¿Es tan buena la (muy) premiada novela De bestias y aves de Pilar Adón? Sí
De bestias y aves, la cuarta de las novelas de la escritora española Pilar Adón es una novela estupenda escrita con un arte magistral, difícil de encontrar, en el que la forma le gana al fondo sin que el fondo deje de ser parte esencial de esa forma, de esa forma brillante de contar lo extraño como lo que es: algo extraño. Es bastante comprensible que fuera galardonada con el Premio Nacional de Narrativa en 2023, con el Premio de la Crítica Española 2022 y con el Premio Francisco Umbral de ese mismo último año, el de su publicación.
“Ese estado de inercia que
debía parecerse a la despreocupación y que la ayudaba a repetirse que todo daba
lo mismo, que nada era lo suficientemente importante como para dejarse alarmar,
de manera que sus nervios parecieran no ser suyos, sino de otra persona. Con la
impresión de no existir como carne. Haberse convertido en otra cosa. En un
trazo de carboncillo. En la cuerda de un violín”.
De bestias y aves
(¿importa aclarar que es una novela protagonizada prácticamente sólo por
mujeres?) va de volar o hundirse. O quizás no haga falta entender muy bien qué
es lo que Adón ha querido contarnos y solamente necesitemos hundirnos nosotros
en esas palabras suyas o volar con ellas. No sé. Generar oxígeno reconociendo
los códigos de la naturaleza.
“Lo primero que hace una
mujer cuando decida aceptar que va a pasar un tiempo en una tierra que
desconoce es medirla. Si la recorre es porque recorrerla es un requisito
indispensable para calcular las distancias, y la estudia. Mira hacia arriba y
compara las hojas de los árboles. La hoja de la encina. La hoja de la higuera. Presta
atención a los sonidos. A los que producen sus pasos y los del perro que la
acompaña por un terreno que podría volverla loca. Los pitidos de los insectos
voladores, el roce de las hierbas. Los aleteos de las aves que chillan en el
cielo mientras se dirigen a los árboles más elevados de la roca o regresan de
allí en su necesidad de desplazarse. Al norte, al sur. Atravesando la campana
en que se ha transformado el cielo azul que brilla sobre ellas. Con unos
movimientos repetidos que tendrían algún sentido. Que obedecerían a algún
impulso, civilizado o no. Igual que lo harían sus llamadas de alerta. Los
berridos que resonaban entre triunfantes y llorosos como si se anunciaran ante
sus presas. Como si les comunicaran que se estaban aproximando, no para
prevenirlas sino para aterrorizarlas”.
Es esta una novela donde podemos leer que “las
hormigas buscan la compañía de las mujeres. Igual que los perros y las ranas”.
Donde se puede “hacer algo como si se estuviera llevando a la práctica una
fantasía antigua”. Una novela sobre simbiosis y superación (sic). En la que,
mientras, por supuesto, la naturaleza nunca se detiene.
¿“En qué clase de recuerdo para los demás” nos
convertiremos al morir? ¿No es lo que buscan “todas las criaturas del mundo, al
fin y al cabo”, alimento, espacio y compañía? ¿Solamente necesitamos a los
demás cuando tenemos miedo?
“Toda
esa paz”.
La adelfa es la planta más venenosa del planeta: quédate con eso.
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