La película Belfast de Kenneth Branagh es una de las mejores de la historia

Uno contempla una obra maestra del arte cinematográfico que le hace sonreír, reír a carcajadas, emocionarse tiernamente y llorar como se llora con algunas buenas películas, y uno se acuerda de cuál fue aquella primera (y ya para siempre) magia que le mantenía embebido ante las pantallas de su infancia, hipnotizado como el niño que protagoniza ese maravilloso film del que quiero escribir. Esa joya inmensa, muy por encima de cualquiera otra que haya visto uno en las últimas décadas, quizás en toda su vida, que es la película Belfast, la gran obra de Kenneth Branagh, su director y guionista, con la que uno se reconcilia una vez más con la humanidad, esa humanidad que no necesita Twitter para nada.

Irene Crespo escribía recientemente en Cinemanía que "al contrario que Alfonso Cuarón con Roma, Pedro Almodóvar con Dolor y gloria y hasta Paolo Sorrentino con Fue la mano de Dios, Kenneth Branagh ha mirado a su pasado, a su infancia en Belfast para encontrar la alegría y la felicidad a pesar de todo. No solo son momentos jocosos (como podía haber en alguno de los títulos nombrados) es el espíritu total de la historia, protagonizada por un niño de nueve años, Buddy (que sería el propio Branagh), y su visión del comienzo de las revueltas violentas en Irlanda del Norte en 1969". Comparable con Roma y quizás un poco, aunque muy superior a Dolor y gloria, para uno Belfast está cinematográficamente a años luz de la sorrentinesca simpleza que es Fue la mano de Dios. “Sí, Branagh ha vuelto a ser un niño, pero sabio” (Carmen L. Lobo: La Razón).

La película británica Belfast, estrenada en 2021, tiene una cabal y admirablemente comedida duración de algo menos de cien minutos de puro cine esplendoroso, sencillo y conmovedor, entretenido (mucho), divertido y aleccionador, moralmente irreprochable. Kenneth Branagh se vale de tres pilares que añade inteligentemente a su enorme creación incomparable: por un lado, las canciones eternas de otro belfastino (¿se dice así?), el majestuoso Van Morrison, y de otro de la espléndida fotografía en un blanco y negro espectacularmente perfecto de Haris Zambarloukos, sólo interrumpida por algunas secuencias en color que pertenecen a algunas escenas de películas o a una representación teatral a la que asisten algunos de sus personajes; y estos últimos, los actores, son la tercera columna vertebral del film: un reparto encabezado por el niño que protagoniza brillantemente Jude Hill, tan magníficamente acompañado por Caitriona Balfe, Jamie Dornan y unos espléndidos Judi Dench y Ciarán Hinds, muy bien acompañados por Lewis McAskie, Lara McDonnell o Gerard Horan.

Hasta ahora, el film de Branagh, que podemos considerar una comedia dramática, se ha alzado con algunos premios, de entre los que destaco el Globo de Oro al Mejor guion.

¿Qué es lo que queremos que sea nuestra vida cuando nuestra patria es nuestra infancia? ¿Qué es lo que amamos cuando aprendemos que sin el amor a los otros, sin el amor de los otros, estamos perdidos? ¿Por qué muchos de nuestros sueños fueron una realidad que ya no existe nada más que en nuestra memoria? Belfast es una carta de amor que Kenneth Branagh le escribe a su ciudad natal y al inmenso poder del cine, del teatro, una carta de amor que “desprende una alegría suntuosa y sincera de principio a fin”, como le leo a James Croot en Stuff.

Despido esta carta de amor que uno quisiera haber sabido escribirle a esa obra artística con las palabras de otros dos críticos cinematográficos con las que es difícil no estar de acuerdo:

 

"La fotografía deslumbrante (...) sirve para (...) sanar. Y es (...) aquí donde Belfast se hace grande (...) para transformarse en la más bella y desinhibida mentira, en puro y simple deseo, en memoria viva."

Luis Martínez (El Mundo)

 

"Si de algo va sobrada esta maravilla, es de alma. Una película que no te golpea, sino que te acaricia a través de potentes fogonazos emocionales (...) Poderosa, tierna, ingeniosa y llena de detalles cinéfilos."

Blai Morell (Fotogramas)