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Comprender el pasado históricamente: la Historia según Oakeshott (I)


Michael Joseph Oakeshott nació en el sureste de Londres, en una localidad que entonces no pertenecía a la capital británica, Chelsfield, el 11 de diciembre de 1901. Fue en el pleno sentido de la palabra un intelectual, fue también en el exacto significado de la palabra un conservador y quizás nadie como él haya logrado explicarnos qué es ser un conservador, en su famosa y preclara frase siguiente, donde nos aclara en lo que consiste ser eso, conservador (extraída de su libro de 1962 Rationalism in Politics and Other Essays):

 

“[Es] preferir lo familiar a lo desconocido, lo contrastado a lo no probado, los hechos al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo superabundante, lo conveniente a lo perfecto, la felicidad presente a la dicha utópica”.

 

Preferir la felicidad presente a la dicha utópica. Un conservador no cimienta su manera de interpretar la realidad en la fe, sino en el escepticismo, a un conservador no le interesa la verdad ni acepta la existencia indudable de la bondad natural de los humanos, lo que le mueve es querer comprender a quienes no piensan igual para lograr convivir con ellos. Palabra de Oakeshott.

Un intelectual conservador, eso es lo que fue Oakeshott, fallecido el 19 de diciembre de 1990. Un filósofo dedicado al estudio de la política (defensor del asociacionismo civil, individualista, frente al colectivismo que ordena las vidas de los ciudadanos), de la disciplina histórica, de la religión… Un filósofo que fue profesor en las más prestigiosas sedes del conocimiento británico, Cambridge, Oxford y la London School of Economics and Political Science, de quien lo que a nosotros nos interesa es lo que aprendió sobre la Historia, y lo que quiso transmitirnos sobre el oficio del historiador. Para ello me limitaré a desmenuzarte lo que el intelectual británico nos legó en su brillante Sobre la Historia y otros ensayos, el libro póstumo recopilado once años después de su fallecimiento.

Según Oakeshott, el historiador trabaja para comprender el pasado sin motivos ulteriores, no hace como otras personas, que buscan en el análisis del pasado orientaciones para sus actividades prácticas.

 

El presente, el futuro y el pasado

[A partir de ahora, entrecomillaré todas las frases o expresiones de Oakeshott]

El pensador británico comienza por avisarnos de que la palabra historia tiene un doble significado: por un lado, “representa conceptualmente la suma total de todo aquello que ha sucedido en la vida de los seres humanos, o un recorte de determinados acontecimientos relacionados entre sí”, lo histórico sería “lo que en efecto ocurrió durante un lapso en un lugar” y quienes hacen esa historia son “quienes participaron en tales acontecimientos”; por otro lado, “representa cierta clase de indagación sobre determinado recorte de acontecimientos, así como cierta clase de concepción al respecto”, se refiere “a la tarea y las conclusiones del historiador”; lo histórico denotaría “una indagación histórica” y la “clase de comprensión que se obtiene en el curso de tal indagación”, quienes hacen esta Historia son los historiadores

Oakeshott hace un especial hincapié en distinguir el pasado histórico del pasado práctico (también llamado útil o didáctico). “El pasado es una concepción del presente en términos de un cambio que éste registra o conserva”. Como el futuro, el pasado “sólo surge de una lectura del presente”. El pasado histórico “es una modalidad distinguible del pasado”.

Uno. Cada uno de nosotros se relaciona con el pasado que el presente encapsula”, un pasado compuesto “por todo lo que nos ha ocurrido, por todo lo que hemos sufrido, rechazado, imaginado, pensado, creído (y dejado de creer), y por todo lo que hemos llegado a conocer”. “El pasado nos persigue”, es un “pasado encapsulado”, gran parte del cual es imposible de recordar, pero su importancia no radica en la posibilidad de recordarlo.

Dos. Existe un “pasado recordado”, de manera que “el presente y un pasado recordado se encuentran inextricablemente unidos” por medio de la memoria.

Y tres. Existe “un pasado consultado o rememorado”, al cual no accedemos investigando, sino rememorando. La rememoración consiste en “unir un presente desconcertante o espinoso con un pasado conocido y sencillo para componer un presente práctico más fácil de entender y abordar”.

Nuestro presente práctico “contiene un depósito en constante crecimiento de los supuestos fragmentos de un pasado que han sobrevivido como algo que nunca ha perecido”. La virtud de esos fragmentos no es que sean ciertos, reales, sino que su virtud es “su utilidad y su familiaridad”. Son parte constitutiva de un presente, de un presente práctico. En su mayor parte, la relación entre nosotros y este pasado práctico es conceptual. Se trata de un pasado vivo que enseña con el ejemplo (como dijo Lord Bolingbroke) y es un pasado “con un movimiento progresivo al que pertenece nuestra propia época”, se le evoca en la nostalgia y, a diferencia del pasado encapsulado, “podemos huir de él cuando nos resulte embarazoso”. Este pasado práctico no es un pasado histórico.

El presente práctico, que se relaciona con fragmentos sobrevivientes del pasado valorados por su capacidad para los fines prácticos, es el del mundo real, el del “presente primordial e ineludible”.


Para Oakeshott, el oficio de historiador, la Historia, el pensamiento histórico, es el único pensamiento que se ocupa solamente del pasado. El presente del pensamiento histórico es un sujeto interesado exclusivamente en el pasado: el historiador como tal. El presente del pensamiento histórico está compuesto solo por “fragmentos sobrevivientes del pasado, como testimonios de época o restos de un pasado conservado: son objetos presentes que evocan el pasado y que no pueden evocar el futuro”.

Si en el presente práctico el pensamiento práctico es un presente-futuro; en el presente histórico el presente es un presente-pasado.

Esos fragmentos sobrevivientes del pasado “pertenecen a un presente-futuro práctico que ya pasó (no fueron habitualmente creados para ser estudiados, sino con fines prácticos de uso presente). Cada “fragmento dañado quizá mutilado, y habitualmente desvinculado de sus relaciones transaccionales con otros, constituye la única vía de ingreso al pasado con la que cuenta el historiador”. Por tanto, el historiador ha de…

a) “recuperarlos de allí donde yacen esparcidos en el presente”,

b) “recobrar lo que se haya podido perder”,

c) “imponer cierto grado de orden frente a esa confusión”,

d) “reparar los daños que pueden haber sufrido”,

e) “superar su carácter fragmentario”,

f) “revelar las relaciones que guardaron con otros objetos”,

g) “reconocer su origen y determinar de esta manera su verdadera naturaleza”.

Pero, un pasado del que se guarda registro “no es en sí mismo un pasado histórico”; sólo es “un presente de otras épocas”. Aunque es “el presente del historiador”, “no le ofrece lo que busca” pues lo que el historiador busca es “un pasado comprendido históricamente”, un “pasado que no ha sido sobrevivido”, un pasado que ya no es posible encontrarlo ni recuperarlo, “sólo es posible inferirlo”.

 

“Un pasado comprendido en términos históricos es la conclusión de una indagación crítica de determinada clase: sólo puede encontrarse en los libros de Historia”.

 

El pasado histórico sólo puede especificarse por medio de una “indagación en la que ciertos vestigios sobrevivientes del pasado se descomponen en los elementos que les caracterizan para ser usados por su valor como pruebas circunstanciales a partir de las que se pueda inferir un pasado que no ha sobrevivido, un pasado constituido por sucesiones de hechos históricos interrelacionados (acontecimientos concebidos en tanto que resultados de otros acontecimientos similares que les antecedieron) y ensamblados como respuestas ante las preguntas sobre el pasado formuladas por el historiador”.

Para el pensador británico, existen diferentes textos sobre el pasado:

– Aquellos para los que “el pasado es cualquier pasado y, por lo tanto, de ellos resulta un embrollo lamentable”.

– Aquellos que son “supuestas predicciones u obras proféticas que entienden el pasado sólo si cuadra con su vaticinio”.

– Aquellos “en los que el pasado es una colección de acontecimientos ejemplares”.

– Aquellos que “están destinados a poner con vivacidad en conocimiento de sus lectores un pasado compuesto por determinados episodios”.

– Finalmente, “existen textos que presentan un tipo de indagación y revelan un tipo de pasado histórico”: esos son los únicos que pertenecen al pensamiento histórico, sólo esos, añado yo, son Historia.

El pasado práctico no ha de ser identificado ni confundido con el histórico, “no tienen absolutamente nada en común”. El pasado práctico tiene su propio valor, en función de su utilidad actual; a diferencia del pasado histórico (que es una colección de acciones de las que se guarda registro y conforman el punto de partida de la indagación histórica), el pasado práctico es “una colección de símbolos emblemáticos”, es un “conjunto de imágenes simbólicas”, todo lo contrario del pasado histórico, que por el contrario “se evoca mediante un proceso de evocación crítica sobre la autenticidad de un vestigio que permanece enigmático”.

El pasado práctico es un relicario fácilmente manipulable, reescribible, es lo que desde hace siglos se conoce en China como la rectificación de los nombres. El pasado práctico es “un presente de objetos sobre los cuales se reconoce que han sobrevivido”, algo imprescindible para la vida civilizada, es una “acumulación de personas, situaciones, enunciaciones, acciones y artefactos de carácter simbólico que son producto de la imaginación práctica y cuya única relación con el pasado tiene que ver con el momento y las circunstancias en que fueron incorporados al discurso práctico”.

Quedémonos con esta idea medular en Oakeshott: el pasado útil o didáctico o práctico es imprescindible para la vida civilizada. ¿Y el histórico?

 

Los hechos históricos

La indagación histórica tiene un “interés exclusivo por el pasado”, por el pasado histórico, que “está compuesto por series de hechos interrelacionados, inferidos a partir de objetos presentes que se reconocen como testimonios del pasado, ensamblados para proporcionar respuestas a ciertas preguntas históricas sobre el pasado”.

 

¿Qué es un hecho histórico?

Esos objetos presentes que son, porque se reconocen como tales, testimonios del pasado, nos dan la clave de lo que indaga la Historia.

 

“Una indagación histórica surge por la preocupación por un presente constituido por objetos reconocidos, supervivientes […], objetos que revisten un carácter vestigial. Se trata de objetos presentes que sólo hablan del pasado”. Son objetos “reconocidos como productos del quehacer humano, como actos que han sido realizados, enunciaciones que han ido pronunciadas o artefactos que han sido elaborados, es decir, como fragmentos a veces perdurablemente deteriorados que han perdurado, del pretérito compromiso deliberado de sus autores y que en tal carácter aún subsisten”. Son “objetos relacionados con una clase particular de pasado histórico” pero de naturaleza heterogénea.

 

La indagación histórica inferirá de esos actos de los que se guarda registro “un pasado compuesto por hechos históricos relacionados entre sí”: se trata de “transformar los vestigios en pruebas” que se usarán para “la composición de un pasado que no ha sobrevivido”, pues está conformado “por hechos más que por actos”.

“El historiador crea su propio presente, crea sus fuentes, dotándolas de autenticidad más que de autoridad”: se trata de conseguir que los registros históricos “digan lo que significan”. El trabajo del historiador “no tiene un destino extrínseco; sólo quiere averiguar a dónde lleva el camino”.

Haber realizado una lectura crítica de los vestigios es sólo el punto de partida del oficio de historiador, que a continuación indagará “sobre aquello que se pueda inferir a partir de ellos acerca de un pasado que ya no existe”. El objetivo es inferir, “a partir de los artefactos y enunciaciones sobrevivientes, aquello que no sobrevivió pero sí ocurrió”: es decir, el objetivo es colegir los acontecimientos históricos.

Un acontecimiento histórico es una situación histórica rudimentaria, pero “una situación histórica es una composición de acontecimientos históricos interrelacionados y teóricamente contemporáneos entre sí”. Una situación histórica “es una estructura coherente de acontecimientos interrelacionados conceptualmente, abstraída de todo lo que puede haber estado sucediendo en determinado momento y lugar para conformar una respuesta frente a una pregunta histórica por un pasado que no ha sobrevivido”. Esto es, una situación histórica “es la conclusión de una indagación histórica”. Una conclusión derivada de acontecimientos que han de haber sido previamente autenticados y bien seleccionados, no puede ser una simple colección de fragmentos supervivientes y no se puede dejar a los registros históricos que hablen por sí mismos.

 

“Una situación histórica es la conclusión de un procedimiento de inferencia que consiste en transformar los registros históricos en pruebas circunstanciales de un pasado que no sobrevivió”.

 

Oakeshott nos dice que para alcanzar altos niveles de comprensión histórica no hay que dudar, sino, más bien al contrario, “emprender una indagación que no esté destinada a ensamblar un pasado de identidades situacionales anatomizadas compuestas por acontecimientos interrelacionados sino a articular un pasado constituido por hechos históricos y conjunciones de hechos históricos”. Y eso es lo que “es una indagación histórica propiamente dicha”: la que se hace dando sentido pleno a un entramado consistente de auténticos acontecimientos.

Los hechos históricos son, por tanto, “acontecimientos o situaciones que se infieren a partir de vestigios sobrevivientes y que supuestamente constituyen aquello que estaba sucediendo en concreto, en cierto aspecto y en determinado momento y lugar, concebidos en términos de las modificaciones de su surgimiento, es decir, concebidos en tanto conjunto de eventus o resultado de aquello que pasó antes”.

Esos hechos interrelacionados conforman el pasado histórico: “se trata de un pasado que no está constituido en función de su inmovilidad sino del tiempo y del cambio”.

“Un pasado histórico es un pasado absoluto”, es la “conclusión de un proceso indagatorio en el que el historiador infiere un pasado compuesto por hechos históricos interrelacionados y ensamblados como respuesta a una pregunta histórica, un pasado del que no puede existir registro alguno y que resulta necesariamente desconocido a falta de tal indagación”. La respuesta a una pregunta histórica: eso es lo que es el pasado histórico.

 

Las causas

La Historia (“la indagación histórica” de Oakeshott) “es una tarea destinada a ensamblar un pasado compuesto por hechos que, a su vez, conforman series de hechos interrelacionados”, de forma que “el pensamiento histórico se exprese en una relación (vinculación y relato a la vez) de hechos históricos, organizada en orden cronológico o en forma de narración o compuesta en otro estilo”. Lo esencial de todo esto es establecer el tipo de vinculación entre esos hechos “y establecer su naturaleza”. Y ello de tal manera que no perdamos de vista que toda indagación histórica deberá establecer y emplear vinculaciones significativas (conexiones entre hechos antecedentes y subsiguientes que especifiquen la naturaleza de las siguientes y permitan comprenderlas históricamente), es decir, relaciones internas o intrínsecas, distintas de las otras relaciones, que son nuevamente externas, casuales o fortuitas y que no son el objeto del pensamiento histórico.

La tarea de la indagación histórica “debe consistir en distinguir entre los antecedentes de los hechos históricos una serie de hechos que pueda reconocerse en tanto elemento que guarda una vinculación significativa con el hecho subsiguiente, es decir, detectar lo significativo en el mero antecedente y así transformar lo subsiguiente en consiguiente”.

Hay dos definiciones de la Historia (de la indagación histórica) de entre las que Oakeshott lleva a su libro que, ceñidas a la intervención de lo causal en el oficio del historiador, deberían enseñarse en las facultades universitarias correspondientes, son estas.

 

“La indagación histórica es la tarea de comprender o explicar acontecimientos y situaciones de otras épocas cuya descripción provenga de fuentes confiables, y esto sólo puede lograrse en el marco de una investigación que aspire a comprenderlos en términos de sus causas o condiciones causales. Cualquier otra explicación debe rendirse ante las explicaciones causales.”

“La indagación histórica es la tarea de inferir un pasado que no ha sobrevivido a partir de un presente de supervivencias comprobadas y de entender la naturaleza de los hechos aún incomprendidos que constituyen ese pasado como consecuencia de otros hechos anteriores con los que están relacionados en una forma significativa de tipo causal.”

 

Definamos causa: las causas entendidas como vinculaciones significativas no son meros antecedentes dignos de atención. La indagación histórica no sólo establece un nexo causa-efecto sino que se encarga de “atribuir responsabilidad (o incluso culpabilidad)” o cuanto menos de atribuir a “esos factores intrusivos” el carácter de ser impulsores de cambio.

Una causa sería por tanto culpable, en tanto que su impulsora, del cambio, que es algo esencial si estudiamos el pasado histórico, como veremos un poco más adelante.

 

((Continuará…))

Este artículo apareció el 28 de junio de 2017 en la revista digital Anatomía de la Historia que yo dirigí.

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