De la confianza (recopilando)

“La suerte es amiga de la confianza”.
Jorge Valdano


La confianza está en la base de las sociedades creadas por los seres humanos a lo largo del tiempo. Sin confiar en otro, en otros, ningún humano habría sido capaz de lograr ni su grandeza ni su ignominia. Los historiadores explicamos el motor de la historia, que es el cambio, un cambio que jamás se produce cuando los seres humanos renuncian a la confianza. Como tampoco la estabilidad de las sociedades que permite el progreso es posible sin el constante ejercicio humano de la confianza. No hay una sociedad civil sin confianza civil. No hay empresa sin confianza. No hay progreso sin confianza. Aunque no es infalible, por supuesto, la confianza ha llegado a mover montañas.

¿Son más importantes las ideas o las personas? Llevamos ya varias décadas de democracia incontestable (salvo para los megadignos bambinescos) y aún se sigue ignorando que, ante un buen programa (¿qué es un buen programa político, electoral?), siempre es más importante la confianza que despiertan las personas, esos individuos que al final nos van a gobernar con unas ideas explícitas o con otras, con un programa perfecto o con uno sujeto únicamente con pinzas al alma de la sociedad civil. Confianza, personas, credibilidad, sentimientos… Esas cosillas contra las que las palabras fijadas en un papel, que (casi) nadie lee y nadie atiende, tienen bien poco que hacer. Aunque, dicho esto, la democracia tiene que encaminarse hacia un equilibrio racional entre la confianza generada por los humanos y la realidad consecuente de sus palabras. Tiene que hacerlo. Pero no sabemos si lo hará. ¿Sabremos conseguirlo? ¿Queremos conseguirlo?

En una entrevista respondí esto cuando me dijeron que acabara la misma con una frase :

“¿Por qué tengo tanta confianza en la humanidad? Es inexplicable”.

Yo, que tengo una confianza absoluta en mis defectos, cuando escribí ‘a mis hijos’ lo que creía que no deberían olvidar nunca, entre otras ocurrencias mías, les dije:

“Tened confianza en quien la merece y desconfiad de aquellos que parecen ser infinitos”.

Sigo gastando mucha confianza en la razón a la hora de resolver problemas. Confianza. No fe. Y mucho menos ciega.

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