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A una décima de segundo luz de mi casa estoy


Una décima de segundo y para siempre. Así no necesitaremos codiciar más a las estrellas. Lo tengo escrito.

Ahora… Otro poema que el cómico cosmos laportiano echaba en falta. Este…

La eternidad aguarda inclemente su propio comienzo.

Pendiente de la erosión del ala de aquella paloma certera.

La que (centuria a centuria, una sola vez cada cien años),

en su roce de alquimia sideral de seda, a la cima del mundo rasee.


Espera la eternidad que aquella montaña quede a la altura del negro río que va a dar a la mar por inercia antes que por amor.

Y, llegada la eternidad, ese arder castigada tú y castigado él.

Todo por comer una fruta podrida. Perdón, una fruta prohibida.

La fruta prohibida rozada por el otro ala de aquella paloma incierta.

Certera, pero incierta.

Eva: las alas de la paloma de la canción de Madness.

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