Odiar al libro electrónico

Le leo al periodista y escritor argentino Martín Caparrós, escribiendo él sobre la lectura en su serie de artículos para El País “El mundo entonces”, que las ventajas del libro electrónico son que cada uno de ellos cuesta y pesa tres o cuatro veces menos que uno de papel, pesa muy poco, siempre está disponible, “en cualquier lugar y todo momento” (siempre y cuando uno tenga cargado el reproductor donde leerlo con él dentro, añado yo), y no destruye árboles nunca.


No obstante, sus detractores, los del libro electrónico (eléctrico, a decir del autor de El hambre), son gruñones, “los nostálgicos de siempre”, que deploran de él ser una amenaza a “tradiciones tan entrañables como las librerías, los bosques productores de papel, la tala de esos bosques, las imprentas, los camiones de distribución, la quema regular de millones de ejemplares, las grandes bibliotecas materiales y sus diversos operadores”. Son de ese tipo de gente que cuando se generalizara la imprenta hace ya siglos denostaban que se perdieran “aquellos maravillosos manuscritos”, añadiendo, dolorosamente, “qué sería de esos monjes laboriosos que los copiaban con plumas de ganso y una paciencia extrema encerrados en sus conventos congelados”. Aquellas gentes que repudiaban a aquellos primeros libros (de papel) que permitieran que cualquiera pudiera tener un libro, que cualquiera pudiera leerlos, de forma que su corolario era que todos esos cualquieras no sabrían interpretarlos, de manera que todo ese saber sería “desperdiciado en una horda de ignorantes”. Personas a las que “el sarcasmo no les hizo mella: suele pasar con los conservadores”.

Personas que podrían, eso sí, argumentar que el libro electrónico es “otro ejemplo de la vigilancia del capital, que por su intermedio las corporaciones pueden saber cuánto había tardado cada quién en leer cada texto, qué subrayaba o comentaba, hasta dónde había llegado —y el editor podía usar esas informaciones para adecuar sus siguientes ofertas”. Si los conectas a internet cuando los lees, claro. Cosa que yo nunca hago.

Comentarios

Entradas populares

Los textos incluidos en este blog son propiedad exclusiva de sus autores. Se permite su uso y reproducción, siempre y cuando se respete su integridad, se cite la fuente y su utilización no busque fines comerciales ni implique la obtención de ingresos económicos de cualquier tipo.