Al alba no es una canción de amor
Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que tras la
noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.
Los hijos que no
tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.
Miles de buitres
callados
van extendiendo sus alas,
¿no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza?,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.
Sobrecogedores versos
los de esta canción escrita por un artista, un creador español nacido en las
islas Filipinas en el año 1943 de nombre Luis Eduardo Aute, probablemente junto a
Joan Manuel Serrat el más reconocido cantautor vivo en lengua española de
cuantos han tenido a bien cedernos su talento para nuestro disfrute y para
acrecentar nuestra dignidad.
La canción se
llama Al alba y ha sido durante décadas
un auténtico himno dedicado a la memoria de los asesinados por un régimen
dictatorial que murió matando en la España de mediados de la década de 1970,
cuando Aute la compuso impresionado por el decidido empecinamiento de lo más
recalcitrante del franquismo por mostrar a todo el mundo su propia
naturaleza, la de un poder nacido para negar y aun perseguir la
reconciliación. Un himno en contra de la pena de muerte, para más señas.
Aunque Aute es muchas
otras cosas además de cantante y autor, facetas que no viene al caso aquí
enumerar ni valorar, lo cierto es que su influencia es y ha sido tal en el
panorama musical en lengua española que baste mencionar la grabación en el año
2000 del disco ¡Mira
que eres canalla, Aute!, donde le rindieron
más que merecido tributo músicos de la talla de Pedro Guerra, León Gieco, el
propio Serrat, Jorge Drexler, Pablo Milanés, José Mercé, Joaquín Sabina, Silvio
Rodríguez, Eliades Ochoa, Fito Páez o Rosendo.
A ese reconocimiento
apabullante, al que conviene añadir un enorme éxito en unos tiempos en que las
ventas de los vinilos solían coincidir a menudo con la categoría excepcional de
las grabaciones musicales, no son ajenas composiciones de la valía de la
canción que es el objeto de este ¿Te
suena?, la estremecedora Al alba.
Estamos en el estertor de la
dictadura franquista, en los años en los que el régimen se parte entre los que
se enquistan en lo más profundo de su rudeza y crueldad y quienes asumen como
inevitable un paso adelante, hacia donde están los países afines social y
económicamente.
Tiempos de un aperturismo que vienen
aprovechando los creadores no sin mirar por el rabillo del ojo a la censura no
derogada, años en que florecen los llamados cantautores, Aute entre ellos, de pies a
cabeza sumergidos en el formato de la canción protesta, años en los que el truco estaba en engañar al régimen y hacer llegar
tus mensajes sin que los hombres de negro del franquismo te prohibieran
expresarte e incluso te enchironaran.
Y eso es lo que logró
nuestro héroe-artista, hacer pasar un auténtico alegato contrario a la
existencia de la pena de muerte como si de la desesperada canción de un
enamorado a su amada se tratara, porque… tachán, eso es Al alba, una cruda denuncia
de lo execrable de matar disfrazada de canción de desamor.
Vayamos al contexto
histórico que motivó la canción. El Gobierno de Carlos Arias Navarro, el último de Franco,
responde a la coyuntura crítica del año 1975 con una represión endurecida. A
finales del mes de agosto había promulgado el Decreto-ley sobre
Prevención del terrorismo, donde la pena para quienes participaran en
una situación de violencia de la que resultara el fallecimiento de algún
servidor público sería la de muerte. A los pocos días son condenados a la pena
capital dos activistas de ETA, y a las semanas son ya once quienes reciben esa
misma sentencia, tres etarras y ocho miembros del FRAP.
La presión de la comunidad
internacional sería
muy intensa. El propio papa Pablo VI pero asimismo otros máximos dignatarios de
otros estados, la reina británica incluida, solicitarán clemencia al gabinete
español y al mismísimo dictador. Por supuesto, en el País Vasco, las
movilizaciones se generalizarán de una manera radical.
Aunque un día antes el
Consejo de Ministros aprueba seis conmutaciones de la pena de muerte, el día 27
de septiembre se produce la ejecución de cinco de aquellos penados: dos militantes de
ETA, Ángel Otaegui y Juan Paredes; y tres del FRAP, José Luis Sánchez Bravo,
Ramón García Sanz y José Humberto Baena. Ni que decir tiene que los ajusticiamientos
incrementan poderosamente la repulsa internacional y los actos condenatorios
dentro de las provincias vascas… Y Aute, en medio de esos días de zozobra
escribe su memorable Al
alba.
En lugar de grabar él
mismo la canción se la cede a la cantante Rosa León, que la popularizará
de inmediato, antes de que acabe el año, al formar parte de su tercer LP,
titulado… Al alba,
que incluía otro tema compuesto por Luis Eduardo, Pétalo, un homenaje al poeta
chileno Pablo Neruda.
Aute se resistió a
incluir su propia versión en su discografía hasta que en el año 1978 Al alba integró su
excelente larga duración Albanta,
publicado en el sello Ariola. Para entonces, era un himno reconocible,
una canción
inmortal.
Bajo la dirección
musical, la producción y los arreglos de Teddy Bautista y con Luis Calleja y J. Antonio
Carrión responsabilizándose
del sonido, Albanta es
si se puede decir tal cosa hablando de Luis Eduardo Aute un disco de rock.
Registrado en los madrileños Estudios Kirios en el mes de febrero de 1978, el grupo
que acompañó a Aute en esa grabación −algunos, como el propio Bautista,
antiguos componentes de una formación clásica del soul y el rock español, Los Canarios− es el siguiente:
Teddy Bautista:
Teclados y armónica.
Jorge Sebastián Benítez
Martín: guitarra eléctrica.
Christian Melliés: bajo
eléctrico.
Alain Richard: batería.
Enrique Correa:
violoncello.
Ángel Ortiz: Viola.
Eusebio Ibarra y Luis
Artigues: violín.
Y las canciones que
acompañaban a Al alba en Albanta, todas ellas
compuestas por Luis Eduardo Aute, eran, además de Pétalo (que, como la
protagonista de este artículo, ya vimos se incluía en el LP citado de Rosa
León), Digo que soy libre, Tiempo al tiempo, las
también ya clásicas y significativas De
paso y A
por el mar, o Ahora
sí, ahora no, No sé qué coño me pasa hoy (descansa en paz) y
la que presta título al álbum.
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