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Canciones olvidadas dentro de mi memoria

A lo largo de mi vida he escuchado miles de canciones. Muchas las he creído llevar en mí casi toda mi vida. Otras las recuerdo vagamente adheridas a algo que viví o a algo que creí haber vivido.


Unas pocas pensé que las había olvidado hasta que acabé por darme cuenta de que se incrustaron en algún lugar de mi cerebro o probablemente en ese sitio de nuestras almas donde se quedan las cosas pequeñas que podrían habernos hechos innecesariamente grandes. Estas pocas canciones que quedaron olvidadas dentro de mi memoria corresponden a un lapso de tiempo breve, una época reducida y ya remota. Una época en la que yo seguía siendo ese yo que nunca es el mismo. Si no llegaba a ser mi juventud era porque la llamamos adolescencia. Aunque aquí hay todavía niñez y también ya algo de juventud.

Pese a que sé que ya siendo más crío escuchaba y me engatusaban canciones de Nino Bravo, de Tom Jones, de Mocedades, quizás ya de los Beatles (de quienes yo veía una serie de dibujos animados), y seguramente de otros, comienzo así...

Tengo solamente diez años, o voy a cumplirlos, cuando el grupo español Conexion canta Harmony. Es el año 1973. Yo los debo ver en la tele y cómo escucho esa canción más veces para que se quede en mi memoria es un misterio. Lo haría en la radio, pero... ¿Tenía yo ya una radio para mí? Conexion se habían formado, leo ahora, en 1967, con alguien que se haría muy famoso músico años después, Luis Cobos, al frente. Harmony, que duraba tres minutos y casi veinte segundos, es una canción de un grupo que hacía música soul, muy góspel, y estaba cerca de aquellos que casi se cargan la música pop haciendo rock progresivo. Volví a acordarme de Conexion cuando disfruté mucho tiempo después, cincuenta años más tarde, la excelente serie de televisión de Los Javis La Mesías, donde sonaban dos de sus canciones: las espléndidas Niños del Edén (Children of Eden) y Preparad el camino del Señor (Prepare the way of the Lord). Solían grabar dos versiones de sus temas, una en español y otra en inglés.


Año 1974, a mis once añitos. Cuatro canciones...

Rock your baby era la canción del segundo sencillo del cantante estadounidense George McCrae (el cuarto si contamos los que grabó con Gwen, su mujer), aparecido en mayo de aquel año. En la cara A estaban los primeros tres minutos y catorce segundos, en la B los dos minutos restantes. La versión del elepé duraba seis minutos y medio. Qué iba a saber yo en aquellos días sobre que este clásico iba a ser todo un emblema de la música disco. Se podría decir que era una canción de KC and the Sunshine Band, aquel grupo que tanto me fascinaría pronto y que todavía me hace bailar con cada una de sus canciones legendarias. A fin y al cabo, Rock your baby fue escrita, arreglada y producida por Harry Wayne Casey (conocido como KC) y Richard Finch, y además de los teclados de KC sonaba la guitarra de Jerome Smith, los tres de la recién creada KC and the Sunshine Band. Menudo éxito mundial fue el de ese temazo tan singularmente sensual. Cantado en falsete.


A Paper Lace cantando The night Chicago died en playback (yo no sabía lo que era eso) los vi en la tele (en Televisión Española, la única por aquel entonces... en España) y luego los escuché muchas veces en la radio. ¿En qué radio? En la radio. Aquel tema molón de tres minutos y medio que tantísimo éxito internacional acabaría teniendo, salió como single, el quinto del grupo, el 15 de junio de aquel año 74, y fue compuesto por Peter Callander y Mitch Murray, que no eran miembros de la banda británica pero que hicieron algunas canciones más para ellos. The night Chicago died fue también producida por el dúo compositor.

La canción I can help me recuerda a mi primo Mariano (que pocos años después tendría en cinta el tercer elepé de The Jam, All mod cons), un año menor que yo, también a su llorada hermana Elena, algo más pequeña. Con ellos la escuché en su casa, estoy seguro. Y me encantaba. Yo no la recordaba como una canción de rockabilly, quizás no lo sea aunque él, su intérprete, Billy Swan, sí fuera un cantante de ese género. Fue publicada como cara A de un sencillo el 15 de noviembre de aquel año 1974, transcurría durante casi tres minutos y era una composición del propio Swan producida por él mismo y por el también estadounidense Chip Young (un músico de sesión cuya guitarra la podemos escuchar en discos de J. J. Cale, George Jones, Kris Kristofferson, Jerry Lee Lewis, Dolly Parton, Carl Perkins, Elvis Presley ¾que, por cierto, también acabaría grabando unos meses después I can help¾, Leon Russell, Tanya Tucker o Tony Joe White, entre muchos otros).


En esta peculiar recuperación de canciones que me encantaron de chiquillo y que casi olvido solamente hay una española, es de Juan Bau, se llama Penas. Juan Bau sale en varios de mis cuentos y durante mucho tiempo admitir que a uno le había gustado Juan Bau no era nada fácil. Éramos demasiado talibancitos con lo de las adscripciones musicales. Yo el primero. Pero en aquel año 74... Claro que me gustaban las canciones de Juan Bau. Penas es un año posterior a La estrella de David y dos anterior a Fantasía, y formaba con ellas un trío invencible de este remedo de Nino Bravo también valenciano. Fue producida por el incansable Pablo Herrero (su productor), compositor de la misma junto a su habitual compañero de fatigas compositoras, José Luis Armenteros, responsables ambos de la autoría de algunas de las canciones de Nino Bravo, y arreglada por el gran Juan Carlos Calderón (que había estado ya detrás de la canción Mediterráneo de Serrat, de varias de Nino Bravo, también, y del Eres tú de Mocedades, tan majestuosas). Pues eso, Penas...


Año 1975, tres canciones.

Aquello de la música disco estaba en su apogeo, o comenzaba a estarlo, pero yo no pisaría mi primera discoteca hasta un año después, en un viaje fin de curso (muy menor de edad, ya lo sé). Mientras, el año en que murió Franco había ya una canción bailonga titulada The hustle que me encandilaba, era del músico estadounidense Van McCoy y fue publicada en abril de aquel año 75. Compuesta por él, duraba poco más de cuatro minutos y se alzaría con dos Premios Grammy. McCoy se había unido a comienzos de aquella década con Charles Kipps y juntos produjeron y compusieron canciones para uno de los grupos que me gustaban por entonces, y que luego desaparecieron durante décadas de mi foco: The Stylistics. También formó su propia orquesta, la Soul City Symphony, con la que grabaría The hustle, después de que Kipps le inspirara al hablarle de un baile, llamado así, el hustle (‘el ajetreo’), que había presenciado en un club nocturno neoyorquino. McCoy tocó el piano, el bajo lo abordó Gordon Edwards, la batería fue cosa de Steve Gadd, los teclados de Richard Tee, las guitarras de Eric Gale y John Tropea, y la orquesta la dirigió Gene Orloff, Phil Bodner tocó la singular y protagonista melodía al flautín. Luigi Creatore y Hugo Peretti fueron los productores.



Doce años tenía yo cuando, en julio de aquel año 75, se publicaba el single que contenía en la cara A la canción At seventeen (‘A los diecisiete’), interpretada y compuesta por la estadounidense Janis Ian (que había aparecido poco antes en su séptimo elepé: Between the lines), grabada en septiembre del año anterior con la producción de Brooks Arthur. La canción me sigue impresionando desde su sobria melancolía melódica. Fue con ella como descubrí a mi primera Janis (antes que a Joplin), una Janis (Ian) a la que creo que casi no volví a escuchar nunca después interpretando otras canciones.



Cómo me gustaba a mí December, 1963 (Oh, what a night), aquella canción de los estadounidenses The Four Seasons, con aquellas voces y esas pulsaciones de bailoteo instantáneo prendidas de no sé dónde, directas a mi corazoncito de chaval nacido pocos meses antes de aquel diciembre de 1963. Grabada en noviembre de 1975, publicada como cara A de un single el día 5 de diciembre de aquel año e incluida en el álbum Who loves you, duraba tres minutos y treintaiséis segundos en el elepé y dieciséis segundos menos en el sencillo. La duración perfecta para el que sería el último éxito del de por sí muy exitoso grupo. Escuchamos en December, 1963 (Oh, what a night) la voz de Gerry Polci (la principal), además de su batería, a Frankie Valli haciendo coros y siendo la voz principal del primer puente, a Don Ciccone al bajo, haciendo coros y como principal voz en el segundo puente, la guitarra eléctrica de John Paiva, los teclados de Lee Shapiro y los de Bob Gaudio, que además es el productor y el compositor del tema junto a Judy Parker.


En el año de Échame a mí la culpa y de Déjame vivir con alegría, 1976, el primero en nuestras vidas sin el general Franco, hay una canción que escuché muchísimo pero que acabó también arrinconada en mi memoria hasta que de vez en cuando reaparece. Como ahora, cuando escribo todo esto. Se titula More, more, more y la cantaba el grupo de Andrea True (en realidad una actriz porno, qué sabía yo entonces..., llamada Andrea Marie Truden, que a menudo se hacía llamar también, cuando no cantaba, Inger Kissin, Singe Low, Sandra Lips, Andrea Travis y Catherine Warren), a la sazón Andrea True Connection. Más música disco, sí. More, more, more es una composición de Gregg Diamond (quien producirá años después discos precisamente de George McCrae, el de Rock your baby), puesto a la venta en febrero de 1976 en un single que dividía sus pocos más de seis minutos en las dos caras del disco y luego apareció unida en el elepé del grupo del mismo título. Arreglada y producida por Diamond (junto a Tom Moulton), había sido grabada en 1975. Más, más, más, ¿qué te parece?


Año 1977. El primero de los pocos éxitos de la cantante estadounidense Rita Coolidge fue We're all alone, una melosa balada de 3 minutos y 38 segundos escrita por Boz Scaggs (quien la había grabado un año antes para su álbum Silk degrees) que también cantaría Frankie Valli, antes que Coolidge, al igual que The Walker Brothers o, en el mismo año que ella, The Three Degrees. En la versión de Rita Coolidge, cuyos arreglos los llevó a cabo Booker T. Jones, Jerry McGee tocaba la guitarra acústica, la eléctrica Dean Parks (que ya había hecho sonar su guitarra en discos de Stevie Wonder, Garfunkel, Helen Reddy, Sonny & Cher, Eddie Kendricks, la Bobby Blue Band, Billy Joel, T-Bone Walker, Wayne Newton, Tavares, The Four Tops, Steely Dan, Martha Reeves, Carole King, Joan Baez, Minnie Riperton, Leo Sayer, Paul Anka o la misma Coolidge), Lee Sklar el bajo, Mike Baird la batería, el propio Jones el órgano, Mike Utley el piano y el sintetizador, todo bajo la producción de David Anderle (que ya había producido a Judy Collins, David Ackles, Delaney & Bonnie, Kris Kristofferson o los discos anteriores de Coolidge).


 

Y me detengo aquí, así, de sopetón. A mis catorce años. No eran las mejores canciones, algunas ni siquiera las que más me hayan gustado cuando empezaba a crearme un gusto personal, pero estuvieron ahí, las olvidé por completo o casi por completo y lentamente han regresado desde mi olvido a mi memoria. Por eso he escrito esto, para que, si vuelven a salir de ella, pueda volver a tenerlas presentes, a ellas, que algo debieron de hacer en mí para seguir queriéndolas.

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