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Cómo ser buenos: leyendo a Nick Hornby

La cuarta novela del grandioso escritor británico Nick Hornby va sobre el buenismo. No solamente. Se titula How to be good, apareció en 2001 y fue traducida al año siguiente de manera espléndida a mi idioma por Jesús Zulaika con el nombre de Cómo ser buenos.


La voz de esta novela, protagonizada por ella, es la de la médica Katie Carr, y sí, esta novela también va de las relaciones de pareja, sobre la vida matrimonial (“casarse y tener una familia es como emigrar”), aunque en el fondo es puro Hornby y es un descacharrante canto inteligentísimo a la necesidad de estar vivo. En el dolor y en la felicidad. Un canto al “crepitar de la vida”, a “la actividad eléctrica que tiene lugar en las cámaras del corazón”. Esa actividad eléctrica que conviene no clausurar.

 

“Si mis pensamientos sobre nuestro matrimonio hubieran llegado a rodarse y hubieran acabado siendo una película, los críticos habrían dicho que todo era relleno, no trama, y que la cosa podría resumirse como sigue: dos personas se conocen, se enamoran, tienen hijos, empiezan a discutir, engorda y se hace gruñón él, se aburre y se desespera ella, y se separan. Y yo no discutiría esa sinopsis. No somos nada del otro mundo”.

 


Pero Cómo ser buenos no es una película. (Guiño: no lo es, y eso que muchas de las novelas de Hornby han sido llevadas al cine, en ocasiones con guiones escritos por él, que es además un guionista de cine que escribe también guiones originales.)

Lo que le ocurre a Katie respecto de su esposo, David, es que cuando él duerme ella puede hacer que vuelva a ser la persona a quien sigue amando:

 

“Puedo imponer mi idea de lo que David ha de ser, de lo que fue un día, sobre esa forma dormida, y las siete horas que paso con ese David casi me facultan para soportar durante la jornada siguiente al otro”.

 

Ella, que nos habla a nosotros, los lectores (“si a ustedes no les importa”, nos dice en una ocasión), reconoce que entre las ventajas de haber cumplido los cuarenta está “no tener que ser intensa” con la persona con la que vive (además de “no tener que ir a sitios donde la gente baila”).

Que el estado normal del ser humano “es de por sí bastante dramático” lo sabíamos, que “no hace falta ser adicto a la heroína para experimentar lo extremo” también. Al fin y al cabo, para demostrarlo, como nos dice Katie, “no tienes más que amar a alguien”. El amor, ese drama extremo.

Espero que en mi caso no sea cierto eso de que “el sentido del humor es algo que, como el pelo, montones de hombres pierden con la edad”.

En las novelas de Nick Hornby, en esta de manera especial, sabemos de qué lado se está, al menos en la teoría estricta del encasillamiento político anterior a esta Primera Guerra Cultural Mundial que vivimos ya más avanzado el siglo XXI: de un lado, “las fuerzas de la oscuridad de derechas”, de otro, “los ángeles (ligeramente excéntricos, posiblemente equivocados, pero angélicos, al fin)”.

Porque Cómo ser buenos, sí, va del Bien y del Mal, esa escurridiza encrucijada permanente en la que vivimos. Y su protagonista “no sabe cómo llegar a ser buena sin ser mala”. Se trata, lo dice Katie explícitamente, “de nada menos que de hasta dónde llega nuestro deber para con nuestros semejantes, y de si tenemos el deber de amar a todo el mundo con independencia de sus atributos”. Admitámoslo con ella: aunque no seamos buenas personas, no tenemos que ser necesariamente malas personas. El BienyelMal no podrá con nosotros.

¿Debemos intentar sofocar la duda y el escepticismo que nos hacen humanos? No lo sé. Lo que sí sé es que prefiero reflexionar sobre todo esto leyendo la excelsa literatura de Hornby y riéndome (mucho) al mismo tiempo. Mucho y bien. Hay que reírse bien, y con Nick Hornby se puede. Y se debe.


Como en cualquier libro de Hornby que se precie, no puede faltar la música (pop). Hay alguna pincelada. No me resisto a que ignores esta sobre el grupo Air:

 

“Escuchamos a Air, que son franceses y tocan sobre todo temas instrumentales de esos que dan la sensación de que donde mejor tienen que sonar es en los ascensores. Air es mi nuevo grupo preferido, aunque Dick sea un poco despectivo con él a su manera callada, nerviosa. Dice que hay pop ambiental francés mucho mejor que ése, y que si queremos puede grabarnos una cinta con los temas que a él le gustan.

Pero para mí Air suenan a moderno y a soltero y a sin hijos, comparado, por ejemplo, con Dylan, que suena a viejo y a casado y a lleno de cargas (o sea, como la casa de una). Si Air son Conran, Dylan es el vendedor del puesto de verduras: los champiñones, la lechuga y el tomate para hacer una boloñesa casera… ¿Y cómo te sientes ahoraaa? ¿Viviendo sola, a tu aiiire? Pero cuando canta Bob Dylan nunca logro sentirme a solas”.

 

Una vez le escribí un poema a Hornby. Ese poema acaba así:

 

[Cómo ser buenos: leyendo a Nick Hornby.]

 

Aunque, menos mal que no existe ningún libro que nos diga lo que pensar en todo orden de cosas, como el que pretenden escribir dos de los personajes fundamentales de la novela, dos buenistas de manual.

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