La hija única de Amalia y la novela de Guadalupe Nettel

El décimo libro de la escritora mexicana Guadalupe Nettel, su cuarta novela, se titula La hija única y fue publicada en 2020.


Conviene saber que Nettel comienza por aclarar que el libro se lo dedicó a “mi amiga Amelia Hinojosa, quien con gran generosidad me permitió contar los detalles de su historia y a la vez me otorgó la libertad de inventar cuando fuera necesario”. Una experiencia a medio camino entre lo terrible y lo verdaderamente hermoso, una experiencia humana de las que completan el mapa de los seres que mejor conocemos: nosotros mismos.

 

“Mirar a un bebé mientras duerme es contemplar la fragilidad del ser humano. Escucharlo respirar suave y armoniosamente produce una mezcla de calma y sobrecogimiento”.

 

La vida, sus retos y nuestra lucha por mantener la coherencia ante los ideales que nos forjamos antes de saber casi nada de ella. Sobre ese hilo evanescente pero tenso se sostiene buena parte de la novela. Una novela en la que la narradora puede decir cosas con las que uno no esté de acuerdo, faltaría más, como eso de que “cuanto más queremos a una persona, más frágiles y más inseguros nos sentimos a causa de esta”.

La novela nos cuenta las vicisitudes del nacimiento de una niña, una niña con una enfermedad muy exigente que “está empeñada en vivir”. En un país como México, que todo hay que decirlo. Y la narradora, la autora nos lo recuerda.

 

“—¿Ya supiste? —dijo una de ellas—. Ayer encontraron los cuerpos de otras tres mujeres muertas en Azcapotzalco. —La que hablaba tenía el pelo largo y canoso. Sus manos estaban manchadas de pintura verde.

—Sí —contestó la otra—. A tres cuadras de mi casa. Lo escuché por la radio mientras iba al trabajo y estuve de mal humor toda la mañana. Hoy fue la Ciudad de México, la semana pasada Veracruz, hace quince días Reynosa. Tendríamos que salirnos todas de este país machista”.

 

Es esta una novela en la que, sin ser ese su asunto medular, la violencia contra las mujeres está presente de alguna manera, si no destacada sí relevante, en el libro. Así podemos escuchar en una manifestación feminista corear este lema, este auténtico grito desgarrador:

 

            “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.

 

¿Son lugares comunes todo eso de que “un hijo te alegra la vida, te llena de amor incondicional y te vuelve mejor persona”? ¿Es todo ello algo propio de “mujeres sometidas a los prejuicios del patriarcado”? Nettel plantea así el asunto central de La hija única y nos lleva a través de las vicisitudes de sus mujeres protagonistas para que nosotros mismos seamos capaces de aproximarnos a una respuesta convincente. Y eso ya es un mérito, aunque se logre mediante una escritura de apariencia facilona y sin ribetes literarios memorables, pero sí gracias a permitirnos un deambular lector amable que no llega a ser complaciente.

 

“Su cuerpo era esa masa manipulada y cosida que apenas podía sentir y de la que habían extraído algo precioso”.

 

Una de las protagonistas aprende un par de cosas a lo largo de la historia que nos cuenta Nettel: “que el amor llega en las formas más inesperadas” y, algo crucial en este tipo de narrativa, “que todo puede cambiar en cualquier momento, para mal y para bien”.

Otra pregunta: ¿no será eso que llamamos libre albedrío sino “la manera en que nos tomamos las cosas que nos toca vivir”? ¿No será nuestra sencilla manera de enfrentarnos al destino? ¡Qué cosas!

 

            “Pasará lo que tenga que pasar. Nadie se escapa de eso”.

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