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Cuando Cuca nos preguntaba si la queríamos

Leo en un libro muchas referencias al desgraciado declive vital de mi madre y trato de hacerlas mías, escritas por mí, más aún que sentidas por mí. No puedo, no las he escrito yo, aunque me habría encantado poder haberlo hecho y que fueran a parar a esa novela, que no sé si lo es, con ella como protagonista que tal vez no acabe nunca. El libro se titula Los ilusionistas, apareció en 2025, cuando mi madre llevaba ya dos años muerta. Su autor es Marcos Giralt Torrente y es una auténtica autopsia literaria de su familia materna, su madre, sus dos tíos y su tía y sus abuelos, él Gonzalo Torrente Ballester, ella Josefina Malvido Lorenzo.

Cuando Giralt Torrente habla sobre su tía Marisé y su decadencia física y neurológica, vital, nos escribe cosas como estas.

“Lamento mucho de esos días. El espectáculo de la decadencia no resulta gratificante. En particular me duele mi impericia para comunicarme con ella”.

“La aceptación reacia, la negación reiterada: tuvo que resultarle durísimo asumir su enfermedad. Obligarse por vergüenza a llevarla en secreto, disimular las capacidades que iba perdiendo. Cuánto pánico debió de sentir cuando comenzó a desorientarse en la calle”.

“Llegó esa época triste en la que solo caben los remiendos, las tiritas, en la que nos convertimos en el sostén de alguien que forma parte de lo que somos, y lo ayudamos, lo entretenemos, mientras en nuestro interior, a veces con impaciencia, aguardamos su muerte. Una de las últimas veces que la vi, me preguntó con excitada emoción: «¿De verdad me quieres? ¿De verdad?». Le dije que sí, le pregunté por qué se sorprendía y me contestó: «No sé, me gusta que me quieras»”.


Cuca, Adelaida Salas Díaz, preguntaba a menudo en aquellos días, a sus casi noventa años, si la queríamos. También nos decía que ella a nosotros nos quería. Me daba una pena infinita mirarle a los ojos y ver en ellos mi angustia por la angustia de ella. En el párrafo anterior hay algo terrible que también puedo hacer mío. Fin.

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