Leonard Bernstein y Carey Mulligan

Hay películas a las que les sobra algo para llegar a ser auténticas obras maestras del arte cinematográfico y hay películas a las que les falta algo para llegar a ser auténticas obras maestras del arte cinematográfico. Maestro es de estas, de estas dos. Le falta algo, y le sobra algo.


Es la segunda película biográfica que veo en poco tiempo, las dos estrenadas en 2023, en la que el protagonista realmente es eclipsado por la coprotagonista, en los dos casos sus respectivas esposas, en los dos casos más por las actuaciones portentosas de las actrices que las interpretan que por los propios personajes en sí mismos. La otra es la española Saben aquel. 

Fotografiada espléndidamente (en blanco y negro al principio, en un color maravilloso el resto del film) por Matthew Libatique, de dos medidísimas horas de duración y dirigida por el cineasta Bradley Cooper, escrita por él mismo, junto a Josh Singer, Maestro es de alguna manera una película biográfica en la que lo que se nos cuenta es parte de la vida del músico Leonard Bernstein (compositor de óperas, musicales…) y director de orquesta (su música, dirigida o compuesta e interpretada por él, es la brillantísima música que escuchamos en el largometraje), a quien da vida (razonablemente bien) el propio Cooper, en concreto aquella parte, esencial, en la que conoció y vivió casado con la actriz Felicia Montealegre, interpretada magistralmente por Carey Mulligan.


La música no puede finalmente ser la protagonista de una película que une la pasión por ella a la pasión por la vida de Bernstein y atiende desaforadamente al tiempo a su relación con su esposa y madre de sus hijos, una película en la que esa unión se produce de una manera incómoda para el espectador, incapaz de sentir como una sola obra lo que ocurre en esos dos ámbitos, dividido entre el deslumbrante sonido de aquello que sale del talento del músico y la recreación espléndida del amor de Montealegre, abatido por lo tormentoso. Eso le falta a Maestro: que la amalgama cinematográfica de ambos ámbitos, la creación musical y la relación vital entre dos seres humanos, no acaba por producirse y luce desenfocada.

Y lo que le sobra a Maestro es voluntad de estilo. Alberto Corona lo explicó muy bien en Cinemanía cuando dijo que “hay tantísimo esfuerzo, tantas ganas de probar cosas y de ensayar enfoques sugerentes (...), que a veces parece que al director no le importa tanto su criatura como demostrar que, en efecto, dirige”.

El arte interpretativo de Carey Mulligan y la música de Leonard Bernstein: quedémonos con eso, que ya es quedarse.

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