Eduardo Halfon sigue huyendo de su casa en Tarántula
De 2024 es la espléndida novela del escritor guatemalteco Eduardo Halfon titulada Tarántula, la decimoprimera suya.
Biográfica, como la anterior suya que he leído, Duelo (algo que es marca de la casa),
de 2017, deliberadamente inquietante como aquélla, también
extraordinariamente escrita, asimismo capaz de envolverle a quien lo lea de
una forma admirable y tranquila. Y breves ambas.
[…]
El narrador-protagonista (el propio Eduardo Halfon) se
traslada, nos traslada a su pasado infantil-adolescente, a “esa etapa tan
antigua de los trece años en la cual un niño sigue haciendo cosas de niño
mientras empieza a hacer sus primeras cosas de adulto”. Los tiempos de “empezar
a deshacer el mundo heredado”, uno de esos “pequeños pasos paulatinos hacia
construir uno propio”.
“Pese a las arrugas y cicatrices
y cirugías, la cara del niño que fuimos queda para siempre bajo la máscara del
adulto que somos”.
Como Halfon, yo también me pregunto “si las imágenes
que vemos en la infancia no son almacenadas en una bóveda distinta de nuestra
memoria, una bóveda secreta, una bóveda protegida para siempre del paso de los
años”: ¿cuántos recuerdos de nuestra infancia siguen en esa bóveda secreta,
aparentemente olvidados, sólo esperando algo inesperado y simple que nos los
devuelve de sopetón?
[…]
Los padres del narrador-protagonista le enviaron a él
y a uno de sus hermanos, a finales de 1984, a un campamento en las montañas de
Guatemala (cuando el país “seguía sumido en la violencia e inseguridad del conflicto
armado interno”) para volver a acercarlos al judaísmo “a su judaísmo”, pero
también para volver a acercarlos a un país que, tres años después de haberlo
abandonado, yo consideraba ya extranjero y ajeno”. Una sensación de fuga que
Halfon confiesa en Tarántula seguir teniendo respecto tanto de su país
de origen como del judaísmo. Sí, el judaísmo, el ámbito mental, social,
religioso también, pero menos, que preside la gran novela que es Tarántula.
Antes de leer Tarántula, me encontré con este
comentario de Jimy Ruiz Vega (que en su excelente dietario El
fescambre se define a sí mismo como un “letraherido
aquejado de libropesía) en su muro de Facebook que suscribo por completo:
“Las novelas de Eduardo
Halfon tienen el don de dejar en el lector esa estela rebosante de vivencias y
memoria. Y eso se debe a su prodigiosa aventura literaria de indagación
emprendida hace tiempo por el pasado de su estirpe familiar, sustentada en una
prosa precisa, antirretórica y muy eficaz. Así es su literatura, recia: un
proyecto narrativo de seguir explorando en la memoria y en la genealogía
familiar, una búsqueda perpetua por encontrar hallazgos literarios. Tarántula
es otra estupenda pieza más de esta novela en marcha que continúa con
esa calidez narrativa y esa prestancia a que nos tiene acostumbrados para
seguir confiando en el imaginario de su literatura”.
Me interesa mucho una de las muchas reflexiones
brillantes de Eduardo Halfon en Tarántula, una que tiene que ver con la
pregunta “ridícula y a la vez genial” que un periodista español le hiciera en
una ocasión: ¿cuáles son los libros no leídos que más le habían influido como
escritor?
Esos libros son la Torá y el Popol Vuh: “aunque jamás
los he leído, no hay dos libros que, como hombre y como escritor, me hayan
marcado más. Y es que no necesito leerlos, le dije, pues los he llevado siempre
conmigo, escritos ambos en alguna parte muy dentro de mí. El libro de los
judíos y el libro de los guatemaltecos, si se me permite esa simplificación, y
si es que se les puede llamar libros a esas dos obras monumentales que
representan y definen las dos grandes columnas sobre las cuales está construida
mi casa. Pero una casa que yo, por alguna razón, desde niño necesitaba destruir
o al menos abandonar”. Y sentencia: “Llevo toda una vida huyendo de mi casa”.
Por su parte, el escritor David Pérez Vega (quien me
puso hace años sobre la pista del escritor centroamericano, y a quien considero
un conocedor destacado de su literatura) escribe sobre Tarántula que, en
ella, nuevamente “Halfon ha conseguido crear una de sus abigarradas y
fragmentadas novelas cosmopolitas sobre la identidad y la violencia llenas de
tensión”.
La memoria, la
imaginación, ambas como eje particular de la novelística de Halfon, y de
cualquier escritor, ¿verdad? “Osada y caprichosa” dice Halfon que es la
imaginación, hasta el punto de que “puede inventarse un recuerdo y luego
convertirlo en algo que percibimos como real” ¡Y qué poco importa! (Si no
queremos explicar el pasado para comprenderlo cabalmente, claro, pero ese es el
objetivo de la Historia, no el de la literatura.)
“Acaso
una plegaria. Acaso nada”.
Este texto
pertenece a mi artículo ‘Eduardo Halfon: Tarántula, se puede sentir el
dolor leyendo una novela’, publicado el 18 de julio de 2024 en Letras
21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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