Damien Rice y Steve Forbert


Como una muñeca culpable de no ver la Luna,

culpable de ignorar los límites de las canciones de Damien Rice,

de olvidar cada olvido,

como una muñeca con lo que llevan como alma las muñecas,

como una muñeca incapaz de repetir tus errores,

perfecta en su inexistencia de aquello que la fabrica,

imperfecta desde su ser un objeto inquietante, obtuso,

como una muñeca ajena a la porcelana y a los sueños,

ajena a la seda y el oropel y las pestañas peinadas,

al vino, la siesta o una secuencia,

como una muñeca sin un lugar en el mundo,

como una muñeca guardada sólo en la memoria de la muerte.

 

 

Escucho cantar a Steve Forbert eso de

Estoy enamorado de ti

y me escucho a mí mismo decirte

por primera vez

Estoy enamorado de ti

una tarde hace ya tantos tantos tantos

segundos,

cuando los días eran instantes en el sol

y tu rostro una sonrisa hermosa

brillando en el mundo,

siendo todo cuanto puede ser

ese eterno femenino

que me convierte en un gigante

a tu lado.

Proyecta toda su luz la voz

del cantante

ahora mismo que

es un ensalmo veraz,

tan cierto como tus ojos

o la certeza de tu amor sobre mí

y mi alma decidida,

tan cierto como las verdades

de aquellas películas en las salas

de los cines y aquellas novelas y cuentos

de furioso ruido

y muertes anunciadas

y duelos en la América del Sur

y amores de arena

que me enseñaron a deletrear

la realidad

hasta vencerla y ser capaz de olerla

al completo,

de saborearla sin resquicios,

de acariciar cada uno de sus poros

de presente y madera.

Estoy enamorado de ti,

Estoy enamorado de ti.

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