La octava novela del extraordinario escritor estadounidense Colson Whitehead se titula originalmente Harlem Shuffle, apareció en 2021 y yo la he leído en la espléndida traducción a mi idioma de Luis Murillo Fort (El ritmo de Harlem), publicada dos años después.
Nueva York, más concretamente el popular y singularísimo barrio de Harlem,
finales de la década de 1950, comienzos de la siguiente…
“Cualquier cosa para demorar el
momento de volver a sus cuartos recalentados, fregaderos repletos, tiras de
papel atrapamoscas que ya no daban abasto, recordatorios del lugar que uno
ocupaba en el escalafón social. Invisibles en las azoteas, los moradores de
playas de asfalto señalaban hacia las luces de los puentes y los aviones
nocturnos”.
La negritud de los afroamericanos estadounidenses es
la especialidad catedralicia de Whitehead, y en esta novela la lección
literaria nos lleva a la capital del mundo, al vecindario negro por excelencia
de la ciudad de Nueva York: Harlem.
[…]
Su protagonista, Carney (quien, “como la mayoría de los harlemitas, había
crecido entre cristales rotos en el parque infantil, el espectáculo de la
crueldad callejera cada vez que salía de casa, el chasquido de los disparos”)
es “un muro entre el mundo criminal y el mundo decente, un muro de carga,
necesario”.
“Tal como él lo veía, vivir te
enseñaba que no había que vivir como te habían enseñado a hacerlo. Cada cual
venía de un lugar, pero lo importante era hacia dónde quería ir”.
Ejemplo paradigmático de las enseñanzas que, sabiamente administradas de
una brillante forma literaria, Colson Whitehead imparte en sus novelas (que yo
sepa con certeza, al menos en las dos suyas anteriores: las monumentales El ferrocarril subterráneo y Los chicos de la Nickel) es lo que sigue:
“Los negros siempre encontraban
la manera de sobrevivir fueran cuales fuesen las circunstancias. De no ser así,
el hombre blanco nos habría exterminado hace ya mucho tiempo”.
Uno lee rotundas frases en novelas como esta y pareciera saber perfectamente
cómo pueden ser los ámbitos humanos donde el dolor, la lucha y la angustia
vital son lo dominante:
“Solo un Dios perezoso era capaz de
producir tanta maldad y exponerla tan al desnudo”.
En El rimo de Harlem, con personajes a los que “le caían buen muchas
personas, pero no la gente”, con la música de Dave Baby Cortez, Charles
Mingus, la de Sinatra y Count Basie, la de Lena Horne, por ejemplo, Carney
aprende rápido, sin ir más lejos, que “el sentido común y el sentido práctico
eran toda una bendición a la hora de llevar a cabo empresas criminales”.
“Bien mirado, en un
momento dado, el mundo es como un aula”.
La historia estadounidense, como siempre, mostrada desnuda en las novelas de Whitehead:
“Un policía blanco había matado a un
chico negro desarmado tras dispararle tres veces. Típicas habilidades
estadounidenses. Pasen y vean: somos especialistas en hacer maravillas y en
cometer injusticias, y siempre tenemos las manos ocupadas”.
“Gente rica que era tan corrupta
como los gángsteres pero no necesitaba esconderse. Actuaban sin tapujos, daban
fe de sus fechorías o las hacían grabar en placas de bronce que ponían en
fachadas de edificios”.
La historia de Harlem (“la ciudad negra y la ciudad blanca: superpuestas
la una a la otra, ignorándose mutuamente, separadas y conectadas por vías”):
“La mitad de los negros de Harlem
contaba la anécdota de su abuelo allá en el Sur que se pasaba la noche entera
sentado en el porche escopeta en ristre, esperando a que el Ku Klux Klan
viniera a joder por algún incidente ocurrido en el pueblo. Negros legendarios. […]
En la mayoría de dichas anécdotas, a la mañana siguiente la familia hace las
maletas y pone rumbo al Norte dando por terminada su época en tierras sureñas.
Era el inicio de un nuevo capítulo en la crónica ancestral”.
“Acuérdate de mí o nadie más lo hará”, mientras el mundo sigue adelante, la
Tierra continúa girando “de manera que las estaciones se sucedieran,
marchitándose y renovándose”.
Al final, el protagonista de la novela de Whitehead comprende que “solamente
quedaban las repercusiones y los tímidos intentos de uno por encontrarle
sentido” a lo vivido, a lo sufrido, a lo amado. A lo olvidado.
Este texto pertenece a mi artículo ‘Harlem y el ritmo
literario de Colson Whitehead’, publicado el 1 de julio de 2023 en Nueva
Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.


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