Dentro de la futbolera colección ‘Hooligans ilustrados’ (de la que yo ya había leído el que escribiera Manuel Jabois sobre su madridismo titulado Grupo salvaje), de la editorial Libros del K.O., la periodista y escritora española Marta San Miguel publicó en 2019 Una forma de permanencia, donde nos habla con una notable calidad literaria de su afición al Racing de Santander.
Marta San Miguel es racinguista. Traduzco. Es
seguidora del equipo de su ciudad, el Racing de Santander.
“Cuando llegaban los
lunes, volvías al colegio con los deberes hechos: te sabías los ríos de España,
los complementos directos, las ecuaciones, y también el resultado del Racing;
quién había metido los goles, dónde había jugado, de cuánto había perdido, las
tarjetas acumuladas, quién se perdía el siguiente partido”.
“El Racing estaba en lo que vivíamos”, nos dice la
autora, que añade, “era el trasfondo de nuestro tiempo como lo era el portal de
casa, el sonido del ascensor hasta el tercero, el timbre donde vivían los
amigos, el cielo gris de Santander y la luz que enloquece a las hormigas
voladoras justo antes de las tormentas; la bahía encabronada, el olor a rabas
por la calle a mediodía, el sonido del teléfono fijo en el salón”. Porque el
asunto de todo esto es que “el Racing te pertenecía desde un terreno que nada
tiene que ver con lo deportivo”.
Al fin y a la postre, “sabes que el fútbol es un
anticipo de lo que te espera, el terreno de juego donde ensayar lo que luego
sucederá en la realidad sin balones de por medio”. Porque “el fútbol es lo
único capaz de anticipar la realidad, es una representación a pequeña escala de
lo que te vas a encontrar. El fútbol te lo está contando, pero lo ignoras”.
“Ahí están los once. Su
empeño. Latente la colisión. Como ver un rayo y esperar el trueno: esa espera
es el fútbol, sea cual sea la categoría”.
Y cuando se habla de fútbol, se habla del equipo de
una. Después de que los del Racing se partieran “la cara contra los grandes y
ese orgullo te llegara con la suficiente nitidez como para entender conceptos a
los que aún no eras capaz de poner nombre: osadía, audacia, coraje, la
santanderina San Miguel (“es posible identificar a un santanderino estés donde
estés por ese deje entre alegre y pueblerino con que adornamos el final de las
frases”) se pregunta “¿qué ha cambiado para que el equipo sea ahora algo que
sucede ajeno a la ciudad, algo que empuja a lo profundo una parte de la
historia?”
Tal vez sí haya algo trágico en “la forma de acometer
la historia” que tiene el Racing: “es un precursor y a la vez un náufrago”.
Fue uno de los diez fundadores de la Primera División,
en 1928. Cuando en 1954 se retransmitió por primera vez un partido de fútbol en
España, desde el estadio Santiago Bernabéu, era el Racing el que se enfrentaba
al Real Madrid. Como 19 años más tarde, cuando desde El Sardinero se hacía la
primera retransmisión de un partido de Segunda División, jugaba el equipo
santanderino contra el Murcia. Fue asimismo el primer equipo que usó su
equipación como soporte publicitario, en 1981 (“llevaba sobreimpreso en el
pecho la marca Teka”). Diez años más tarde se convirtió en el primer club en
convertirse en Sociedad Anónima Deportiva (SAD). Ahora lo son casi todos.
“Cuando la historia ha
empujado al Racing, cuando ha puesto a prueba sus reflejos, el pequeño equipo
demuestra que la forma de caer dice mucho del tamaño de un héroe”.
“Somos un equipo”, es la expresión que usa San Miguel para imbricarse por completo con el club de su ciudad: “somos un equipo que se construye a base de sorprenderse a sí mismo. Somos anécdotas acumuladas, no hay títulos en nuestras vitrinas, sino recuerdos, y muchos de esos relatos se construyen a base de sucesos que superan lo esperado”. Eso es lo que alimenta al racinguismo. A su racinguismo al menos.
Al escribir estas palabras sobre Una forma de
permanencia, el Racing de Santander está luchando por regresar a la Primera
División del fútbol español (LaLiga) pero la autora nos recuerda (cuando
escribió su libro estaba en esa situación) que era un club “arrinconado en
Segunda B”, pero “capaz de llenar un domingo su estadio con 15.813 personas,
entrada que media docena de equipos de Primera no es capaz de registrar y que
apenas algún Segunda lo logra, o los 17.398 que acudieron a la llamada de la
Copa del Rey ante el Betis. Eso no es fruto de ganar o perder. Esa proeza se
debe a otra cosa. Se debe a meter goles cuando toca; se debe, por ejemplo, a
los cinco que se llevó Johan Cruyff aquel 11 de febrero de 1995”. No en vano,
el Racing es “un equipo de Primera que siempre está mirando a Segunda División,
porque en el fondo todo es una aspiración, como ser una ciudad veraniega donde
en verdad llueve todo el día”.
“La destrucción
verdiblanca empezó por un mal cálculo de estructuras. Era como si el Racing
pesara más de lo que podía sostener un equipo de fútbol acostumbrado a pelear
balones y recibir a los grandes, a ascender y caer sin más estrategia que la
supervivencia cada día en el campo. Bastante teníamos con nadar, como para
también guardar la ropa. Y así empezó el deterioro. Fue el primer club de
España en convertirse en Sociedad Anónima Deportiva en 1992, mientras el
pebetero de Barcelona hablaba de deporte de élite”.
Marta San Miguel no necesitó preguntarle a su padre porquésomosdelRacing.
(A su padre, que jugó en el Racing hasta los 18 años y sabía que ser seguidor
del equipo era algo más que hacer deporte, era “una forma de ser de
Santander”.) Por eso ha escrito este libro, para explicar por qué ellas es
del Racing.
“El Racing es así. Gafe.
Mágico. Mirra. Incienso. Presidentes nefastos. Héroes. Villanos. […]
Brindamos por el Racing, porque exista a pesar de todos y de tanto”. Se trata, finalmente, “de jugar, a pesar de todo, de jugar como una forma de permanencia”.
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