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La gravedad

La gravedad, la leve indiferencia del poder de cuanto te empuja hacia el centro de la Tierra, las plumas de un leviatán humedecido por la inocencia infantil de los océanos.

La gravedad que permanece como un guardián de las ilusiones de Orfeo resucitado una y otra vez para tranquilizar todas las almas mientras un relámpago empalaga las sombras.

La gravedad, la impetuosa y delicada atracción sobre las vidas y los cuerpos inertes, esa célebre institución fundamental de la física por medio de la cual sucumbimos.

La gravedad, la gravedad, la gravedad…

 


La gravedad de la gravedad o una leve ingravidez de embarazosa apariencia;

apenas una mueca apenada o un alma elástica con sentidas lágrimas consentidas;

endiosados adioses o dos mil canciones para dejar de creer en el creador;

graves penas de los dioses, que son condenas mas no lástimas:

hágase su voluntad o mejor hagamos como si no existiera en absoluto el absoluto

y no fuera más que la sonrisa que ella bendice ahora mismo…

y ahora.

 

 

Quinientas noches con sus días: un enigma, el de las señales cósmicas que llegan cada 131 segundos.

Quinientos días con sus noches: los agujeros negros pueden ser y lo son los objetos más violentos del universo.

Potentes señales de rayos X llegan a la Tierra desde una remota galaxia.

A la velocidad de la luz vemos cómo se alimentan los agujeros negros.

Si Einstein soñara la teoría de la relatividad, habría cadáveres de grandes estrellas de enorme masa concentrados sobre una superficie esférica pequeña, ambigua, y nada que cruzara su umbral podría escapar a la fuerza de gravedad, ni siquiera la luz.

Son invisibles: sólo nos queda aprender o creérnoslo.

 

 

qué tendrá estar enamorado

qué el amor

hay como una fuerza mayor que la de la gravedad esa

sin ley, eso sí

si un amargo impulso te saca de allí

entonces ni el aire te sirve

necesitas de inmediato arterias nuevas

y buscas entre tus escombros un pétalo

cualquier parte de aquella flor

para no caerte muerto

para recordarte vivo

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