En medio de una profunda crisis social y política, y de una exacerbada polarización de la sociedad, tiene lugar, contra el deteriorado orden constitucional instituido durante la llamada Segunda República española, una sublevación militar en Melilla, plaza norteafricana perteneciente al protectorado español de Marruecos, donde se declara el estado de guerra. Es el 17 de julio del año 1936. El que se dará en llamar Alzamiento nacional se adelanta sobre lo previsto y su fracaso tendrá como resultado una guerra civil, la Guerra Civil española.
El día 18 de ese mes, la sublevación triunfa en todo el protectorado. Comienza a extenderse: así, llega a Canarias, donde se subleva el general Francisco Franco; Andalucía, con el general Gonzalo Queipo de Llano al frente de los rebeldes sevillanos; Valladolid; Burgos; Zaragoza… Dimite el jefe del Gobierno, Santiago Casares Quiroga. Intenta formar un nuevo ejecutivo el republicano Diego Martínez Barrio. Ante la situación, el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) promueve la huelga general.
Un día más tarde, Barcelona se añade a la sublevación,
también Vitoria, Oviedo (donde el coronel Antonio Aranda logrará hacer triunfar
la rebelión desde la apariencia de fidelidad a la legalidad en medio de una
Asturias fiel a la República), Cáceres… y la rebelión se generaliza por buena
parte del país. Franco se pone al frente del principal cuerpo de Ejército, el
del norte de África. El presidente de la República, Manuel Azaña, consigue por fin
la formación de un nuevo Gobierno, encabezado por otro republicano, José Giral.
El nuevo ejecutivo ordena la entrega de armas a las organizaciones sindicales y
a los militantes de izquierda.
La sublevación fracasa en Madrid y en Barcelona el 20,
pero triunfa en Galicia. Fallece ese mismo día en accidente de aviación el
general José Sanjurjo, a quien los rebeldes habían designado jefe del llamado
Alzamiento.
Lo que comenzó como un pronunciamiento al uso se
transforma, al no obtener su objetivo de inmediatez, en una auténtica guerra
civil. Al mismo tiempo, el desplome del Estado a raíz de los acontecimientos se
convierte, en la zona leal a las autoridades republicanas, en el comienzo de la
revolución que los sublevados venían a impedir.
Este texto pertenece a mi libro El franquismo, publicado en 2013 por Sílex ediciones
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