Benjamin Biolay ya estaba tardando en pasarse por aquí


“Desde hace mucho tiempo tengo muy claro que yo de joven quiero ser Benjamin Biolay. Lo que pasa es que, matizando algunas cosas, me explico, Benjamin Biolay es uno de los músicos más conocidos en Francia, músico de culto además, con esa aureola de heredero de Gainsbourg, de eterno enfant terrible, aunque ya no es tan terrible y mucho menos enfant”. Eso decía una vez en un programa de radio el periodista Miguel Ángel Hoyos, quien alababa en su disco de 2022, el nuevamente espléndido Saint-Clair, que en él permaneciera “la intensidad, la modernidad y la cosilla melodramática de Biolay, ese tipo que yo seré cuando sea joven”.

Conozco a Benjamin Biolay desde que en 2009 quedé fascinado por su inconmensurable elepé La Superbe (que mira que le va bien el título al disco, rediez). Diecisiete álbumes en estudio, dos de ellos en colaboración con Chiara Mastroianni (cuando ambos estaban casados) y Melvil Popupaud, respectivamente, cuatro bandas sonoras musicales para películas (la última de este mismo año 2022, inmediatamente anterior a Saint-Clair, para el film Et j'aime à la fureur, música excelente, como siempre): no está mal como carrera discográfica (por ahora) para este músico francés, intérprete (canta, pero además toca el piano, la guitarra, el bajo, la batería, la trompeta, el trombón…), compositor, arreglista y productor, también actor, nacido el 20 de enero de 1973 en Villefranche-sur-Saône (perteneciente al departamento de Ródano). La carrera musical de este hijo de músico comenzó en 1994, aunque su primer elepé es siete años posterior, Rose Kennedy, un álbum conceptual dedicado a… la vida de la madre de John Fitzgerald Kennedy en el que Marilyn Monroe tiene un papel estelar.

Kathleen C. Fennessy escribe en AllMusic (allmusic.com) sobre Biolay (formado en la música clásica en el Conservatorio de Lyon) que es “un hombre renacentista de la chanson francesa”, capaz además de revisar el tango y la cumbia “como pop francés del siglo XXI”. Alguien que ha convertido en un productor respetado y galardonado que “posee un buen oído para mostrar el talento de cantantes icónicas” (como Vanessa Paradis, sin ir más lejos). El artista francés “siempre ofrece lo inesperado”, como afirma Fennessy.

Las diecisiete canciones de Saint-Clair (muy autobiográficas: el disco “parece una autobiografía musical con un fondo de guitarras”, leo en RocknFool) son un festival pop de altos vuelos. Sesenta y cuatro minutos memorables que transcurren como si uno hubiera asistido a la selección de las mejores canciones de una época (clásica y actual a un mismo tiempo, un enunciado del porvenir así mismo) interpretadas por una voz conmovedoramente inusual acompañada por los músicos de los más grandes temas de las últimas tres décadas. Para mí, hoy 10 de octubre de 2022, que es cuando escribo esto, Saint-Clair es el mejor álbum de este año, junto a los de Samm Henshaw (Untidy soul), Trombone Shorty (Lifted), Foxy Shazam (The heart behead you) y el de Los Estanques con Anni B Sweet (Burbuja cómoda y Elefante inesperado).


¿Quiénes son los instrumentistas de Saint-Clair? Tres son los músicos que ha necesitado Biolay para crear esta joya (hay más, pero básicamente son estos): Pierre Jaconelli, a las guitarras y al bajo; Johan Dalgaard, a los teclados; y Philippe Entressangle, a la batería. Baladas y música de baile: puro éxtasis pop. Nada más. Melancolía, nostalgia. Nada de tristeza, menos aún amargura.

Me quejo, pero en el fondo me gusta. Me encanta esta puta vida hermosa”.

Que Benjamin Biolay estuviera tardando tanto en pasarse por aquí (por mi revista) me tenía en vilo. Ya está: misión cumplida. Bendita música.

[Bonus track: año 2011, elepé La joven Dolores, de Chritina Rosenvinge: canción La idiota en mi mayor, la voz de Benjamin Biolay aparece estelarmente acompañando, acompañando, acompañando.]


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