Roberto Bueso, la excelencia y Llenos de gracia

El año 2022 es el de una película española excepcional titulada Llenos de gracia que no llega a los ciento diez minutos de duración, dirigida magníficamente por Roberto Bueso, que la ha escrito de manera excelente junto a Óscar Díaz. A este tipo de largometrajes los llaman despectivamente feel good movies, como si hacer películas para sentirse bien no fuera el objeto del buen cine, como si el objeto del buen cine fuera hacer pelis para sentirse mal. Que le cuenten estas milongas imbéciles a Dios, digo a Billy Wilder.

Llenos de gracia, hablando de Dios, tiene a Dios como protagonista lateral (salen monjas), también al fútbol. Niños a punto de ser excluidos de la sociedad y mujeres atentas a evitarlo. El amor y la derrota en un enfrentamiento amable en que el dolor y el trauma no se enseñorean del espectáculo para darle esa categoría que sólo les gusta a los perdedores pesimistas. A los pesimistas perdedores.

A la perfecta fotografía de Víctor Entrecanales se le suma el poderoso influjo de la nuevamente sublime Carmen Machi, muy bien acompañada por Paula Usero y Manolo Solo, por los niños encabezados por un medidísimo Dairon Tallon, y por otros actores de la talla de Nuria González, Pablo Chiapella y Anis Doroftei.

A mí, como al crítico cinematográfico de El País Javier Ocaña, me ha parecido "estupendo e incorrecto cine familiar con niños de verdad”, sí, “casi dos horas de divertimento, risas y emoción". Roberto Bueso, que ya me encantara en su debut de hace tres años, encuentra en Llenos de gracia, lo dice Oti Rodríguez Marchante en ABC, “el modo de compaginar lo fácil, cazar clichés, con lo difícil, domesticarlos y acicalarlos”.

Llenos de gracia es una verdad arriesgada que se mece en lo más convencional del arte sencillamente bien hecho.

Y no voy a contar algo que yo ya sabía cuando vi la peli. Algo que me debería haber ahorrado saber sobre sus protagonistas auténticos. Porque lo que vemos está basado en hechos reales, que conste.