Aquel asesinato en Guillermo de Osma
18 de enero de 2018, Madrid. Ese día dieron comienzo los trabajos municipales para colocar una serie de placas de reconocimiento a las víctimas de terrorismo. Se empezaba así a dar cumplimiento al acuerdo del Pleno del Ayuntamiento de Madrid de 28 de mayo de 2014, “interesando que en la ciudad de Madrid se coloquen placas conmemorativas en todos aquellos lugares donde fueron asesinadas todas y cada una de las víctimas del terrorismo, garantizando el máximo respeto y dignificación de las mismas y de sus familias”.
De resultas de todo ello, muy cerca de la plaza de la Beata María Ana de Jesús, en la fachada del número 7 de la calle Guillermo de Osma, en el barrio de La Chopera, dentro del distrito de Arganzuela, estaba previsto que se pusiera la placa que reconociera (y conmemorara) a Nabil Aranki Wadi como víctima de terrorismo internacional. Pero ocurren dos cosas: no fue abatido a la altura del número 7 de la calle Guillermo de Osma (lo fue en la acera de enfrente, entre los portales 6 y 8, de ahí el error en la web municipal, intuyo) y además... la placa no ha sido colocada nunca. O al menos ahora mismo no está a la vista. Porque, según parece, apenas se han colocado algunas de todas las previstas.
Nabil Aranki Wadi (a veces también
transcrito su nombre como Nabil Arankj Wadi), corresponsal de prensa de
publicaciones de Kuwait y Líbano, y (quizás) militante del Frente por la
Liberación de Palestina (FLP), casado, con dos hijos, había sido asesinado a
sus 34 años de edad el lunes 1 de marzo de 1982 cerca de mi casa, en la calle
Guillermo de Osma.
El Colectivo de Víctimas del
Terrorismo (COVITE) es una asociación de víctimas de atentados terroristas en
el País Vasco creada a finales del año 1998 para defender sus derechos. En su
tremendamente didáctica web (que extiende su atención a todo tipo de víctimas
de terrorismo en territorio español) hay una entrada en el apartado ‘Víctimas’
dedicada a Nabil Aranki Wadi, donde se nos cuenta (no sin algún error que otro)
que cada mañana de los días de diario “realizaba el mismo recorrido: salía de
su casa en la calle Eugenio Sellés, llevaba a sus hijos al colegio y después
volvía paseando hasta la plaza de la Beata María Ana de Jesús, donde se reunía
con su mujer en la cervecería Viñas. Pero el 1 de marzo de 1982 un terrorista
de rasgos árabes le esperaba oculto detrás de un quiosco en la calle Guillermo
de Osma. Cuando Nabil, miembro del Frente por la Liberación de Palestina, pasó
por delante, el asesino le disparó dos veces en la nuca y huyó. Los policías
cubrieron el cuerpo creyendo que había muerto en el acto, pero minutos después
la víctima trató de decir algo, por lo que le trasladaron de inmediato a la
Ciudad Sanitaria Primero de Octubre [hoy Hospital Universitario 12 de Octubre],
donde falleció dos minutos después de su ingreso”.
Inmediatamente, a mediodía de aquella
misma jornada de marzo de 1982, la oficina en Madrid de la Organización para la
Liberación de Palestina (OLP), a la que pertenece el FLP, coaligado con otros
movimientos políticos y paramilitares (si bien se sabe que Wadi frecuentaba
poco la sede madrileña de la OLP), acusó del atentado (asesinato) a los
servicios secretos israelíes. “Sin embargo, las Fuerzas de Seguridad españolas
apuntaron a grupos chiíes. En cualquier caso, nadie ha sido juzgado por el
asesinato”. La persona joven que se creyó ver disparando a Wadi no fue nunca
identificada. Se piensa, así lo transmitieron personas al frente de la
investigación del asesinato, que vino a Madrid expresamente desde el extranjero
para perpetrar el atentado.
Sobre la vinculación episódica del
FLP con acontecimientos (luctuosos, por lo general) acaecidos en suelo español
podemos documentarnos en el excelente libro del historiador Gaizka Fernández Soldevilla
El terrorismo en
España: de ETA al Dáesh): en septiembre de 1975, entre
los días 15 y 18, un comando en la órbita del FLP asaltó la Embajada de Egipto
en Madrid como protesta ante el acercamiento diplomático egipcio a Israel, y
tomó una serie de rehenes, entre ellos el propio embajador, antes de que tras
una negociación la célula terrorista se trasladara al aeropuerto de Barajas
para huir hasta Argel; en marzo de 1982, como sabemos, Nabil Aranki Wadi fue
asesinado (con el régimen sirio como principal sospechoso, inicialmente, a
decir de Fernández Soldevilla, como también le leo a Carlos Arranz en El País del 13 de marzo de 1982, quien
luego matiza esa vinculación, y nos dice que le dispararon “junto a un quiosco
de periódicos”, algo imposible si donde le asaltaron fue en el 7 de Guillermo
de Osma: hablo con conocimiento de causa); y el 27 de abril de ese mismo año,
el agregado cultural de Siria en España, Hassan Dayoub, quien curiosamente un
mes antes declaraba que a Wadi le habían matado “agentes sionistas”, se
defendió armado de un intento de asesinato (y, como en el caso de Wadi, el
atentado quedó sin esclarecerse).
Nabil Aranki Wadi había nacido en
1958 en la ciudad de Haifa, en el norte del recientemente establecido estado de
Israel. En 1972 se había trasladado a España, concretamente a Salamanca, donde
estudió Farmacia, y, tras pasar un año en Barcelona, vivía en Madrid desde
1981, año en el que consiguió que se le concediera una prórroga de residencia
por arraigo familiar. Había traído a su madre para vivir con él y se había
casado con una mujer española.
El diario madrileño El País, en su edición del día siguiente del crimen, no explica el atentado exactamente igual a como hemos visto que lo hace COVITE en su web. La huida del asesino (“de facciones árabes y vestido con ropa de color azul”) fue a pie, se aclara, y, por encima de todo, era la mujer de Wadi la que, como de costumbre, llevaba a los dos hijos (de siete y ocho años) al colegio, cosa que hizo aquel fatídico día de marzo (al Miguel de Unamuno, muy cerca de la plaza de la Beata María Ana de Jesús, en la calle Alicante), y hacia las nueve y media de aquella mañana él salió a su encuentro desde su casa de Eugenio Sellés. Aquel artículo cuenta lo ocurrido con cierto grado de detalle:
“A
las 9,30, cuando su mujer había atravesado la glorieta [plaza de la Beata], de
vuelta a casa, él pasaba junto al quiosco de venta de lotería instalado en la
acera de la calle Guillermo de Osma, entre los números 6 y 8. El ciego que
regenta el quiosco recuerda el momento con gran exactitud: ‘A aquella hora, yo
estaba limpiando los cristales, no sé por qué en la calle no se oía ni a una
mosca, así que yo distinguí perfectamente los pasos de un hombre, de un solo
hombre, que pasaba frente a mí y se dirigía a la glorieta. Entonces escuché
también con mucha claridad dos disparos seguidos. Al parecer, el hombre había
caído al suelo y una segunda persona huía calle abajo a buen paso’.
Sigue el artículo de El País del día 2 de marzo de 1982 (sin
firma y titulado ‘Súbdito palestino asesinado a tiros en el barrio de Legazpi’,
ilustrado con una foto del quiosco en cuestión) explicándonos lo que se pudo
averiguar de inmediato tras el acaecimiento de aquellos luctuosos hechos.
Quizás el asesino se apostara entre la acacia plantada a dos metros del
quiosco. El asunto es que tras sonar los disparos una mujer gritó (lo cuenta el
quiosquero) gritó “cogerle, cogerle”. Era la esposa de Wadi.
“Desde
el otro lado de la calle, la panadera, que acababa de abrir su tienda, y su
hijo Luis oyeron dos disparos, que alguien había hecho junto al quisco, y luego
a una mujer que gritaba ‘asesinos, animales’, un hombre con rasgos árabes y
gafas de sol, y vestido con pantalón vaquero y anorak azul, marchaba
tranquilamente calle abajo. Si había que juzgar por él, no había sucedido nada.
Pero los gritos de la mujer continuaron. Poco después, Luis ayudaba a recoger
el cuerpo de un hombre que tenía la cara ensangrentada: había recibido dos
disparos en la nuca. Inmediatamente llegó la policía. Un funcionario trataba de
consolar a la mujer: ‘No se preocupe, todavía tiene vida’”.
[Aquella panadería era una de las dos
donde en casa de mis padres (y luego, años después, en la mía también) se
compraba habitualmente el pan que comíamos en casa, en la familia la llamábamos
LadeLuis (todavía abierta, aunque ya no la atiende aquella familia).]
Wadi fallecía dos minutos después de
ingresar en el Primero de Octubre. Una anciana vecina, por orden de uno de los
agentes, había limpiado la sangre del suelo y colocado luego unos papeles para
tapar el lugar.
Me interesa ahora seguir la pista que
la lectura del artículo de Carlos Arranz en El
País del 13 de marzo de aquel año 82 abrió en mis pesquisas sobre el
asesinato de Nabil Aranki Wadi. Arranz escribía que el régimen sirio del
presidente Hafez el Asad aparecía, después de las horas iniciales tras el
crimen, como el principal sospechoso del asesinato de Wadi: “no está claro, sin
embargo, si el homicidio fue realizado por algún servicio especial sirio o, más
probablemente, por hombres del grupo terrorista palestino encabezado por Abu
Nidal, afincado en Damasco desde 1980”. Arranz continuaba afirmando que el
atentado se enmarcaría, siguiendo “fuentes cercanas al caso, en la actuación
intimidatoria del régimen baasista sirio contra su oposición en el exilio y sus
aliados iraquíes y jordanos”. Arranz no relacionaba a Wadi con el FLP, sino, de
manera poco activa, con el Movimiento Popular de Liberación Árabe (MPLA, un movimiento
proiraquí escindido del grupo de Abu Nidal), y, siempre amparado en fuentes
oficiales de la investigación del asesinato, así como “ fuentes allegadas a la
representación diplomática iraquí y otras fuentes árabes de absoluta solvencia”,
consideraba que el régimen sirio perpetró el atentado para advertir al
principal aliado en España de la oposición siria: la Embajada de Irak. El jaleo
es considerable, lo sé. El entramado terrorista internacional relacionado con
el secular conflicto árabe-israelí, e incluso con la habitual tensión entre los
distintos países del mundo árabe, lo es. Por no hablar del conflicto interno en
Siria, que muchos años después supondrá el inicio de una guerra civil en ese
país que todavía coleaba cuando escribía esto (aunque en diciembre de 2024, los
rebeldes conquistaron Damasco, la capital del régimen sirio entonces encabezado
por el hijo de Hafez el Asad, Bachar el Asad, que acabó huyendo del país). Lo
que sí sabemos es que a Wadi lo asesinaron en mi barrio, cerca de la casa de
mis padres, donde entonces yo vivía, cerca del que hoy es mi hogar.
Nabil Aranki Wadi tenía pasaporte
iraquí (expedido en la capital libanesa, Beirut) “y frecuentaba asiduamente los
centros oficiales iraquíes de la capital española”, le leo a Arranz. Además, su
cadáver fue transportado cuatro días después de su asesinato a Jordania, y
según atestiguara un familiar, su entierro lo sufragó la Embajada de Irak.
Carlos Arranz explica, ayudado por
sus fuentes árabes, que el asesinato de Wadi “ofrecía la ventaja de servir de
escarmiento a los exiliados sirios y sus aliados iraquíes sin llegar a suscitar
las repercusiones internacionales que hubiese provocado el asesinato de un
diplomático iraquí en España, que, además, hubiese acaso sido vengado por
agentes iraquíes”.
Los órganos de prensa del grupo de Abu
Nidal había amenazado poco antes del asesinato de Wadi con eliminar a sus
escindidos del MPLA, movimiento del que él había sido uno de sus responsables
más conocidos, “aunque últimamente se había apartado algo de la política”.
Pero, continúa Arranz, como le informara una fuente diplomática europea, el
grupo de Abu Nidal únicamente actuaba entonces al dictado del régimen sirio, lo
que excluye que su asesinato fuera una venganza por su deserción.
Resulta poco creíble que fuera un
atentado israelí, primero por serlo en territorio español, donde Israel no
contaba con representación diplomática y por tanto amparo para determinadas
acciones organizadas, y segundo por la chapucera manera en que se llevó a cabo.
Cuenta Arranz que “el asesino cometió la torpeza de huir por un callejón sin
salida y, cuando se dio cuenta, volvió para atrás topándose con la mujer de la
víctima”. Solamente se me ocurre en las cercanías de Guillermo de Osma un
callejón sin salida, está bajo una de mis ventanas, por cierto, lo que no me
cuadra es que se diera de bruces el asesino con la mujer de Wadi: ¿es que le
persiguió al oír los disparos, dada la cercanía donde sabíamos que ella estaba
esperando a su esposo, en el bar Viñas, con entradas por la plaza de la Beata
María Ana de Jesús y la propia calle Guillermo de Osma?
El historiador Domingo Jiménez Martín
publicó en el año 2005, en el número 17 de la revista Espacio, Tiempo y Forma. Serie V. Historia Contemporánea (editada
por el Departamento de Historia Contemporánea de la Facultad de Geografía e
Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia) un artículo
titulado ‘Acciones de grupos terroristas del Próximo Oriente en España,
1975-1985’. Es la fuente documental más reciente donde he podido leer una
referencia al asesinato de Nabil Aranki Wadi. En ella se da por descontado que
su asesino vino expresamente a España para matarlo. También que Wadi era un
activista que “habría militado en Al Fatah y mantenía vínculos con personas
próximas a grupos como Abu Nidal, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina
(FDLP) y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP)”.
Explicar las diferencias entre el
FDLP, el FPLP y el FLP (donde habíamos visto que se decía que Wadi militaba
cuando se le dio muerte) es algo que excede este artículo y mi capacidad
investigadora (hoy por hoy), pero quiero recalcar una vez más lo intrincado de
todo este asunto de la militancia, actividad y asesinato de nuestro
protagonista.
Domingo Jiménez Martín nos recuerda que la OLP emitió un comunicado acusando al Mossad de haber ejecutado la acción, pero admite que “la hipótesis más probable apunta a que el crimen pudo haber sido causado por rivalidades en el seno de los grupos palestinos más radicalizados”, de manera que se llegó a especular con que “elementos de Abu Nidal en España hubieran prestado apoyo logístico en la perpetración del asesinato con la instigación del régimen sirio de Hafez el Asad”. Es decir, que una línea de investigación sobre el atentado considera que “los servicios secretos sirios habrían influido en la cúpula de Abu Nidal para neutralizar a un Nabil Aranki Wadi que habría incluido en su círculo de relaciones en España a miembros de la oposición islamista siria de los Hermanos Musulmanes en el exilio”, hipótesis ésta que “se sustentaría sobre la posibilidad de que Aranki Wadi perteneciera al denominado Movimiento Popular de Liberación Árabe (cercano a la órbita iraquí y que se habría acercado peligrosamente a los islamistas sirios)”.
El arma con el que mataron a Wadi fue
encontrada en los lavabos de una cafetería de la plaza de Callao: era una
pistola del calibre 9 corto, de marca extranjera y con la numeración borrada.
Sabemos que lo mataron cerca de mi casa, sabemos que lo mataron por razones políticas. Una víctima del terrorismo internacional en el Madrid donde nací, crecí y vivo. En el barrio donde nací, crecí y vivo.
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