El primer largometraje dirigido en solitario por el extraordinario cineasta argentino Gastón Duprat (antes había dirigido otros cuatro junto a Mario Cohn, con quien colabora habitualmente también creando y realizando magníficas series de televisión) se titula Mi obra maestra, dura cien minutos y se estrenó en 2018.
Mi obra maestra es otra joya cinematográfica bien escrita (por Andrés Duprat, hermano menor del director y curador de arte él mismo, y Gastón Pozzo), muy bien cinematografiada y magníficamente interpretada, en esta ocasión por dos soberbios actores argentinos: Guillermo Francella y Luis Brandoni. Cuenta además con la excelente música de Alejandro Kauderer y Emilio Kauderer, así como con la brillante fotografía a cargo de Rodrigo Pulpeiro.
Esta comedia dramática (más comedia que drama) sobre el arte y la amistad es una (pequeña, no exageremos) obra de arte cinematográfico, ya digo. No llega a obra maestra, pero… (Había que hacer el chistecito.) Su divertida y relativamente profunda reflexión acerca de lo que es el arte en este mundo en el que vivimos me pareció, además de interesante, inteligente y respetuosa e irrespetuosa al mismo tiempo. Burlesca, sí.
Que Alberto Luchini escribiera para El
Mundo que lo que él detectó en la película era “una perspectiva, digamos,
un tanto superficial y tópica, no precisamente sutil” podría ser admisible si
no fuera precisamente porque lo que se nos cuenta no es en absoluto algo
habitual y menos aún simple, por más que la manera que se emplea para contarlo
sea, eso sí, sencilla y acomodadora de nuestro mirar a una realidad que
pareciera normal, diaria.
¿Es una sátira “algo complaciente”,
como afirmara otro crítico cinematográfico Sergi Sánchez en La Razón? ¿Qué
es la complacencia?
En 2023, el francés Rémi Bezançon dirigió un remake del filme titulado Un coup de maître. No lo he visto.
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