Ramiro Domínguez Hernanz, renacido editor y caballero


5 de febrero de 2021. Recibo un mensaje de mi amiga la editora Cristina Pineda: Acaba de dejarme un audio Ramiro: escucharle ha sido un gran alivio emocionante. Ramiro es su marido. Ramiro es mi buen amigo Ramiro Domínguez Hernanz. También mi editor. Ramiro había ingresado, enfermo de la COVID-19, en la UCI del hospital madrileño de la Fundación Jiménez Díaz (que tan bien conozco, no por mi profesión) el 24 de diciembre del año anterior. Durante algo más de un mes nos comunicamos Cristina y yo a través de Whatsapp para que ella me informara de su recuperación. El 3 de enero le explicaba yo a ella que había soñado nítidamente con él. Ramiro estaba recuperándose y sólo podía comer turrón. Yo sabía (y quería saber porque lo creía con una determinación bárbara) que todo iba a ser pronto un mal sueño…

Febrero de 2022. Se imprime el libro Vida después del sueño: apuntes de un renacer. Quien nos narra su propia experiencia, ayudado por el escritor Recaredo Veredas, es el propio Ramiro. Él hablaría y Veredas “daría forma literaria a sus palabras”. Ese fue su acuerdo. Eso es el libro. Libro que está prologado por el escritor y periodista literario Jesús Marchamalo.

He tardado algunos meses en leerlo, no por su amplitud (sus 76 páginas hablan por sí solas de ella), sino porque Ramiro ya me había anticipado que estaba escribiéndolo cuando presentábamos semanas antes el quinto de mis libros editado por él. Retrasé su lectura porque, aunque no se lo he dicho nunca, sufrí muchísimo cuando la muerte estuvo ahí queriendo hacerse con él en aquel invierno de la Gran Pandemia.

Quizás lo que más me ha impresionado de Vida después del sueño no sea ese avatar terrible teñido de un surrealismo memorable sufrido por Ramiro, sino lo que él me cuenta (así he leído su libro: como si me hablara SOLAMENTE a mí, así es como deberíamos leer TODOS los libros) sobre su hermano David. Su hermano muerto.

 

“Mi hermano es la persona con la que más me he reído en mi vida. Gastaba un sentido del humor enorme y contaba las historias como nadie. Allá donde llegaba se convertía en el faro. Las miradas siempre iban hacia él. Tenía una voz maravillosa, un charme y una fuerza que no supo gestionar. Él me quería muchísimo y yo a él. Me admiraba, como yo también le admiraba a él: era un amor de hermanos muy verdadero”.

 


Es conmovedor leerle a Ramiro (a Veredas siendo Ramiro) cuando me dice que “pierdo a mi hermano mayor, un referente en la vida. Recuerdo que le canté junto a su cama, en sus últimos momentos, la canción Heart of gold, de Neil Young, que es bellísima y que a él siempre le gustó. Sentí un dolor imposible de expresar y que aún hoy intento vencer”.

En cuanto a la vicisitud de Ramiro en el hospital, a su singularísimo sueño pleno de realidad surrealista, lo más curioso de él es que en su prestancia “hay progresión y hay caos”. En él cuanto sucede “queda en la memoria, no desaparece como en los sueños normales: algunas líneas avanzan y otras se desvanecen, como ocurre en la vida”.

Hay algo increíble dentro de esta historia. Lo dice el propio Ramiro (con Veredas).

 

“Soy como Dorothy. He recorrido un camino sobre baldosas amarillas y me he encontrado con Oz, con personajes de mi vida a los que he metido dentro de esta alucinación. Hay algo increíble dentro de esta historia: la gente que se queda dentro del coma sustituye su realidad por otra. Y los que tristemente se van lo hacen creyendo que ese es su mundo. Las vivencias, las sensaciones, los colores, las luces, las escenas, los lugares, todo eso era real, muy real”.

 

Ramiro vivió “un reinicio personal, emocional, en todos los ámbitos”. Vivió una situación a la que se impuso “la tonta sensación de ser casi inmortal, de haber renacido”. La razón de querer contarnos su historia fue “seguir viviendo”.



Una vez le escribí un poema a Ramiro. Este poema:

 

Necesitas unas vacaciones para volver al principio

y sentirte como cuando no sabías sumar

y no eras más que un habitante de las antípodas,

porque eso es mucho más de lo que necesitamos ser:

unos habitantes de las antípodas de los que dan bien en el papel,

de los que pasarían por ser unos buenos hombres buenos,

tipos como un tal Ramiro, editor y caballero.

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