Mis amigos Salva Lorenzo, José Luis Zapatero y Ramiro Domínguez son fans aventajados (no avejentados, no) de uno de mis grupos preferidos de todos los tiempos: The Jam.
En una ocasión en la que estábamos los tres juntos
(comiendo y bebiendo, sí), se me ocurrió la feliz idea de convocarles para esto
que vas a leer a continuación: un artículo escrito por cada uno sobre la
canción Going underground, que siempre tengo en la mente cuando
alguien me pregunta por mi canción favorita.
El primero que acudió fue José Luis Zapatero con este texto:
“The Jam aparecen en Reino Unido en plena eclosión del
punk y su fiera actitud los conecta de lleno con este movimiento. Responsables
del revival mod que, respaldado también por la película Quadrophenia,
explotó en Gran Bretaña (punks on scooters, como acertadamente define
Michael Salter esa tendencia), sus influencias no solo venían de los nuevos
aires que sacudían Londres, sino que se remontaban más atrás, desde los más
cercanos Dr. Feelgood hasta clásicos como los Who, los Beatles
o los Kinks.
En mayo de 1979 Margaret Thatcher se convierte en
primera ministra del Reino Unido y diez meses después Going underground alcanza
(¡en solo una semana!) el número 1 de las listas. Y no es casual.
Going underground,
primer número 1 de los Jam, es una canción que se alza frente al
conservadurismo tory. Especialmente crítico con la política
armamentística del Gobierno, Paul Weller muestra con ironía su desacuerdo a la
vez que nos dice que a él no le importa porque se va underground. A su
mundo, a su refugio (¿nuclear?). Se mete bajo tierra y no quiere saber nada.
Sin embargo, es muy consciente de lo que está pasando y denuncia las mentiras y
manipulaciones de los políticos. Las consignas que se meten en los hogares
desde la televisión.
Es brillante cómo pasa del verso: “The public gets
what the public wants” (“la gente consigue lo que quiere”) al final de la
primera estrofa, a: “The public wants what the public gets” (“la gente quiere
lo que le dan”) al final de la segunda. Nos están manipulando, amigos.
Musicalmente, y de manera muy acertada en una canción
cuya letra está repleta de referencias militares, posee un ritmo sincopado con
versos cortantes cantados de manera incisiva por Paul Weller, guitarras
afiladas y una sección rítmica potente que nos lleva a caballo sin
darnos tregua. Hay momentos en los que el sonido de la guitarra se asemeja
a ráfagas de ametralladora, y cuando hacia el final de la canción Weller repite
ese “pound, pound, pound”, refiriéndose al golpear rítmico de los pies, sin
duda nos hace pensar en disparos.
La canción, como casi todas las de los Jam, está
compuesta por Paul Weller, pero en las sesiones de grabación hubo aportaciones
musicales tanto de Bruce Foxton como de Rick Buckler. Y no es
asunto menor que la produjese Vic Coppersmith-Heaven, productor nada
menos que del Honky tonk women de los Stones”.
Casi inmediatamente (poco después de recibir las
palabras de Zapatero), Salva Lorenzo me envía su texto (que titula ‘Creando
el single perfecto’):
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Aquel single, tal y como lo conserva Salva Lorenzo. |
“En una época ésta en la que se puede acceder de forma masiva a la producción discográfica de cualquier músico o grupo, sin posibilidad de conocer la evolución de la creación y composición, de las influencias y la innovación, hablar del single puede parecer un anacronismo. Pero hubo un tiempo, durante muchos años, en el que el single o sencillo se constituyó en la carta de presentación de centenares de grupos y cantantes. En casi todos los casos los singles, al menos en su cara A, eran los adelantos de los discos de larga duración. Pero hubo excepciones, como las de Paul Weller al frente de The Jam, y posteriormente con The Style Council, y después en solitario, en el que los singles albergaban auténticas joyas, incluidas sus caras B (o su doble cara A), que no aparecían en sus elepés.
En la segunda parte de la corta carrera de The Jam,
una vez abandonada la efervescencia punk, se puede comprobar la pulsión
febrilmente creadora de un joven Paul Weller, en la que podemos apreciar un
absoluto dominio de las canciones pop con estructuras nada sencillas, sin
perder el nervio de su primera época, y con melodías que se constituyen en
auténticos himnos, como pueden ser When you‘re young, Strange town,
Funeral Pyre”, Absolute beginners, Beat surrender
y, especialmente, Going underground, si hablamos solamente de singles
que no se publicaron en elepés. Ni que decir tiene que las joyas contenidas en los
elepés son, a su vez, innumerables.
Es sabido que el single Going underground entró
directamente en el número 1 de las listas en el Reino Unido, algo que
nunca ha preocupado demasiado a Paul Weller, ni es cuestión por la que haya
sacado pecho. Recientemente, en una entrevista se referían a él como rockstar,
y respondió que él es solamente un músico. Un músico que también ha tenido
su época de activista, un tiempo que probablemente tenga como punto inflexión Going
underground, una obra maestra que, desde mi punto de vista, tuvo una
coda con Walls come tumbling down, otro single perfecto en su siguiente
aventura con The Style Council.
La carrera de Weller continúa, es un músico
hiperactivo y siempre abierto a nuevas tendencias, lo que le ha permitido
alcanzar un amplio reconocimiento, el que injustamente no tuvo (no al menos en
los Estados Unidos) con The Jam. Unos Jam de los que Ray Davies decía
que eran “un pez muy grande era una pecera muy pequeña”.
Días después, Ramiro Domínguez
me envió esto:
“Debía de ser el año 1981. Había quedado con mi amigo
Alberto de Juan, con el que ya me unía una buena amistad. Nos gustaban los
Beatles, Kinks, Searchers, Rolling Stones, Animals y todo ese magma musical de
los sesenta.
Íbamos andando cerca de casa hablando de los Rolling o
de los Who, cuando me dijo que había un grupo mod que se llamaban The Jam y que
le gustaba mucho. Fue aquella la primera vez que escuché el nombre de Paul
Weller y del bajista Bruce Foxton. Por supuesto, le pedí que me enseñara algo
de ellos. Mi cabeza, al escucharlos, se llenó de una energía quejosa y brutal.
Luego vino mi primera vez en Rock-Ola a finales de aquel año 81, en el Carrusel (en la planta de
abajo, los domingos), y allí en plena efervescencia
mod, veíamos los videos en las pantallas, videos de toda esa esencia
modernista, y, claro, también el video de Going
underground.
Yo quería emular esa actitud y esas pintas.
Cuando se cerró aquel mítico lugar vinieron los años
del underground por la Malasaña más
canalla y todo ese revival que llegó acompañado por nuevos sonidos garajeros,
psicodélicos, souleros, así como cambios vivenciales que nos abrieron la mente
a nuevas experiencias.
Going
underground ha resonado siempre en mi cabeza, como
otros muchos, pero creo que por eso uno sigue teniendo la intención de ser otro
y a la vez muy mío.
We
talk and we talk until my head explodes
I
turn on the news and my body froze
This
braying sheep on my TV screen
Make
this boy shout, make this boy scream
Going
underground”
Mi aportación
a este acercamiento a aquella joya de The Jam (de 2 minutos y 54 segundos de
duración, publicada el 10 de marzo de 1980, y grabada en diciembre del año
anterior, como una de las dos caras A que tenía en la otra cara A la canción Dreams
of children) es un microrrelato que escribí hace unos años (pocos):
una llamada telefónica,
esperas una llamada telefónica y el móvil suena, reproduce la sintonía
programada, a The Jam cantando Going underground, y su nombre aparece
nítido en tu pantalla deslumbrante, descuelgas, no es su voz, es la de él que
te recuerda que no la vuelvas a llamar nunca, que no te lo volverá a repetir…
Nunca
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