La denominación Pico del Pañuelo es anterior a la construcción de la colonia madrileña, conocida por el mismo nombre, donde me crie, cerca de la que aún vivo y en la que vivieron mis padres durante décadas hasta su muerte.
En el proyecto que
el arquitecto de la Oficina Técnica Municipal del Ayuntamiento de Madrid
Fernando de Escondrillas llevó a cabo en 1927, la colonia, construida durante
los dos años siguientes, no tenía una denominación específica. En sus planos y
documentos se hacía referencia a todo ello como Proyecto de Casas Baratas de
Alquiler. Es de suponer que pasó a ser conocida como del Pico del
Pañuelo por haber sido construida en lo que algunos entendieron que era el
sitio así llamado en aquella misma zona. Pero…
Vayamos hasta el siglo XIX
Por Real decreto de 19 de julio de 1860 se aprobó el anteproyecto de Ensanche de Madrid, si bien hasta enero de 1898 no se aprobaría el plano definitivo.
Al Ensanche de Madrid se le llama en ocasiones Plan Castro, pues fue el urbanista Carlos María de Castro su principal promotor. Según consta en una publicación muy detallada del Ayuntamiento de Madrid aparecida en 1917 titulada Ensanche de las poblaciones: disposiciones oficiales de carácter general relativas al ensanche de Madrid desde el Real decreto de 8 de abril de 1857, que ordenó se formulara un proyecto de Ensanche, hasta la últimamente publicada, ampliando la deuda para pago de expropiaciones, a la hora de dejar claros los límites de la llamada zona exterior de la zona de Ensanche, se acaba diciendo: “líneas del ferrocarril del Mediodía y de circunvalación, arroyo de Atocha o de Carcabón, camino de Yeserías (hoy calle de Méndez Álvaro) y vías férreas de circunvalación otra vez y de Ciudad Real hasta el camino del Molino y sitio de la glorieta del Pico del Pañuelo; desde este último punto sigue una línea imaginaria hasta encontrar al río Manzanares, en el sitio llamado «Vado de las Delicias», donde termina el paseo de este mismo nombre; y, a partir de este último, siguiendo rigurosamente la orilla izquierda del río, va a cerrar por completo en el «Vado de Migas Calientes», punto de partida de este límite”. Ese librito incluía todas las modificaciones introducidas en el plano del Ensanche, desde 1903 hasta 1915.
Por cierto, al citado arroyo Carcabón (también
Carcavón), soterrado desde hace más de un siglo, hoy colector, también se le
denominó de la Fuente Castellana, de la Castellana o del Prado.
En un anuncio en la prensa de finales de aquel siglo
XIX se le llama parcela de Pico de Pañuelo al lugar:
“Se vende por solares o
manzanas todas las tierras a la derecha del paseo de las Delicias, desde la
estación a la última glorieta, también a la izquierda; la parcela denominada
Quiñones o Pico del Pañuelo, esquina al de Embajadores. Informará su dueño,
calle del Almirante, número 12, principal izquierda”.
La Correspondencia de
España: diario universal de noticias: Año XXXVI Número 10080
- 1885 octubre 27
Pocos años más tarde, en el Boletín Oficial de la
Provincia de Madrid del 9 de octubre de 1899 se publicaba un real decreto
que decía así:
“En el expediente y autos
de competencia promovida entre el Gobernador de la provincia de Madrid y la
Audiencia de esta Corte, de los cuales resulta: Que ante el Juzgado del
distrito del Centro se presentó en 7 de Mayo de 1897 una demanda de interdicto
de recobrar por D. Luis Canero y Barco, contra la Compañía de los ferrocarriles
de Madrid & Cáceres y a Portugal, en virtud de los hechos siguientes: que
desde principio del año 1888, D. Luis Canero lleva en arrendamiento y viene
cultivando una finca llamada La Garita, destinada á huerta, sita en el
término de esta Corte, en el punto conocido con el nombre de Pico del Pañuelo,
al final del paseo de las Delicias, con la cabida y linderos que se
determinan; que cuatro años antes de la expresada fecha, ó sea al comienzo del
año 1884, tomó D. Luis Canero en subarriendo dicha huerta, y para regarla y
fertilizarla ha utilizado desde entonces, sin interrupción alguna, parte de las
aguas fecales que, de las derivadas exprofeso para el riego de la acequia
general del sur de Madrid, ó sea del arroyo llamado comúnmente Carcavón junto a
la estación del Mediodía […] Conformándome con lo consultado por el Consejo de
Estado en pleno; En nombre de Mi Augusto Hijo el REY D. Alfonso XIII, y como
REINA Regente del Reino, Vengo en decidir esta competencia á favor de la
autoridad judicial. Dado en San Sebastián á 24 de Agosto de 1899.
MARÍA CRISTINA
Presidente del Consejo de
Ministros, Francisco Silvela.
(Gaceta de
Madrid, 27 Agosto 99.)”
Vivero,
huerta…
En el Plano
de Madrid y pueblos colindantes al empezar el siglo XX, alzado por el
cartógrafo Facundo Cañada en 1900, aparece una h (¿huerta?) del Pico
del Pañuelo de Gabriel Padrós, delimitada por el paseo del
Molino (el vial que entonces era la prolongación del paseo Blanco, luego calle
de Embajadores), el paseo de la Chopera (que entonces se prolongaba en lo que
ahora es el paseo del Molino) y el paseo de las Delicias (con tres plazas o
glorietas en cada vértice, que aunque van sin nombre son las que hoy se llaman
plaza de la Beata María Ana de Jesús, de Legazpi y de Italia).
Aquel Gabriel Padrós, de segundo apellido Costa, fue un ingeniero industrial nacido en la tarraconense Reus en 1832 y fallecido en 1904 en Madrid, donde tuvo un negocio dedicado a la fundición de hierro y bronce y a la construcción de maquinaria industrial y material de artillería, así como a las obras públicas, negocio que sus hijos continuarían. La sede de su empresa estaba en el paseo de las Delicias. A finales del siglo XIX, en 1895, fue relativamente célebre por un hecho luctuoso cuando siendo el adjudicatario de la subasta de cartuchos de artillería del Polvorín de Sant Ferran en Palma de Mallorca tuvo lugar el estallido de aquel recinto militar.
Su hijo,
José Padrós Imbrol, heredó aquella huerta del Pico del Pañuelo (y los talleres de construcción de máquinas del paseo de las
Delicias). Leo en la Gaceta de Madrid (antecedente del BOE) de 18 de
diciembre de 1908 lo siguiente:
“D. Mariano Lujan y Tejada, Juez de
primera instancia de distrito del Hospital de esta Corte. Por el presente hago
saber que en este dicho Juzgado y por la Escribanía del que refrenda se
tramitan autos ejecutivos que se encuentran en la vía de apremio, á instancia
de Don Manuel Montilla y García, contra D. José Padrós é Imbrol, en los cuales,
en providencia de 12 de este mes, se ha acordado sacar á la venta en pública
subasta por primera vez y término de veinte días, de las participaciones de
finca siguientes:
[…] Otra participación de ocho
treinta avas partes en una finca rústica ó tierra llamada Vivero
de Santa Isabel, conocido con el nombre de Huerta del Pico del Pañuelo, situada
en término de esta Corte, entre el paseo que de la Puerta de Atocha baja al
puente de Santa Isabel, llamado de las Delicias, el que del Portillo de
Embajadores baja á la China y el de la orilla del Canal, llamado de los
Yeseros; lindando al norte con el enlace del camino de las Delicias y el que de
éste sal llamado del Molino, y Poniente camino de las Delicias, que ocupa una
superficie de 38.680 metros cuadrados, y ha sido tasada pericialmente dicha
participación en 7.736 pesetas”.
Explico de inmediato qué era aquello
del Vivero de Santa Isabel que acabamos de ver relacionado con el lugar del
Pico del Pañuelo. Me detengo ahora en un libro publicado en 2019 por el
Ayuntamiento de Madrid titulado Cultivares, un recorrido de 200 años por los
viveros municipales de Madrid, coordinado por Carmen Toribio Marín y Rosa
Fernández Fontanet, en cuyo prólogo, la entonces alcaldesa Manuela Carmena
firmaba un texto que decía, entre otras cosas que…
“Los viveros municipales son, además, una muestra clara de
ese espíritu pionero, de esa capacidad visionaria que tiene Madrid. El
arbolista mayor de Madrid, Antonio Sandalio de Arias, propuso al Ayuntamiento
la creación de uno. Fue a principios del siglo XIX y un año después, en 1818,
nacía Migas Calientes, el primero de los tres viveros con los que Madrid cuenta
actualmente. Nuestra red de viveros dice también mucho de la idea de ciudad que
Madrid es, ha sido y quiere ser. El desarrollo de los viveros va ligado a la
configuración urbanística de la ciudad, a cómo aspira ser y a cómo quiere que
sea la vida de sus habitantes. Y a Madrid siempre le ha gustado el verde”.
Voy ahora a explicitar las referencias de ese texto (Cultivares, un recorrido de 200 años por los viveros municipales de Madrid) al vivero que había en el lugar llamado del Pañuelo.
“En un documento de 1819, sobre los posibles emplazamientos
del vivero de árboles que iba a formar Antonio Sandalio de Arias, éste señala
entre otros:
- La Dehesa de la Arganzuela, entrada por el puente de
Toledo, entre el río y el Real Canal. Tenía como ventajas contar con guarda,
tener impedido el paso para coches y caballerías, y la inmediación del río para
el riego.
- La huerta de la Arganzuela, que está junto al paseo de las
Delicias y el que se dirige al Portillo de Embajadores, y tiene noria y casa.
Posiblemente no se encontraba en la orilla del río, sino cercana a la tierra
del Pañuelo, que más adelante analizaremos, aunque no hemos encontrado este
topónimo en ningún plano consultado.
“La tierra del Pañuelo, que recibía su nombre de su
forma triangular, estaba «situada a lo último del paseo de las Delicias» con el
paseo de Embajadores, y el paseo de las Yeserías del Canal, como se ve en la
Hoja Kilométrica [Fig.16]. Su segundo nombre provenía de su cercanía al puente
de Santa Isabel, y no aparece mencionado hasta su transformación en vivero.
“La primera noticia documental que tenemos del futuro vivero
es de 1836, con la subasta de una tierra llamada del Pañuelo en la Dehesa de
la Arganzuela para pasto del ganado de Limpiezas, momento en el que el
terreno quedó vinculado al ramo de Limpiezas de Madrid. Se cumplía así la
petición de la Comisión de Policía Urbana, que defendía la necesidad «de tener
destinado para el ramo de Limpiezas un terreno de una extensión regular para el
cultivo de la alfalfa, u otra clase de verde con que poder refrescar el ganado
mular, pues el trabajo penoso a que están destinados lo hace preciso y así lo
ha indicado muchas veces el catedrático de veterinaria D. Antonio Santos, a
cuyo cargo está la curación del ganado de esta dependencia, señalando que
varios de los cólicos que padecen las mulas son debidos a los grandes depósitos
que se han hallado en el estómago en las autopsias de su cadáver, y obrando
como un purgante les hace arrojarlo». El documento aclara que «por esta razón
se dio al ramo de Limpiezas la tierra llamada del Pañuelo, donde se
cultivó la alfalfa, en la mitad de su cabida y la otra mitad de cebada para la
manutención de las yeguas del Coche de Su Excelencia, (…) sin gastos para el
Ayuntamiento porque todas las labores, acarreos y demás se hacen con operarios
y ganado de limpiezas.
De este terreno, por tanto, se rentabilizaban los pastos, que
se vendían bajo la inspección del comisario de Limpiezas. Poco después, en
1849, Pablo González pidió el cargo de hortelano de la tierra llamada del
Pañuelo. Ese mismo año la municipalidad, viendo que sus necesidades de
plantas no se cubrían con el vivero de Migas Calientes, decidió destinar la
tierra del Pañuelo a vivero. No obstante, ambos comisarios, el de Limpiezas y
el de Arbolado, debían estudiar antes si el terreno rentaría más como semillero
que con la venta de alfalfa y cebada. El de Arbolado defendía la necesidad
urgente de aumentar el vivero: la compra de plantas había subido de precio; al destinar
el Pañuelo a criadero —11 fanegas— en cuatro años, habría planta suficiente
para cubrir las necesidades de Madrid, e incluso vender el excedente; las
plantas tendrían más robustez y calidad que las actuales; y, además, no se
tendrían gastos extraordinarios para la plantación del vivero porque servirían
sus mismos peones y carros, y el riego ya estaba convenientemente establecido
Por su parte, el comisario de Limpiezas respondió que se
necesitaba un terreno cercano a Madrid para el cultivo de alfalfa y cebada para
el ganado de Limpiezas. Aunque el Pañuelo tenía las condiciones
perfectas, además de tener criada la planta que aún podía vivir cinco años más,
como el ramo de Arbolados lo había solicitado como vivero, no tendría
inconveniente en ceder a esta demanda siempre que se le entregase en el Soto de
Migas Calientes 11 fanegas de lo que había estado arrendado para pasto y cuyo
contrato concluía en 1849. Aun así, el comisario de Limpiezas proponía que el
terreno del soto de Migas se usase mejor como vivero, dada su cercanía al otro
—sólo les separaban 18 o 20 fanegas cedidas a Casimiro Monier para Porticci, en
pleito con el Ayuntamiento—, con acceso directo al agua, mayor extensión, etc.
Pero respondía que acataría la decisión del consistorio, siempre que se le
dejase recoger la cebada y, aquel verano, dar la alfalfa al ganado. En agosto,
y pese a las opiniones desfavorables de ambos comisarios, se entregó el
terreno del Pañuelo al comisario del ramo del Arbolado, y, como hemos
visto, se tomó posesión del soto para el ramo de Limpiezas.
[“En 1849, y ante la imposibilidad de ampliar el vivero con
Porticci, Lucas de Tornos planteó la creación de un criadero en otro terreno
de Madrid, el de Santa Isabel o del Pañuelo, perteneciente al ramo de
Limpiezas”.]
Tras ello, en 1849, se fue acondicionando la zona: se reparó
la casilla para el guarda de Arbolados en la tierra del Pañuelo, y en
1855, se autorizó la reparación del estanque del vivero de Santa Isabel, en tal
mal estado que se salían las aguas por diferentes puntos y no se podía llenar
lo necesario para regar el plantío194. Según Lucas de Tornos, el vivero de
Santa Isabel, existente ya en 1851, no estaría en uso hasta 1853.
Las Memorias del director de Paseos y Arbolados informan
sobre el número y tipo de árboles del nuevo vivero de Santa Isabel en 1851,
1852 y 1855, con 15 cuarteles: olmos, acacias se tres puntas, sóforas, fresnos,
moreras, multicaulis, robles, tuyas, y castaños de indias. En total en 1851
había 20.856 árboles y 101 «eras». En 1852, se disponía de 19.412 árboles y 60
«eras de almaciga»; mientras que, en 1855, existían 17.000 «pies de árboles».
En 1860 el vivero de Santa Isabel contaba con trece
cuarteles. Se cultivaban básicamente las mismas especies que en su origen, con
un total de 12.764 ejemplares, es decir, hubo una disminución progresiva del
arbolado en diez años. Llegado 1866, se entregó la posesión del vivero de Santa
Isabel a Francisco Gaviria. De hecho, en octubre de 1865, en el Estado
General de árboles, arbustos y eras de semillero en paseos, jardines y viveros
del Ayuntamiento por Lucas de Tornos, este vivero ya no aparece. Ese mismo
informe nos acerca al porqué de su desaparición: ya estaban funcionando los
viveros de Migas Calientes, Porticci y San Fernando, además de la estufa de la
Pradera de los Guardias. La cesión de 1866 debió de ser en venta, pues El
Diario Oficial de Avisos de Madrid de 7 de julio de 1867 nos habla de la
venta por un particular en subasta pública de la «hacienda sita dentro del
ensanche de esta capital, conocida con el nombre de Vivero de Santa Isabel
inmediata al puente del mismo nombre sobre el canal de Manzanares», con 498.975
pies superficiales. Desde ese momento, el vivero de Santa Isabel deja de
aparecer en la documentación como tal”.
Esa zona que llaman aquí
del Pañuelo sí es un auténtico pico del pañuelo, pero no coincide con el área
donde está la colonia de ese nombre, sino que es el triángulo formado entre las
actuales plazas de la Beata, Legazpi e Italia, con la calle de Embajadores y
los paseos de las Delicias y del Molino como límites exteriores laterales. El
mismo triángulo que aparecerá nítidamente, como ya vimos, en el mapa de Facundo Cañada de 1900.
Regreso a José Padrós Imbrol. En Los barrios negros.
El Ensanche Sur en la formación del moderno Madrid (1860-1931), la tesis
doctoral del historiador Fernando Vicente Albarrán hecha pública en 2011 por la
Universidad Complutense de Madrid, cuando se habla de los mayores
contribuyentes fiscales del Ensanche Sur donde se enclava el hoy distrito de la
Arganzuela, se nos dice, siguiendo el padrón de 1905, lo siguiente:
“Emilio
Minuesa era el mayor contribuyente del Ensanche Sur en 1905, con 3.131 ptas.
anuales de contribución. José Padrós era el 3º, con 2.965’76 ptas. anuales, por
detrás del ilustre director del ferrocarril M.Z.A., Nathan Süss, y Juan Bou el
5º, con 1.384 ptas. anuales., AVM, Estadística”
En dicha
tesis se afirma además que José Padrós era, con sus “talleres de construcción
de máquinas, en el paseo de las Delicias”, uno de los “fabricantes que
comerciaban directamente con las compañías ferroviarias en el abastecimiento de
productos metalúrgicos manufacturados”.
En estos textos
hay referencias a José Padrós y Dolores Padrós como propietarios de fincas
subastadas en 1924 y 1928 en torno al paseo del Molino y el paseo Blanco.
En otro de los documentos a los que he tenido acceso, la memoria de 1906 titulada Vías públicas del interior, ensanche y extrarradio. memoria relativa a los trabajos efectuados en dichas vías en los anos de 1904 y 1905, escrita por el ingeniero (municipal) director de las Vías Públicas de Madrid Pedro Núñez Granés, aparece en dos ocasiones el marbete de glorieta del Pico del Pañuelo (glorieta, como ya vimos más atrás, atención) para referirse a lo que entiendo acabó llamándose plaza de la Beata María Ana de Jesús.
La primera plasmada en los presupuestos presentados en
1904 a la aprobación de la Superioridad por la Dirección de Vías públicas del
Ensanche:
“Paseo de las Delicias,
instalación en ambos lados de una acera de asfalto con encintado de adoquín
granítico, desde los trayectos no instalados hasta el paseo de las Choperas
frente á la entrada del puente de la Princesa y en la glorieta del Pico del
Pañuelo”, presupuestado en 59.000 pesetas.
Y la segunda usada en los presupuestos presentados en
1905 a la aprobación de la Superioridad por la Dirección de Vías públicas del
Interior:
“Paseo de los Molinos y
paseo de las Delicias, desde la glorieta del Pico del Pañuelo al final,
recargo del afirmado, presupuestado en poco más de 37.000 pesetas”.
En La Correspondencia de España del 4 de marzo
de 1909 se da noticia de algo relacionado con el “sitio denominado Pico del
Pañuelo”, algo de suma importancia, la construcción del Matadero que comenzará
a funcionar en aquella zona quince años después:
“Ayer mañana se ha
reunido en el Ayuntamiento la comisión encargada de todos los antecedentes
relacionados con la construcción del nuevo Matadero y Mercado de ganados. El
objeto de la reunión era estudiar y decidir cuál terreno haya de adquirirse
para emplazar el nuevo edificio. Acordó la comisión que los técnicos visiten
los dos únicos terrenos que reúnen condiciones para e objeto a que se les
destina, situado uno en el sitio denominado Pico del Pañuelo y el otro
inmediato a la Alhóndiga…”
Sigo. Mucho más recientemente —y ahora pongo al área del Pico del Pañuelo en relación con el Mercado que se inauguró ya durante la Segunda República—, en el documento del Ayuntamiento de Madrid titulado ‘Mercado de frutas y verduras de Legazpi. Proyecto de remodelación’, de 2016, podemos leer:
“A partir de 1930 el
Ayuntamiento de Madrid puso en marcha una política de mercados públicos. La
construcción del Mercado de Frutas y Verduras fue uno de los primeros. Comenzó
a proyectarse en 1931 y se finalizó en 1935 en los terrenos municipales de la antigua
Dehesa de la Arganzuela. Una parcela triangular junto al río Manzanares y el
Puente de la Princesa conocida como “Pico del Pañuelo” fue escogida para el
proyecto del arquitecto Francisco Javier Ferrero Llusiá, que contó además con
la participación en el diseño de estructuras del ingeniero Alfonso Peña Boeuf.
Se trata de uno de los primeros ejemplos de aplicación a gran escala de la
técnica estructural del hormigón armado en Madrid”.
En el texto Hacer ciudad a través de los mercados. Madrid, de Mónica González Llamas, publicado en 2008 (por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid), se decía, en esa mismo índole de considerar que el Pico del Pañuelo llegaba cuando menos al lugar donde se construyó aquel Mercado:
“El Pico del Pañuelo
es como se conoce popularmente al área donde se emplaza el Mercado de Futas y
Verduras”.
Y, en ese sentido, en la biografía dedicada por el
Instituto de Estudios Madrileños al arquitecto Luis Bellido González (que
proyectara tanto el Matadero como el Mercado):
“Otra de las grandes
obras fue el Mercado de Frutas y Verduras, cuyas obras dirigió Javier Ferrero.
El racionalismo y la funcionalidad dominaron el proyecto. Situado junto a la
plaza de Legazpi, ocupó una parcela triangular junto al río. Fue construido en
hormigón, con cerramientos de ladrillo visto, en colaboración con el ingeniero
José A. Peña Boeuf. Las naves se adaptaron al terreno de más de 30.000
metros cuadrados perteneciente a la antigua Dehesa de la Arganzuela, llamado el
Pico del Pañuelo, alrededor de un gran patio destinado a los vehículos. En
2006 fue destinado a albergar la sede de la Concejalía de Urbanismo, en cuyo
proyecto estaba previsto construir un rascacielos en el interior del antiguo
mercado. El plan nunca se llevó a cabo, surgieron otros que tampoco
prosperaron. Durante un tiempo fue almacén municipal y alojó la Oficina de
Objetos Perdidos, actualmente está sin uso, a la espera de restauración y
rehabilitación”.
Leo en el capítulo ‘Biografía de los informantes’, del
libro Vida cotidiana en Madrid, primer tercio del siglo a través de las
fuentes orales, de la historiadora Pilar Folguera, publicado en 1987 por la
Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad Autónoma de Madrid, una
pequeña biografía de la obrera metalúrgica Carmen Carrero Martínez, nacida en
Madrid en 1909, en el barrio de las Delicias. “Su padre era de profesión
hortelano y poseía una huerta en el Pico del Pañuelo, lo que hoy es la
glorieta de la Beata Ana de Jesús. Su madre era guarnicionera, oficio que
compaginaba con un despacho de le che. La tradición de su casa es que las
mujeres siempre han trabajado fuera de casa; su abuela y su bisabuela fueron
cigarreras en la Fábrica de Tabacos de Madrid…”. Casualmente, hemos visto cómo
a finales del siglo XIX alguien apellidado Canero (¿una errata en lugar de
Carrero?) cultivaba una huerta en el Pico del Pañuelo.
Pío Baroja y el Pico del
Pañuelo
El lugar del Pico del
Pañuelo, anterior a la colonia de ese nombre, ha dado también algún juego en la
literatura. Especialmente en los libros de Pío Baroja.
Baroja, hablando de los
meses anteriores al inicio de la Guerra Civil española, dejó escrito hacia 1952
en La Guerra civil en la frontera, el octavo volumen de sus memorias
tituladas Desde la última vuelta del camino (inédito hasta 2005, pasadas
casi cinco décadas desde la muerte del escritor) lo siguiente:
“Yo
recuerdo, y lo he contado en otra parte, haber estado en Madrid una tarde en
una taberna del Pico del Pañuelo, al final de la calle de Embajadores, en una
hondonada. En esa taberna los reaccionarios habían matado la noche anterior
a tres hombres a tiros. En los alrededores del establecimiento no había ni uno
de la policía vigilando para ver si aparecía alguien sospechoso. Nadie. Siempre
pasa lo mismo. El reaccionario entre nosotros es más hábil que el
revolucionario. Éste es más bruto, torpe y pedante. También recuerdo haber
visto el incendio de la iglesia de San Luis, en la calle de la Montera, a
trescientos metros del Ministerio de Gobernación. Eran veinte o treinta
mozalbetes estúpidos, los que comenzaron a quemar la iglesia. No había ningún
guardia”.
Que la denominación Pico del Pañuelo
es anterior a la construcción de la colonia ya lo había evidenciado Baroja en
su novela de 1904 La busca, donde ya lo nombra:
“El guardián de la ropavejería, hombre de carácter jovial,
tenía la especialidad en los pregones, los matizaba artísticamente; iba de las
notas agudas a las más graves, o al contrario. Comenzaba, por ejemplo, en un
tono muy alto, gritando:
¡Miren, a real! ¡Miren, a real! ¡Calcetines y medias a real!
¡Miren, a real! -Luego bajaba el diapasón, y decía gravemente: -¡Chalequito de
Bayona muy bonito! -Y, por último, en voz de bajo profundo, añadía: -¡A cuatro
perra orda!
El Tío Pérquique conocía la Sociedad de los Tres, y daba al
Bizco y a Vidal algunos consejos.
Más seguro y mucho más productivo que el trato con los
peristas de la ropavejería era el procedimiento de Dolores la Escandalosa, la
cual vendía las cintas y encajes robados por ella a buhoneros que pagaban bien;
pero los socios de la Sociedad de los Tres querían cobrar sus dividendos
pronto.
Hecha la venta se iban los tres a una taberna del final del
paseo de Embajadores, esquina al de las Delicias, que llamaban del Pico del
Pañuelo.
Tenían los socios especial cuidado de no robar en el mismo
sitio y de no presentarse juntos por aquellos parajes de donde había temor de
una vigilancia molesta.
Algunos días, muy pocos, que la rapiña no dio resultado, se
vieron los tres socios obligados a trabajar en el Campillo del Mundo Nuevo,
esparciendo montones de lana y recogiéndola, después de aireada y seca, con
unos rastrillos.
Otro de los medios de subsistencia de la Sociedad era la caza
del gato.
El Bizco, que no atesoraba ningún talento, su cabeza, según
frase de Vidal, era un melón calado, poseía, en cambio, uno grandísimo para
coger gatos. Con un saco y una vara se las arreglaba admirablemente. Bicho que
veía, a los pocos instantes había caído.
Los socios no distinguían de gato flaco o tísico, ni de gata
embarazada; todos los que caían se devoraban con idéntico apetito. Se vendían
las pieles en el Rastro; el tabernero del Pico del Pañuelo fiaba el vino
y el pan, cuando no había fondos con qué pagarlos, y la Sociedad se entregaba
al sardanapalesco festín...”.
Si La busca abría
la que dio en ser conocida como la trilogía de La lucha por la vida, la
novela de 1905 Aurora roja la cerraba. En ella, también aparecía, como
uno de los ámbitos lumpen del Madrid de comienzos del XX, el Pico del Pañuelo,
un cuarto de siglo antes de que se inaugurara la colonia de ese nombre:
“Don Alonso y Ortiz
fueron los encargados de seguir la pista al Bizco.
Tenían confidencias de
que se le había visto después del crimen, una vez en el puente de Vallecas y
otra en la California.
-Usted -le dijo Ortiz a
don Alonso-, hace lo que yo le diga, nada más.
-Está bien.
-Hay necesidad de coger
a este hombre cuanto antes.
El primer día
registraron, los dos, el Cuartelillo de la plaza de Lavapiés; la Casa del Cura,
de la calle de Santiago el Verde; los rincones de la Huerta del Bayo y las
tabernas de la calle de Peña de Francia y de Embajadores, hasta el Pico del
Pañuelo. Al anochecer se sentaron a descansar en el merendero de la
Manigua.
-¿A que no sabe usted
por qué llaman a esto la Manigua? -le dijo Ortiz a don Alonso.
-No.
-Pues, es muy sencillo. Viene la gente aquí, bebe este
vinazo, se emborracha y vomita... y, claro, tienen el vómito negro...; por eso
se llama la Manigua”.
El merendero de la Manigua, que
también salía en La busca, es visible en el mapa de Facundo
Cañada de 1900, que lo sitúa entre la calle de Embajadores y el paseo de las
Delicias, a la altura de la calle de Cáceres.
“Después de recorrer los barrios
bajos de Madrid y alternar un poco con el mundo suburbano y ver la taberna de
la Blasa en las Injurias, los merenderos de la China y de la California y los
ventorros del Pico del Pañuelo y del tejar de Matapobres, fui a París, a
final del siglo xix, cuando en las calles se pegaban los dreyfusistas con los
antidreyfusistas”… Eso leyó el mismísimo Pío Baroja el día 12 de mayo de 1935
en su discurso de recepción pública ante la Real Academia Española titulado ‘La
formación psicológica de un escritor’, con el que ocupó su asiento en dicha
institución. Hasta en su entrada en la RAE hizo Baroja mención de lo que quiera
que fuera exactamente el lugar, el sitio del Pico del Pañuelo.
“Tengo amigos en las
tascas, tabernas y merenderos que se extienden desde el Puente hasta el Pico
del Pañuelo”. Eso escribió Pío Baroja en uno de sus poemas de Canciones del
suburbio, su único libro de poesía, de 1944, escrito en su breve exilio
francés entre 1939 y 1940. El zarzuelero poema se titulaba ‘El Chato de las
Vistillas’ y decía así:
“El Chato de las Vistillas
le decía al de Pozuelo:
–No hay quien conozca cual yo
el gran mundo madrileño.
Tengo buenas relaciones
y buenos conocimientos
desde la Bombi hasta el Rastro
y desde el Rastro al Estrecho.
Conozco a los maleantes
que van al Pardo al ojeo
y a los que cazan con liga
en el Cerro del Pimiento.
Tengo amigos en las tascas,
tabernas y merenderos
que se extienden desde el Puente
hasta el Pico del Pañuelo.
Soy parroquiano efectivo
del bodegón del Infierno,
de la tasca de la Blasa
y el café de Naranjeros.
Ni la Ronda de Segovia,
ni la Ronda de Toledo
tienen para mí tapujos
que no conozca de lleno.
El juego de las tres cartas
y otros juegos de embeleco
son para mí el abecé
del arte de los enredos.
El centro de los Madriles
ese también es mi centro;
y la calle de la Aduana
y la calle de Tudescos
las conozco palmo a palmo
y las tengo así en los dedos.
Supongo que alguna vez
habrá que ir a la Modelo;
pero allí tengo también
amigos de pelo en pecho
y personas muy decentes,
que son unos caballeros”.
En resumidas cuentas
La expresión Pico del Pañuelo
empleada para referirse a un lugar del sur de la ciudad de Madrid desde cuando
menos el siglo XIX es difusa, poco concreta, aunque muy aproximadamente puede
referirse a tres zonas distintas pero contiguas, cercanas al cauce del río
Manzanares y a la salida hacia Andalucía desde la capital de España, y, en
cualquier caso, es anterior a la construcción de la colonia que pasó a ser
conocida como del Pico del Pañuelo pero que no fue construida con ese nombre.
Esas tres zonas son las siguientes:
-
El lugar donde se levantó y aún persiste la colonia
de casas baratas que dio en ser conocida como del Pico del Pañuelo (donde yo
crecí sin escuchar nunca semejante denominación), limitada por la plaza de la
Beata María Ana de Jesús al norte, el paseo de la Chopera al sur (frente al
Matadero), la calle de Guillermo de Osma y la plaza del General Maroto al
oeste, y el paseo de las Delicias y la plaza de Legazpi al este. Poco forma de
pico de pañuelo la de esa área, aunque podría pasar por tal. Hoy se encuentra
en el barrio de Chopera.
-
La zona
triangular comprendida entre la calle de Embajadores, el paseo del Molino y el
paseo de las Delicias, con tres plazas en cada vértice, la de la Beata María
Ana de Jesús, la de Legazpi y la de Italia. En la actualidad, contigua al
barrio de Chopera pero parte de dos barrios, una mitad pertenece al barrio de
Delicias y otra al de Legazpi.
-
La unión de las dos zonas anteriores, de esos dos
triángulos, también con una forma de pico de un pañuelo.
Aunque, como hemos visto, parece que hubo una cuarta
zona a la que se denominó en ocasiones del Pico del Pañuelo, la referida al
lugar donde se levantó el Mercado de Frutas y Verduras, habitualmente conocido
como Mercado de Legazpi, situado junto a la plaza de Legazpi y limitado por las
calles del Vado de Santa María y del Maestro Arbós y, al sur, por el cauce del
río Manzanares.
Claro que, si hasta el sitio donde acabó erigiéndose
el Matadero era llamado por algunos Pico del Pañuelo, lo que parece que se
pudiera concluir de todo esto es que el lugar del Pico del Pañuelo fue al menos
desde comienzos del siglo XIX una zona inexactamente delimitada, como tantos
lugares que en el mundo han sido, que en Madrid han sido. Una zona
inexactamente delimitada que debía tener, eso sí, la forma del pico de un
pañuelo al ser vista sobre un mapa o desde el aire. Desde el aire, en aquellos
tiempos… Una zona inexactamente delimitada que se extendía por buena parte de
lo que es el barrio en el que me crie y en el cual vivo.
¿Sabes lo que es el pico de un pañuelo?
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