De 2018 es el espléndido libro ¿Qué me estás cantando? Memoria de un siglo de canciones, obra del escritor, músico y periodista Fidel Moreno.
La música de sus abuelos
Comienza Moreno hablándonos de unas nanas
del siglo XIX que estaban en la memoria de sus abuelos. Y desde aquel entonces
nos trasladará hasta el año 1976, cuando nació él (pasando por la música de la
época de sus padres, claro).
“[El sacerdote e
historiador español] Rodrigo Caro llamó [en el Siglo de Oro] a las nanas
las «reverendas madres de todos los cantares», pues llegamos a la música,
como especie y como individuos, a través de ellas. La misma palabra nana
recoge en su significante onomatopéyico la musicalidad del tarareo”.
Dice Moreno que “entre tarareos y
nanas, al bebé se le va trasmitiendo un patrón con el que ordenar su
experiencia y configurarse a sí mismo”. También que “nuestro gusto musical
quizás comience desde antes de nacer”, en el vientre materno.
Tras las nanas, el Cara al Sol,
basada en una música del compositor Juan Tellería, y su historia más o menos
conocida; Ay, Carmela, que es “la primera canción nacional
española” (afirma Moreno), procediendo como procede de comienzos del siglo XIX,
cuando la guerra de la Independencia (es conocida también como Ay, Manuela).
“Así, la que
defiendo como primera canción nacional española tendría también representada en
su letra el género fundamental que la música española aportará al mundo en el
siglo XX, la rumba. Una manera de reconocer de paso que nuestra
identidad nacional también es fruto de la negritud y que está íntimamente
ligada al África cercana y a la América lejana”.
De la rumba se lee en el libro que es
“el gran aporte de España al mundo en lo que a música popular se refiere”. Uno
de los grandes temas de la rumba será “el amor como pasión atormentada ligada
en última instancia a la muerte”, algo llevado “a su extremo expresivo por
cantantes como Bambino, Lola Flores, Los Chichos, Las Grecas y Los Chunguitos”.
Pero no adelanto acontecimientos…
Continúa el autor su historia de las canciones españolas contemporáneas con la rumba Los ojitos negros, “el antecedente más glorioso de la rumba en nuestro país”, que cantara “la mejor cantante flamenca de todos los tiempos”, La Niña de los Peines (cuando ya se habían extendido, “de boca en boca”, los cantes traídos de La Habana por Pepe el de la Matrona hacia 1917, el año de la grabación de dicha canción), “creadora y recreadora de una belleza popular que devuelve a las gentes la comprensión de sí mismas”; prosigue con Hijos del pueblo, “el himno en lengua española por excelencia del anarquismo militante” compuesto en 1889 por Rafael Carratalá Ramos, desbancado por la muy conocida canción A las barricadas; o con Miguel de Molina y su copla La Bien Pagá (“una de las cimas de la canción en español”), con letra de Ramon Perelló y música de Juan Mostazo, compuesta en 1936, autores ambos tres años antes de Mi jaca, estrenada por Estrellita Castro.
“La copla
es tan franquista como republicana o ninguna de las dos cosas, como demuestra
la vigencia hoy en día de sus mejores temas”.
Nace a principios de la década de
1930, “derivada de la tonadilla, del cuplé llegado de Francia, de los
espectáculos de varietés, del género chico y de los aires musicales andaluces”.
La palabra copla “alude tradicionalmente a una forma poética
compuesta por cuartetas de arte menor y rima asonantada en los pares; de
ahí que muchos, para no confundir, prefieran hablar de canción española
o, específicamente, de copla andaluza. Esta última denominación cuenta a
su favor con haber sido el título de un espectáculo de teatro musical de
Antonio Quintero y Pascual Guillén estrenado en el teatro Pavón de Madrid, el
22 de diciembre de 1928. La copla andaluza fue el gran
éxito de la temporada y se representó por España y parte del extranjero, y
contó con cantaores de la talla de Pepe Marchena y Angelillo, dos de las voces
más famosas de aquellos años”. Moreno elige, convencido sobre la existencia de
un acuerdo general al respecto, como las coplas más representativas La Bien
Pagá, Ojos verdes y Tatuaje:
“En estas tres
coplas podremos vislumbrar, y sentir, el ambiente turbio en el que se
desenvolvieron los amores de nuestros abuelos”.
Seguimos con Moreno y el cancionero
de sus abuelos, uno de los cuales, su abuelo materno, era representante de
artistas y se casó con una amiga y corista de Estrellita Castro. El primer gran
éxito de Conchita Piquer (Concha Piquer más adelante, “la emperatriz de
la copla, cuya estrella reinaría sin competencia durante años en la oscura
noche de la España franquista”) fue el nostálgico pasodoble En tierra
extraña, compuesto en 1927 por Manuel Penella, que incluía a su
vez otro pasodoble, Suspiros de España (que mucha gente reclama
“como el verdadero himno español”), de Antonio Álvarez Osorio.
Ojos verdes (una
de las canciones preferidas de Francisco Franco, leo en el libro), escrita por Rafael
de León (un maestro insuperable” cuya eficacia literaria “conseguía aquello
que pretendía, la identificación sentimental del público de su época”) con
música de su habitual compañero de composiciones, Manuel Quiroga, fue
estrenada en 1937 y luego popularizada por Cocha Piquer.
Más canciones. Celia Gámez, “en
su chotis ¡Ya hemos pasao! retrata muy bien la borrachera de los
vencedores” de la Guerra Civil española. El chotis, explica Fidel
Moreno, “llegó a Madrid en 1850, bajo el nombre de polca alemana.
Es una música de origen centroeuropeo que se popularizó por formar parte del
repertorio de los organillos”.
En 1939, la canción que más recaudó
en aquella España destrozada fue La morena de mi copla, en la voz
de Estrellita Castro. Será en los primeros años de la dictadura de Franco, en
los tiempos del hambre y la autarquía, cuando el andalucismo y el gitanismo
(ambas “terribles reducciones prejuiciosas y orientalistas de la imaginería
popular andaluza y del gitanismo”, que “venían de antiguo y, en la generación
del 27, con García Lorca a la cabeza, ya le habían dedicado abundante
floritura”) alcanzaron su esplendor “de la mano de coplas como esta” y serían
considerados “como la quintaesencia de lo español”.
Otras de Cocha Piquer: Tatuaje,
compuesta por De León y Quiroga junto a Xandro Valerio; o A la lima y al
limón (la más escuchada de 1940, de los dos primeros).
En aquellos tiempos del llamado
primer franquismo, “la época del racionamiento y del estraperlo, de los
apagones continuos y de la pertinaz sequía”, llegamos, llega el autor, al año
1946, el año en el que (nació la madre del autor y en el que) la absurda
canción La vaca lechera (escrita por Jacobo Morcillo con música
de Fernando García Morcillo, “uno de los grandes músicos de este país”),
en aquel contexto miserable (al que eran ajenos los abuelos del autor, al fin y
al cabo vencedores de la reciente guerra), “adquirió un importante valor
testimonial”.
Rascayú,
compuesta por Bonet de San Pedro, fue una de las canciones más
escuchadas de 1943, “cuando aún era posible vislumbrar los juegos fatuos de las
cunetas y los cementerios atestados de caídos en batalla o fusilados”. Una
canción que cantarían mis maquis en mi novela Serás mi tumba. Tenía que
decirlo. Moreno prefiere la versión de Antoñita Rúsel con la Orquesta Trébol,
que también cantara Mi casita de papel, compuesta por Mercedes
Belenguer Machancoses y su marido Francisco Cordoñer.
Más canciones de aquellos tiempos: María
Bonita, de Agustín Lara; Bésame mucho, compuesta
por Consuelo Velázquez y grabada en 1943 por Rina Celi (“a la que
algunos atribuyen la introducción en España del micrófono en directo”) y más
diez años después por el chileno Lucho Gatica; las del cubano Antonio
Machín (y sus boleros Angelitos negros, grabado en 1947, de
tremendo éxito en España; o Dos gardenias y Corazón loco,
sin ir más lejos, y la que más le gusta al autor de ¿Qué me estás cantando?:
Amar y vivir, también compuesta por Consuelo Velázquez…).
Un inciso: el bolero (“el
ritmo cubano que más lejos se expandió por el mundo”).
“El bolero toma su
nombre de un tipo de cante folclórico español, de posible origen mallorquín,
que se bailaba en parejas sueltas dando pequeños saltitos y acompañado de
guitarra, tamboril y castañuelas. A excepción del acento melancólico, no
tiene en común ni el ritmo, ni la cadencia ni el cariz teatral del bolero
español, género que alcanzó su cumbre de la mano de Ravel a finales de los años
veinte del pasado siglo, para luego caer en el olvido y quedar eclipsado por su
homónimo latinoamericano.
El bolero es un
canto íntimo de temática amorosa y expresión sencilla que
alguien describió certeramente como un golpe bajo al corazón. A finales
del siglo XIX, en Cuba empieza a desarrollarse la canción trovadoresca en
paralelo a las guerras de independencia […] En ese magma, la contradanza
europea derivó en el danzón y en la habanera, y las sucesivas
transculturaciones dieron lugar al son, el bolero, el mambo y el chachachá. Pepe
Sánchez, un sastre de Santiago de Cuba, es reconocido como el padre
del primer bolero, fechado en 1885 y titulado Tristezas”.
También hay tangos en el libro
de Fidel Moreno. Los de Carlos Gardel, desde luego, o Cambalache,
cómo no, de Enrique Santos Discépolo (“de entre todos los autores de
tango, el que llegó más lejos, trascendiendo el cliché del género y alcanzando
en sus composiciones más señeras un carácter universal que todavía las hace
actuales”).
Llegamos, llega el autor, a Lola Flores, “la
última de las grandes cantantes de la posguerra y la primera rumbera”, que
cultivó también, claro, la copla, a quien dedica páginas y páginas, a ella y a
sus canciones (El Lerele, de Francisco Muñoz y Genaro
Monreal, de principios de los años 40; La Zarzamora y Pena,
penita, pena, ambas de Quintero, León y Quiroga, esto es: Antonio
Quintero, Rafael de León y Manuel Quiroga; A tu vera; o esa
especie de rap que es Cómo me la maravillaría yo, que compusiera en 1972
Rafael de León junto a Juan Solano; y Que me coma el tigre).
Lo que Fidel Moreno sabe de su abuelo materno es más bien poco, pero en su recuerdo está escucharlo cantar en Nochebuena Los campanilleros, un villancico flamenco que ya en 1929 grabara Manuel Torre, “un estándar del género que también fue grabado por Manolo Caracol o, más recientemente, por José Mercé”. Aunque quien la hiciera famosa, en 1932, fue La Niña de los Peines (esa versión, que es la que conocería su abuelo es también conocida como En los pueblos de mi Andalucía y fue la que hizo famosa a la cantante).
Continúa…

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