañías ferroviarias en el abastecimiento de productos metalúrgicos manufacturados”.

 

En estos textos hay referencias a José Padrós y Dolores Padrós como propietarios de fincas subastadas en 1924 y 1928 en torno al paseo del Molino y el paseo Blanco.

 


En otro de los documentos a los que he tenido acceso, la memoria de 1906 titulada Vías públicas del interior, ensanche y extrarradio. memoria relativa a los trabajos efectuados en dichas vías en los anos de 1904 y 1905, escrita por el ingeniero (municipal) director de las Vías Públicas de Madrid Pedro Núñez Granés, aparece en dos ocasiones el marbete de glorieta del Pico del Pañuelo (glorieta, como ya vimos más atrás, atención) para referirse a lo que entiendo acabó llamándose plaza de la Beata María Ana de Jesús.

La primera plasmada en los presupuestos presentados en 1904 a la aprobación de la Superioridad por la Dirección de Vías públicas del Ensanche:

 

“Paseo de las Delicias, instalación en ambos lados de una acera de asfalto con encintado de adoquín granítico, desde los trayectos no instalados hasta el paseo de las Choperas frente á la entrada del puente de la Princesa y en la glorieta del Pico del Pañuelo”, presupuestado en 59.000 pesetas.

 

Y la segunda usada en los presupuestos presentados en 1905 a la aprobación de la Superioridad por la Dirección de Vías públicas del Interior:

 

“Paseo de los Molinos y paseo de las Delicias, desde la glorieta del Pico del Pañuelo al final, recargo del afirmado, presupuestado en poco más de 37.000 pesetas”.

 

En La Correspondencia de España del 4 de marzo de 1909 se da noticia de algo relacionado con el “sitio denominado Pico del Pañuelo”, algo de suma importancia, la construcción del Matadero que comenzará a funcionar en aquella zona quince años después:

 

“Ayer mañana se ha reunido en el Ayuntamiento la comisión encargada de todos los antecedentes relacionados con la construcción del nuevo Matadero y Mercado de ganados. El objeto de la reunión era estudiar y decidir cuál terreno haya de adquirirse para emplazar el nuevo edificio. Acordó la comisión que los técnicos visiten los dos únicos terrenos que reúnen condiciones para e objeto a que se les destina, situado uno en el sitio denominado Pico del Pañuelo y el otro inmediato a la Alhóndiga…”

 


Sigo. Mucho más recientemente —y ahora pongo al área del Pico del Pañuelo en relación con el Mercado que se inauguró ya durante la Segunda República—, en el documento del Ayuntamiento de Madrid titulado ‘Mercado de frutas y verduras de Legazpi. Proyecto de remodelación’, de 2016, podemos leer:

 

“A partir de 1930 el Ayuntamiento de Madrid puso en marcha una política de mercados públicos. La construcción del Mercado de Frutas y Verduras fue uno de los primeros. Comenzó a proyectarse en 1931 y se finalizó en 1935 en los terrenos municipales de la antigua Dehesa de la Arganzuela. Una parcela triangular junto al río Manzanares y el Puente de la Princesa conocida como “Pico del Pañuelo” fue escogida para el proyecto del arquitecto Francisco Javier Ferrero Llusiá, que contó además con la participación en el diseño de estructuras del ingeniero Alfonso Peña Boeuf. Se trata de uno de los primeros ejemplos de aplicación a gran escala de la técnica estructural del hormigón armado en Madrid”.

 


En el texto Hacer ciudad a través de los mercados. Madrid, de Mónica González Llamas, publicado en 2008 (por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid), se decía, en esa mismo índole de considerar que el Pico del Pañuelo llegaba cuando menos al lugar donde se construyó aquel Mercado:

 

“El Pico del Pañuelo es como se conoce popularmente al área donde se emplaza el Mercado de Futas y Verduras”.

 

Y, en ese sentido, en la biografía dedicada por el Instituto de Estudios Madrileños al arquitecto Luis Bellido González (que proyectara tanto el Matadero como el Mercado):

 

“Otra de las grandes obras fue el Mercado de Frutas y Verduras, cuyas obras dirigió Javier Ferrero. El racionalismo y la funcionalidad dominaron el proyecto. Situado junto a la plaza de Legazpi, ocupó una parcela triangular junto al río. Fue construido en hormigón, con cerramientos de ladrillo visto, en colaboración con el ingeniero José A. Peña Boeuf. Las naves se adaptaron al terreno de más de 30.000 metros cuadrados perteneciente a la antigua Dehesa de la Arganzuela, llamado el Pico del Pañuelo, alrededor de un gran patio destinado a los vehículos. En 2006 fue destinado a albergar la sede de la Concejalía de Urbanismo, en cuyo proyecto estaba previsto construir un rascacielos en el interior del antiguo mercado. El plan nunca se llevó a cabo, surgieron otros que tampoco prosperaron. Durante un tiempo fue almacén municipal y alojó la Oficina de Objetos Perdidos, actualmente está sin uso, a la espera de restauración y rehabilitación”.

 

Leo en el capítulo ‘Biografía de los informantes’, del libro Vida cotidiana en Madrid, primer tercio del siglo a través de las fuentes orales, de la historiadora Pilar Folguera, publicado en 1987 por la Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad Autónoma de Madrid, una pequeña biografía de la obrera metalúrgica Carmen Carrero Martínez, nacida en Madrid en 1909, en el barrio de las Delicias. “Su padre era de profesión hortelano y poseía una huerta en el Pico del Pañuelo, lo que hoy es la glorieta de la Beata Ana de Jesús. Su madre era guarnicionera, oficio que compaginaba con un despacho de le che. La tradición de su casa es que las mujeres siempre han trabajado fuera de casa; su abuela y su bisabuela fueron cigarreras en la Fábrica de Tabacos de Madrid…”. Casualmente, hemos visto cómo a finales del siglo XIX alguien apellidado Canero (¿una errata en lugar de Carrero?) cultivaba una huerta en el Pico del Pañuelo.


 

 

Pío Baroja y el Pico del Pañuelo

El lugar del Pico del Pañuelo, anterior a la colonia de ese nombre, ha dado también algún juego en la literatura. Especialmente en los libros de Pío Baroja.

Baroja, hablando de los meses anteriores al inicio de la Guerra Civil española, dejó escrito hacia 1952 en La Guerra civil en la frontera, el octavo volumen de sus memorias tituladas Desde la última vuelta del camino (inédito hasta 2005, pasadas casi cinco décadas desde la muerte del escritor) lo siguiente:

 

“Yo recuerdo, y lo he contado en otra parte, haber estado en Madrid una tarde en una taberna del Pico del Pañuelo, al final de la calle de Embajadores, en una hondonada. En esa taberna los reaccionarios habían matado la noche anterior a tres hombres a tiros. En los alrededores del establecimiento no había ni uno de la policía vigilando para ver si aparecía alguien sospechoso. Nadie. Siempre pasa lo mismo. El reaccionario entre nosotros es más hábil que el revolucionario. Éste es más bruto, torpe y pedante. También recuerdo haber visto el incendio de la iglesia de San Luis, en la calle de la Montera, a trescientos metros del Ministerio de Gobernación. Eran veinte o treinta mozalbetes estúpidos, los que comenzaron a quemar la iglesia. No había ningún guardia”.

 

Que la denominación Pico del Pañuelo es anterior a la construcción de la colonia ya lo había evidenciado Baroja en su novela de 1904 La busca, donde ya lo nombra:

 

“El guardián de la ropavejería, hombre de carácter jovial, tenía la especialidad en los pregones, los matizaba artísticamente; iba de las notas agudas a las más graves, o al contrario. Comenzaba, por ejemplo, en un tono muy alto, gritando:

¡Miren, a real! ¡Miren, a real! ¡Calcetines y medias a real! ¡Miren, a real! -Luego bajaba el diapasón, y decía gravemente: -¡Chalequito de Bayona muy bonito! -Y, por último, en voz de bajo profundo, añadía: -¡A cuatro perra orda!

El Tío Pérquique conocía la Sociedad de los Tres, y daba al Bizco y a Vidal algunos consejos.

Más seguro y mucho más productivo que el trato con los peristas de la ropavejería era el procedimiento de Dolores la Escandalosa, la cual vendía las cintas y encajes robados por ella a buhoneros que pagaban bien; pero los socios de la Sociedad de los Tres querían cobrar sus dividendos pronto.

Hecha la venta se iban los tres a una taberna del final del paseo de Embajadores, esquina al de las Delicias, que llamaban del Pico del Pañuelo.

Tenían los socios especial cuidado de no robar en el mismo sitio y de no presentarse juntos por aquellos parajes de donde había temor de una vigilancia molesta.

Algunos días, muy pocos, que la rapiña no dio resultado, se vieron los tres socios obligados a trabajar en el Campillo del Mundo Nuevo, esparciendo montones de lana y recogiéndola, después de aireada y seca, con unos rastrillos.

Otro de los medios de subsistencia de la Sociedad era la caza del gato.

El Bizco, que no atesoraba ningún talento, su cabeza, según frase de Vidal, era un melón calado, poseía, en cambio, uno grandísimo para coger gatos. Con un saco y una vara se las arreglaba admirablemente. Bicho que veía, a los pocos instantes había caído.

Los socios no distinguían de gato flaco o tísico, ni de gata embarazada; todos los que caían se devoraban con idéntico apetito. Se vendían las pieles en el Rastro; el tabernero del Pico del Pañuelo fiaba el vino y el pan, cuando no había fondos con qué pagarlos, y la Sociedad se entregaba al sardanapalesco festín...”.

 

Si La busca abría la que dio en ser conocida como la trilogía de La lucha por la vida, la novela de 1905 Aurora roja la cerraba. En ella, también aparecía, como uno de los ámbitos lumpen del Madrid de comienzos del XX, el Pico del Pañuelo, un cuarto de siglo antes de que se inaugurara la colonia de ese nombre:

 

“Don Alonso y Ortiz fueron los encargados de seguir la pista al Bizco.

Tenían confidencias de que se le había visto después del crimen, una vez en el puente de Vallecas y otra en la California.

-Usted -le dijo Ortiz a don Alonso-, hace lo que yo le diga, nada más.

-Está bien.

-Hay necesidad de coger a este hombre cuanto antes.

El primer día registraron, los dos, el Cuartelillo de la plaza de Lavapiés; la Casa del Cura, de la calle de Santiago el Verde; los rincones de la Huerta del Bayo y las tabernas de la calle de Peña de Francia y de Embajadores, hasta el Pico del Pañuelo. Al anochecer se sentaron a descansar en el merendero de la Manigua.

-¿A que no sabe usted por qué llaman a esto la Manigua? -le dijo Ortiz a don Alonso.

-No.

-Pues, es muy sencillo. Viene la gente aquí, bebe este vinazo, se emborracha y vomita... y, claro, tienen el vómito negro...; por eso se llama la Manigua”.

 

El merendero de la Manigua, que también salía en La busca, es visible en el mapa de Facundo Cañada de 1900, que lo sitúa entre la calle de Embajadores y el paseo de las Delicias, a la altura de la calle de Cáceres.

“Después de recorrer los barrios bajos de Madrid y alternar un poco con el mundo suburbano y ver la taberna de la Blasa en las Injurias, los merenderos de la China y de la California y los ventorros del Pico del Pañuelo y del tejar de Matapobres, fui a París, a final del siglo xix, cuando en las calles se pegaban los dreyfusistas con los antidreyfusistas”… Eso leyó el mismísimo Pío Baroja el día 12 de mayo de 1935 en su discurso de recepción pública ante la Real Academia Española titulado ‘La formación psicológica de un escritor’, con el que ocupó su asiento en dicha institución. Hasta en su entrada en la RAE hizo Baroja mención de lo que quiera que fuera exactamente el lugar, el sitio del Pico del Pañuelo.

“Tengo amigos en las tascas, tabernas y merenderos que se extienden desde el Puente hasta el Pico del Pañuelo”. Eso escribió Pío Baroja en uno de sus poemas de Canciones del suburbio, su único libro de poesía, de 1944, escrito en su breve exilio francés entre 1939 y 1940. El zarzuelero poema se titulaba ‘El Chato de las Vistillas’ y decía así:

 

“El Chato de las Vistillas
le decía al de Pozuelo:
–No hay quien conozca cual yo
el gran mundo madrileño.
Tengo buenas relaciones
y buenos conocimientos
desde la Bombi hasta el Rastro
y desde el Rastro al Estrecho.
Conozco a los maleantes
que van al Pardo al ojeo
y a los que cazan con liga
en el Cerro del Pimiento.
Tengo amigos en las tascas,
tabernas y merenderos
que se extienden desde el Puente
hasta el Pico del Pañuelo
.
Soy parroquiano efectivo
del bodegón del Infierno,
de la tasca de la Blasa
y el café de Naranjeros.
Ni la Ronda de Segovia,
ni la Ronda de Toledo
tienen para mí tapujos
que no conozca de lleno.
El juego de las tres cartas
y otros juegos de embeleco
son para mí el abecé
del arte de los enredos.
El centro de los Madriles
ese también es mi centro;
y la calle de la Aduana
y la calle de Tudescos
las conozco palmo a palmo
y las tengo así en los dedos.
Supongo que alguna vez
habrá que ir a la Modelo;
pero allí tengo también
amigos de pelo en pecho
y personas muy decentes,
que son unos caballeros”.

 

 

En resumidas cuentas

La expresión Pico del Pañuelo empleada para referirse a un lugar del sur de la ciudad de Madrid desde cuando menos el siglo XIX es difusa, poco concreta, aunque muy aproximadamente puede referirse a tres zonas distintas pero contiguas, cercanas al cauce del río Manzanares y a la salida hacia Andalucía desde la capital de España, y, en cualquier caso, es anterior a la construcción de la colonia que pasó a ser conocida como del Pico del Pañuelo pero que no fue construida con ese nombre. Esas tres zonas son las siguientes:

         

-        El lugar donde se levantó y aún persiste la colonia de casas baratas que dio en ser conocida como del Pico del Pañuelo (donde yo crecí sin escuchar nunca semejante denominación), limitada por la plaza de la Beata María Ana de Jesús al norte, el paseo de la Chopera al sur (frente al Matadero), la calle de Guillermo de Osma y la plaza del General Maroto al oeste, y el paseo de las Delicias y la plaza de Legazpi al este. Poco forma de pico de pañuelo la de esa área, aunque podría pasar por tal. Hoy se encuentra en el barrio de Chopera.

-        La zona triangular comprendida entre la calle de Embajadores, el paseo del Molino y el paseo de las Delicias, con tres plazas en cada vértice, la de la Beata María Ana de Jesús, la de Legazpi y la de Italia. En la actualidad, contigua al barrio de Chopera pero parte de dos barrios, una mitad pertenece al barrio de Delicias y otra al de Legazpi.

-        La unión de las dos zonas anteriores, de esos dos triángulos, también con una forma de pico de un pañuelo.



 

Aunque, como hemos visto, parece que hubo una cuarta zona a la que se denominó en ocasiones del Pico del Pañuelo, la referida al lugar donde se levantó el Mercado de Frutas y Verduras, habitualmente conocido como Mercado de Legazpi, situado junto a la plaza de Legazpi y limitado por las calles del Vado de Santa María y del Maestro Arbós y, al sur, por el cauce del río Manzanares.

Claro que, si hasta el sitio donde acabó erigiéndose el Matadero era llamado por algunos Pico del Pañuelo, lo que parece que se pudiera concluir de todo esto es que el lugar del Pico del Pañuelo fue al menos desde comienzos del siglo XIX una zona inexactamente delimitada, como tantos lugares que en el mundo han sido, que en Madrid han sido. Una zona inexactamente delimitada que debía tener, eso sí, la forma del pico de un pañuelo al ser vista sobre un mapa o desde el aire. Desde el aire, en aquellos tiempos… Una zona inexactamente delimitada que se extendía por buena parte de lo que es el barrio en el que me crie y en el cual vivo.

¿Sabes lo que es el pico de un pañuelo?

 

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